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INTRODUCCIÓN
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La interacción de las sociedades humanas con el ambiente se asemeja al metabolismo de los organismos, ya que al igual que aquellos, la sociedad también se apropia, transforma y distribuye los recursos naturales de su entorno con el consiguiente desalojo de los residuos resultantes. Sin embargo, resaltan algunas diferencias. Mientras que en la esfera ecológica los desechos de los organismos se transforman y convierten en insumos que se reintegran a los ciclos biogeoquímicos para ser reutilizados, las sociedades industriales producen residuos que no sólo no se reintegran a la cadena productiva, sino que colateralmente ocasionan problemas ambientales severos y afectan la capacidad de las fuentes de suministro para proveer sus insumos en el futuro. A esta diferencia fundamental puede agregarse también la escala temporal a la que ocurren los procesos en organismos y sociedades; actualmente, la velocidad a la que se extraen los recursos y se producen los residuos ha sido tan rápida que ha rebasado la capacidad natural de la biosfera para reponerlos, transformarlos, asimilarlos y reintegrarlos al ambiente.

Las consecuencias de los problemas metabólicos de las sociedades modernas son evidentes a nuestro alrededor. Sus problemas de sustentabilidad configuran por derecho propio una crisis ecológica de escala planetaria (UNEP, 2011). Al crecimiento de las emisiones de bióxido de carbono que exacerban el cambio climático deben sumarse la pérdida de los ecosistemas y de su biodiversidad (así como la reducción en cantidad y calidad de su provisión de bienes y servicios ambientales), el agotamiento y la contaminación de las fuentes de agua superficiales y subterráneas, la degradación de las tierras y el agotamiento de muchos de los reservorios de recursos naturales, entre otros tantos. Todo lo anterior ni siquiera ha resultado en el bienestar general de la humanidad: actualmente se calcula que 1 200 millones de personas en el mundo viven por debajo del nivel de pobreza (ONU, 2014).

En este panorama México no ha sido la excepción. El crecimiento nacional ha estado lejos de ser ambientalmente sustentable. Paralelamente al crecimiento de la economía de las últimas décadas, lo hicieron las emisiones de bióxido de carbono, el consumo de los energéticos, la extracción del petróleo, la generación de residuos y la descarga de aguas residuales sin tratamiento a ríos, lagos y mares. Se perdieron y degradaron valiosas superficies de selvas y bosques, entre otros ecosistemas, y el rendimiento de algunas de sus principales pesquerías marinas ha seguido en constante caída.

En este contexto, el reto nacional y de la comunidad global es establecer y seguir un modelo de desarrollo que permita alcanzar un crecimiento de la economía que reduzca los niveles de pobreza y que incremente el bienestar y la calidad de vida de todos los habitantes sin hipotecar la base de recursos naturales. Esto es básicamente lo que significa transitar hacia una economía verde (ver OECD, 2011 y UNEP, 2011). Significa un sistema económico en equilibrio con el mundo natural que modifique las fases del metabolismo social que degradan el capital natural tanto en sus funciones de fuente de recursos como en las de sumidero de desechos, que aproveche fuentes renovables de energía distintas a los no renovables combustibles fósiles y que cierre los ciclos de los materiales, es decir, que haga posible que los residuos se conviertan una vez más en recursos y que evite el progresivo deterioro del entorno.

El proceso no se antoja rápido ni fácil, requiere de cambios importantes y de una fuerte inversión de capital económico y humano en múltiples sectores y en procesos clave, entre los que destacan la eficiencia en el uso de la energía y de los recursos naturales, la protección y conservación del capital natural y la promoción de patrones de cultura y consumo más sustentables de la sociedad en general. Regresando a la analogía del metabolismo biológico y social, podemos decir que la diferencia final entre ellos estriba en la capacidad que tenemos los seres humanos para gestionar, en nuestro provecho, las fases del metabolismo de las sociedades para orientarlos en direcciones que lleven al equilibrio ecológico (Vernadsky, 1997).

Recientemente, México ha planteado enverdecer su camino hacia el desarrollo sustentable. Implementando políticas públicas que incluyen el cuidado del medio ambiente y el aumento de la productividad como elementos básicos para detonar el desarrollo económico, es posible transitar hacia una economía baja en carbono que además maneje adecuadamente sus recursos hídricos y detenga la pérdida de biodiversidad, todo ello reduciendo los niveles de pobreza e incrementando el bienestar y la calidad de vida de todos los mexicanos.

El Conjunto de Indicadores de Crecimiento Verde que aquí se presenta, pretende ser un apoyo para seguir ese tránsito hacia un desarrollo más verde. Sus 69 indicadores permiten a los usuarios tener información actualizada clave respecto a las condiciones sociales, el entorno económico, la productividad de los recursos naturales, la situación del capital natural y de las actividades de innovación, las oportunidades económicas y las políticas públicas encaminadas para alcanzar el desarrollo sustentable.

El conjunto fue desarrollado considerando las propuestas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y complementada con algunos de los indicadores sugeridos por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), quien además revisó e hizo valiosas sugerencias al listado final.

Esta no será una lista definitiva, a ella deberán sumarse en el futuro nuevos indicadores una vez que más y mejor información se genere y permita seguir con mucho mayor detalle los fenómenos del metabolismo de nuestra sociedad que por el momento no son posibles de analizar. No obstante, constituye un buen inicio para seguir algunos de los objetivos generales que como país nos hemos impuesto en nuestro camino hacia un desarrollo más verde.

Al conjunto de indicadores lo acompañan más de 220 variables que complementan su visión, tanto temática como geográficamente, y que les permitirán a sus usuarios conocer con mayor amplitud y detalle la compleja interrelación que guardan hoy día entre sí la economía, la sociedad y el ambiente. Esperamos que todo este importante esfuerzo de compilación e integración de información sea útil tanto para que las autoridades ambientales como los ciudadanos se acompañen de una visión más completa en este arduo y complejo camino hacia el desarrollo sustentable. Estamos convencidos de que este conjunto de indicadores puede ser también tierra fértil para que académicos, estudiantes y personas interesadas en los temas ambientales enriquezcan y participen con sus ideas y propuestas en la toma de decisiones que redunden en el beneficio de la sociedad y del ambiente del país.

 

Referencias

OECD. Towards green growth. Monitoring progress. Paris: OECD. 2011.

ONU. Objetivos de Desarrollo del Milenio. Informe 2014. Nueva York. 2014.

UNEP. Hacia una economía verde: Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. 2011. Disponible en: www.unep.org/greeneconomy

Vernadsky, V. La Biosfera. Madrid: Fundación Argentaria-Visor Distribuciones. 1997.