DISPONIBILIDAD DEL AGUA
Balance de agua regional
La distribución de la precipitación y de la evapotranspiración varía notablemente entre regiones del planeta, lo que se traduce en distintos volúmenes de recursos hídricos disponibles en cada una de ellas. Sudamérica y Asia son las regiones con mayores recursos hídricos renovables, mientras que Oceanía y el Caribe poseen los menores volúmenes (Figura 6.2).
En México, el volumen promedio de agua que se obtiene por precipitación cada año es de mil 488 kilómetros cúbicos, pero la mayor parte, mil 079 km3 (72.5%), regresa a la atmósfera por evapotranspiración (llamada “agua verde” por Falkenmark y Rockström, 2004; Cuadro D3_AGUA01_04). Además del agua que ingresa por precipitación, México recibe por importaciones 49.744 km3 de los ríos de las fronteras norte y sur y exporta 0.432 km3 del río Bravo a Estados Unidos de acuerdo con el Tratado sobre Distribución de Aguas Internacionales firmado entre los dos países en 1944. De esta forma, el balance general muestra que la disponibilidad media natural de México es de 458 kilómetros cúbicos de agua en promedio al año (Figura 6.3); valor superior al de la mayoría de los países europeos, pero muy inferior si se compara con el de Estados Unidos (3 mil 51 km3), Canadá (2 mil 902 km3) o Brasil (8 mil 233 km3; FAO, 2007).
Variabilidad espacial y temporal en la disponibilidad del agua
En México, la precipitación promedio anual durante el periodo 1971-2000 fue de 760 milímetros, un volumen que se considera abundante (CNA, 2008). Sin embargo, esta cifra resulta poco representativa de la situación hídrica a lo largo del país. En estados como Baja California Sur, apenas se registran 161 milímetros de lluvia en promedio al año, mientras que en Tabasco la precipitación alcanza los 2 mil 102 milímetros (Cuadro D3_AGUA01_01).
A nivel de las regiones hidrológico-administrativas de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), las diferencias también son claras (Mapa 6.1). Las regiones I, II, III y VI, localizadas en el norte del país y que ocupan 45% del territorio nacional, reciben 26.5% de la precipitación; en contraste las regiones administrativas IV, V, X, XI y XII, situadas en la parte sur, que ocupan 27.6% del territorio reciben en promedio 48.7% de la lluvia (Cuadro D3_AGUA01_02; Tabla 6.1).
El escurrimiento superficial1 también muestra variaciones importantes en la geografía del país. Del volumen promedio de agua disponible, 83% (378.4 km3) escurre superficialmente y el resto (79.6 km3) se incorpora a los acuíferos. En la región de la Frontera Sur escurre cerca de 37% del total nacional, encauzado básicamente por los ríos Grijalva y Usumacinta, mientras que en las penínsulas de Baja California y Yucatán el escurrimiento superficial es mínimo y cercano a 1%. Esto responde, en el caso de Baja California, a su escasa precipitación, y en Yucatán a su relieve plano y sustrato permeable que no facilitan la formación de escurrimientos superficiales de importancia (Tabla 6.2; Cuadro D3_AGUA01_08). No obstante, en la planicie yucateca se favorece la recarga de las aguas subterráneas.
La mayor parte de los escurrimientos superficiales del país se canalizan por los grandes ríos: los siete principales (Grijalva-Usumacinta, Papaloapan, Pánuco, Coatzacoalcos, Balsas, Santiago y Tonalá) captan, en conjunto, 65% del escurrimiento superficial (Cuadro D3_AGUA01_05).
De la misma manera que los valores promedio de la precipitación y el escurrimiento no reflejan la heterogeneidad espacial del país, tampoco muestran las variaciones temporales. En 2004, por ejemplo, la precipitación fue casi 15% superior al promedio del periodo 1971-2000, mientras que en 1994, 1996, 1997, 1998 y 2002 estuvo por debajo de los 760 milímetros. De hecho, considerando a todo el país entre 1994 y 2002, la precipitación promedio estuvo por debajo de la media histórica, mientras que entre los años 2003 y 2007 fue superior a la media histórica de 1971-2000 (Figura 6.4).
Estas variaciones en las precipitaciones pueden traducirse en eventualidades como las sequías, las cuales pueden tener importantes consecuencias económicas, principalmente sobre la agricultura y la ganadería. En el último siglo se presentaron en el país cuatro grandes periodos de sequía: 1948-1952, 1960-1964, 1970-1978 y 1993-1996, así como una sequía severa en 1998, que afectaron principalmente a los estados del norte del país. Entre los años 2000 y 2003, 18 estados fueron afectados por sequía. De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), éstos sufrieron pérdidas económicas valuadas en más de mil 800 millones de pesos. Tan sólo en 2002 y 2003, casi un millón de hectáreas de cultivo fueron afectadas y se perdieron más de 13 mil cabezas de ganado. Los estados más afectados en estos últimos años fueron Chihuahua, Sinaloa, Zacatecas, Veracruz y Sonora (Cenapred, 2001, 2002, 2003 y 2004).
Junto con la variación interanual en la precipitación, debe considerarse la variación en la precipitación que ocurre entre meses. En el país, 68% de la precipitación normal mensual cae entre los meses de junio y septiembre (Cuadro D3_AGUA01_03), lo cual afecta la disponibilidad temporal del líquido en muchas zonas del país, sobre todo en aquéllas localizadas en zonas secas. Como consecuencia de ello, casi todos los ríos muestran una diferencia notable en el volumen de agua que acarrean entre las épocas de lluvias y de secas. La variación se ve acentuada por las obras de retención de líquido e irrigación, de tal manera que muchos de los ríos que antes eran permanentes ahora se vuelven intermitentes, por lo menos en algunas partes de su recorrido, o han visto disminuido su caudal de manera notable. Ejemplo de ello es el río Bravo, el cual después de la construcción de presas sobre el caudal principal y sus afluentes (algunas de las cuales están catalogadas como “grandes presas”, entre ellas La Amistad y Falcón), redujo de manera importante su caudal, el cual en algunos momentos ha llegado a ser nulo en su desembocadura (Figura 6.5).
Los ciclones que afectan regularmente las costas del país también modifican los volúmenes temporales de precipitación en el territorio nacional. En México se presentan alrededor de 25 ciclones al año con vientos mayores a 63 kilómetros por hora, principalmente en las costas del Pacífico (60% del total), de los cuales cuatro, en promedio, tienen efectos importantes sobre el territorio (Cuadro D1_DESASTRE00_01). La ocurrencia de ciclones tropicales se concentra entre mayo y noviembre, con lluvias intensas en cortos periodos que incrementan sustancialmente la cantidad de agua que cae sobre ciertas zonas. Sin embargo, el agua que ingresa por estos meteoros, además de que frecuentemente ocasiona inundaciones y daños a las poblaciones, en muchos casos no es aprovechable, ya que escurre muy rápidamente vertiéndose a los ríos o directamente al mar.
Disponibilidad natural
Existen diversas formas para estimar la disponibilidad de agua de un país o región, aunque la precisión y realismo del valor calculado dependen de la información con la que se cuenta. Una aproximación muy gruesa es la precipitación total. En este sentido, los 760 mm de precipitación anual que recibe el país lo clasifican según la OCDE en la lista de países con abundante disponibilidad de agua. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, la alta tasa de evapotranspiración (72.5% de la precipitación total) y la heterogeneidad geográfica disminuyen significativamente el volumen de agua disponible en las diferentes zonas del territorio.
El volumen total de recursos hídricos renovables en México es de 458 km3 (volumen de agua disponible), que suele calcularse como la suma del escurrimiento natural medio anual y la recarga media de aguas subterráneas. Es importante resaltar que esta cantidad no sólo comprende el líquido disponible para uso humano, sino también el necesario para el mantenimiento de los ecosistemas acuáticos. Por lo anterior, los volúmenes aprovechables y disponibles como recursos para satisfacer las demandas de la sociedad son, en realidad, considerablemente menores que la cifra máxima que se calcula para cada país.
Con objeto de asegurar el suministro de agua para los diferentes usos en todo el país, y considerando la heterogeneidad espacial y temporal en la precipitación, se ha construido una importante red de infraestructura hidráulica en forma de presas y embalses. Con excepción de la Península de Yucatán, donde no hay corrientes de agua superficiales, el resto de las regiones hidrológico-administrativas cuentan con presas (Mapa 6.2). La capacidad de almacenamiento de las cerca de 4 mil presas existentes (de las cuales 667 están clasificadas como grandes presas de acuerdo con los criterios de la Comisión Internacional de Grandes Presas) es de 150 kilómetros cúbicos (IB 2.1-9), que equivale a 40% del escurrimiento promedio anual del país.
En contraste, el volumen de agua almacenado en los lagos y lagunas del país es pequeño (poco más de 6.5 km3), ya que México no cuenta con lagos extensos y profundos (Cuadro D3_AGUA01_06). Debe notarse, sin embargo, que no toda el agua que se almacena en las presas y otros embalses tiene algún uso consuntivo (es decir, agropecuario, público o industrial): cerca de 80% del agua se descarga al mar sin haberse consumido. Aunado a lo anterior, debe tomarse en cuenta que una gran cantidad del agua almacenada en estos reservorios se evapora hacia la atmósfera, calculándose que incluso podría exceder a nivel global las necesidades conjuntas de la industria y el consumo doméstico, lo cual además se exacerba en las regiones tropicales.
Con respecto al uso de las presas en el país, de las 52 más grandes, 25 tienen más de un uso, 26 tienen entre sus objetivos la generación de energía eléctrica, 39 suministran agua para riego y 9 de ellas se destinan para el abastecimiento público y/o control de avenidas. En total, 6.5 millones de hectáreas de agricultura de riego y 2.5 millones de temporal tecnificado son atendidas por la infraestructura hidráulica.
La cantidad de agua almacenada en las presas varía de un año a otro, debido principalmente a la precipitación y la demanda del líquido (Figura 6.6).Entre 1990 y el año 2002 el volumen almacenado en las principales presas del país tendió a decrecer, recuperándose a partir del último año llegando a los 80 mil 876 millones de metros cúbicos en 2007 (Cuadro D3_AGUA01_07; IB 2.1-9). Considerando la geografía nacional, el volumen de almacenamiento tampoco es homogéneo. El 18% del volumen de almacenamiento del país se ubica en zonas por arriba de los 500 metros sobre el nivel del mar, a pesar de que en éstas habita más de 75% de la población y se localizan las mayores superficies de riego agrícola.
Además de los efectos positivos que tienen las presas (p.e. a través del flujo continuo de agua, el control de avenidas y la generación de energía, principalmente) también tienen efectos negativos importantes sobre el ambiente, entre los que destacan la fragmentación de los ecosistemas que se establecen a lo largo de las márgenes de los ríos (con su consecuente pérdida de la biodiversidad), la modificación de la calidad del agua, la pérdida de los servicios ambientales de las cuencas que inundan y la pérdida de los sedimentos en la zona costera que se detienen detrás de las cortinas de estas obras (MEA, 2005). Paralelamente, pueden derivarse problemas de salud pública ocasionados por las aguas estancadas que aumentan la incidencia de enfermedades trasmitidas por vectores.
Disponibilidad per cápita
Otra forma en la que se evalúa la disponibilidad del agua es por el volumen que le corresponde a cada habitante (IB 2.1-5). El valor de esta medida depende claramente del tamaño de la población que se asienta en el país o región para el cual quiera calcularse, considerando que la precipitación no se reduce de un año al otro. A nivel mundial, la tendencia en la disponibilidad per cápita ha sido decreciente. En 1960, a cada ciudadano del mundo le correspondían 11 mil 300 metros cúbicos por año, los cuales se redujeron a tan sólo 5 mil 600 en el año 2000 y, según proyecciones, podrían ser tan sólo 5 mil para el año 2010 (MEA, 2005).
En México, considerando la proyección de la población a diciembre de 2007, que estimaba un total de 106.23 millones de personas en el país, la disponibilidad natural de agua por habitante fue de 4 mil 312 metros cúbicos anuales (IB 2.1-1), un volumen que, de acuerdo al World Resources Institute (WRI), se considera como de disponibilidad baja (el límite inferior para clasificar a la disponibilidad media es de 5 mil metros cúbicos por habitante por año). En el contexto mundial, la disponibilidad de agua por habitante en México en la actualidad es mucho menor que la de países como Canadá (91 420 m3/hab/año), Brasil (45 570 m3/hab/año) o Estados Unidos (10 270 m3/hab/año), y en general toda América del Sur, pero ligeramente superior al promedio de los países europeos (PNUMA, 2002).
Una disponibilidad inferior a los mil 700 metros cúbicos por habitante por año se considera como una situación de estrés hídrico (Indicador de Falkenmark; UNDP et al., 2000), en la cual con frecuencia puede ocurrir el desabasto de agua para las diversas actividades que la consumen (sobre todo en países con propensión a sufrir sequías, como es el caso de México). Cuando la disponibilidad es inferior a los mil metros cúbicos por habitante por año, las consecuencias pueden ser más severas y comprometen seriamente la seguridad alimentaria, el desarrollo económico del país y la protección de sus ecosistemas. Por lo común, en estas circunstancias se carece transitoriamente de agua en algunos lugares y es preciso tomar decisiones que involucran prioridades de uso entre las actividades agrícolas, industriales o el abasto a la población urbana y rural (FNUAP, 2001).
La disponibilidad de agua per cápita también se ha reducido con el tiempo en México. En 1950, la disponibilidad promedio era de 17 mil 742 metros cúbicos por habitante, la cual se redujo en 1960 a poco menos de 11 mil metros cúbicos y en 1970 había caído por debajo de los 8 mil. De acuerdo con las proyecciones que realiza el Consejo Nacional de Población (Conapo) sobre la población media del país, se estima que para el año 2010 la disponibilidad de agua por habitante se reducirá a 4 mil 210 metros cúbicos y para 2030 se limitará a tan sólo 3 mil 783 metros cúbicos por habitante por año (Conagua, 2008).
Debido a que una aproximación a escala de país puede enmascarar situaciones de estrés hídrico importante, recientemente se propuso que la disponibilidad de agua se estudie a nivel de cuenca o bien a una escala en la que se considere más estrechamente la fuente de agua con la población que la utiliza (UNDP et al., 2000). De esta forma, si se examina por regiones, México presenta todo el espectro de categorías de disponibilidad de agua. El país se puede dividir en general en dos grandes zonas: la zona norte, centro y noroeste, donde se concentra 77% de la población y se genera 87% del producto interno bruto, pero únicamente ocurre 31% del agua renovable; y la zona sur-sureste, donde habita 23% de la población, se genera 13% del PIB y ocurre 69% del agua renovable. Para ilustrar la heterogeneidad en la disponibilidad per cápita, la región Aguas del Valle de México y Frontera Sur constituyen buenos ejemplos. La disponibilidad per cápita en la región Aguas del Valle de México es de 143 metros cúbicos por habitante por año, lo que la clasifica en la categoría de disponibilidad extremadamente baja, mientras que la región de la Frontera Sur, con 24 mil 270 metros cúbicos por habitante por año, muestra una disponibilidad calificada como muy alta (Mapa 6.3, Cuadro D3_AGUA03_01). Tomando en cuenta tan sólo a las regiones hidrológico-administrativas del país con disponibilidades iguales o menores a los mil 700 metros cúbicos por habitante por año, 60 millones de habitantes en el país se encuentran en situación de estrés hídrico.
De acuerdo con un estudio enfocado a detectar áreas donde la disponibilidad de agua podría caer por debajo de los mil 700 metros cúbicos por habitante por año para el año 2025 y realizado en diferentes cuencas de los principales ríos del mundo (de los cuales se tenía información confiable de aspectos hidrológicos y poblacionales), se identificó que en México las cuencas de los ríos Balsas, Grande de Santiago y Colorado podrían caer en esta situación (UNDP et al., 2000).
Grado de presión
El grado de presión sobre los recursos hídricos (GPR; IB 2.1-6, IC 10), que representa la proporción del agua disponible que se extrae en una zona, ya sea para fines agrícolas, públicos, industriales o de otros tipos, es otra forma de evaluar la disponibilidad del agua. La Comisión para el Desarrollo Sustentable (CDS) de la ONU define cuatro categorías para clasificar el grado de presión, que van desde una presión fuerte (la extracción supera el 40% de la disponibilidad natural) hasta una presión escasa (el agua extraída no rebasa el 10% del líquido disponible). México, con un valor estimado de GPR de 17% en 2007, se encuentra en la categoría de presión moderada, valor ligeramente superior al 11.5% estimado como promedio para los países de la OCDE (OECD, 2002). No obstante, el valor relativamente bajo de GPR de México está influido de manera muy significativa por la alta disponibilidad de agua en el sur del país, ya que en regiones como Frontera Sur, Golfo Centro, Península de Yucatán y Pacífico Sur se extrae menos del 8% de su agua disponible. En contraste, las regiones de Baja California, Noroeste, Pacífico Norte, Río Bravo, Cuencas Centrales del Norte, Balsas y Lerma-Santiago-Pacífico, se encuentran en una situación radicalmente distinta, con grados de presión superiores al 40% (Mapa 6.4). Caso particular es el de la región de Aguas del Valle de México, cuyo valor de presión sobre el recurso alcanzó 155% en 2007.
Finalmente, otra medida de la disponibilidad de agua es la que se conoce como intensidad de uso (OCDE, 1998) o extracción per cápita. De acuerdo con este indicador, la extracción per cápita en México para 2007 fue de 743 metros cúbicos por habitante por año, valor semejante al de Italia (774 m3/hab) y Japón (691 m3/hab) e inferior al de los Estados Unidos (1 596 m3/hab), Canadá (1 438 m3/hab), Australia (1 191 m3/hab) y al promedio de los países miembros de la OCDE, estimado en alrededor de 920 metros cúbicos por habitante al año (OECD, 2003; FAO, 2007).
Nota
1El escurrimiento superficial se refiere al flujo de agua proveniente de la lluvia, del derretimiento de nieve u otras fuentes sobre la superficie terrestre.
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