<< PORTADA >>

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Conabio ha identificado 362 especies invasoras en México: 134 de plantas, 63 de peces, nueve de anfibios y reptiles, siete de aves y 15 de mamíferos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2001, en México el total de especies probablemente extintas en la vida silvestre es de 41 (19 de aves, 11 de peces, 7 de mamíferos y 4 especies de plantas).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Según la IUCN, el número de especies extintas por causas antropogénicas hasta 2008 asciende a 924, entre ellas 134 especies de aves, 91 de peces, 87 de plantas y 76 de mamíferos.
  CAPITULO 4. BIODIVERSIDAD
Cambiar tamaño de texto a 12 puntos Cambiar tamaño de texto a 14 puntos Cambiar tamaño de texto a 16 puntos


AMENAZAS A LA BIODIVERSIDAD

Ecosistemas terrestres

Prácticamente cada rincón de la Tierra ha sido transformado por las actividades humanas. A lo largo de los últimos 100 años, los seres humanos han cambiado los ecosistemas más rápida e intensamente que en cualquier otro periodo de la historia, todo ello para satisfacer sus crecientes demandas de espacio, alimento, agua dulce y energía, entre otras necesidades. Las principales amenazas a la biodiversidad, tanto en México como en el mundo, son el cambio de uso del suelo (impulsado principalmente por la expansión de la frontera agropecuaria y urbana), el crecimiento demográfico, la construcción de infraestructura (p. e. por la construcción de carreteras, redes eléctricas y represas), la introducción de especies invasoras, los incendios forestales, la sobreexplotación de los recursos naturales, el aprovechamiento ilegal y, más recientemente, el cambio climático global.

Como resultado de su crecimiento demográfico y su desarrollo, México ha transformado y alterado significativamente sus ecosistemas. En el 2002, según estimaciones del INEGI, existía cerca del 73% de la vegetación natural. Sin embargo, la vegetación natural remanente muestra evidentes signos de alteración: tan sólo 68% de ella es primaria, siendo las selvas el tipo de vegetación más afectado (sólo 35% de ellas pueden reconocerse como primarias; IC 1).

En el periodo de 1993 a 2002, el ecosistema que mayor superficie de vegetación primaria perdió fue el bosque (tanto templado como mesófilo de montaña, con cerca de 2.6 millones de hectáreas, a una tasa anual de 1.24%), seguido por el matorral xerófilo (cerca de 837 mil hectáreas a 0.2%) y las selvas (que perdieron aproximadamente 836 mil hectáreas a 0.8% anual; Figura 4.6). En el mismo periodo, los humedales nacionales redujeron su extensión en 95 mil hectáreas (0.42% anualmente) y en conjunto la vegetación halófila y gipsófila, la vegetación de galería y el pastizal natural perdieron cerca de 201 mil hectáreas, a una tasa anual del 0.15%. En general, las superficies deforestadas suelen dedicarse a terrenos agrícolas y de pastoreo. Sin embargo, la superficie agrícola no ha aumentado de manera significativa en los últimos años, lo que parece mostrar que la destrucción de los ecosistemas naturales no se ha traducido en un incremento real de las áreas productivas. Para mayores detalles respecto al cambio en el uso del suelo en el país, consultar el capítulo de Ecosistemas terrestres.

 

 

Aunque el cambio del uso de suelo tiene un efecto muy importante en la biodiversidad, la construcción de infraestructura (que incluye, además de caminos y carreteras, la ampliación del tendido eléctrico o la construcción de presas) también puede afectar gravemente la vida silvestre. El crecimiento de la infraestructura produce, entre sus efectos más significativos, la pérdida y modificación de los ecosistemas, la fragmentación de las áreas remanentes de vegetación natural y, en el caso de caminos y carreteras, la muerte de los animales. En el país, la infraestructura carretera creció 57 mil 322 kilómetros entre 1997 y 2007, pasando de alrededor de 303 mil a 360 mil kilómetros, es decir, cerca de 5 mil 700 kilómetros por año. A pesar de que no existe un estudio formal acerca de los impactos ambientales del crecimiento de la infraestructura carretera en el país, si se examina la relación que existe entre la densidad de caminos y la cubierta de vegetación natural, puede observarse que, en general, los estados con mayor densidad de caminos son aquéllos con la menor proporción de su superficie cubierta con vegetación natural (Figura 4.7; Mapa 4.1). Estados como Tlaxcala, que tiene la mayor densidad de carreteras en el país (cerca de 0.65 km/km2) posee la menor cobertura natural del país (18.2% de su superficie); en el otro extremo, Chihuahua (con la menor densidad de carreteras del país, 53 m/km2) conserva el 89.3% de su vegetación natural. Es importante mencionar que aunque la apertura de caminos no es el único factor actuando a favor de la desaparición de los ecosistemas naturales terrestres -y con ello, de su biodiversidad-, sí tiene un efecto negativo sobre ellos al propiciar la colonización y el desarrollo de nuevos centros de población o explotación de recursos naturales. Ejemplos de este fenómeno han sido observados con la apertura de caminos en las selvas húmedas de la Amazonía brasileña (UNEP, 2005).

 

 

 

Por otra parte, después de la destrucción del hábitat, el impacto de las especies invasoras se considera como la segunda causa más importante de la pérdida de biodiversidad a nivel global (Vitousek, 1996; Leung et al., 2002; ver el Recuadro La invasión biológica global). Las especies invasoras afectan a las especies nativas de flora y fauna a través de competencia, depredación, transmisión de enfermedades, modificación del hábitat y alteración de la estructura trófica. Además, en circunstancias especiales, las especies invasoras pueden entrecruzarse con las especies nativas, alterando el acervo genético de estas últimas (Conabio, 2006). Las especies invasoras se introducen en los ecosistemas no nativos por diversas vías: 1) aquéllas relacionadas con el sector transporte (que incluyen a los transportes en sí mismos, al equipo y vehículos militares, a los productos utilizados para el embalaje y envíos, a las empresas que realizan actividades turísticas y al movimiento de animales por motivos recreativos, entre otros); 2) las relacionadas con el comercio (p. e. los productos animales o vegetales para consumo humano, las plantas acuáticas y terrestres para agricultura, jardinería, horticultura o investigación, entre otros); 3) otras actividades humanas como la deforestación, apertura de carreteras, minería, cambio de uso del suelo, control biológico y la unión de cuerpos de agua previamente aislados; y 4) por los fenómenos naturales como los huracanes y las inundaciones. En nuestro país, el Sistema de Información sobre Especies Invasoras en México (SIEIM), a cargo de la Conabio, ha identificado un total de 362 especies invasoras, que incluyen 134 especies de plantas, 63 de peces, nueve de anfibios y reptiles, siete de aves y 15 de mamíferos. Dichas especies están clasificadas como de alto riesgo y alta prioridad para México (ver el Recuadro Especies invasoras en México: el caso de la palomilla del nopal).

Los incendios forestales también pueden constituir una amenaza para la biodiversidad terrestre, principalmente a través de la pérdida de vegetación natural, sobre todo durante la época de sequía. Los incendios forestales ocurren de manera natural y constituyen un factor importante para la dinámica de muchos ecosistemas forestales del mundo, sobre todo en los bosques templados y algunos matorrales de zonas secas. El fuego influye en los procesos que determinan la disponibilidad de los nutrimentos en el suelo y promueve los procesos de sucesión ecológica que ayudan al mantenimiento de la biodiversidad. Sin embargo, en la actualidad y debido en gran parte a las actividades y control humanos, los patrones naturales de ocurrencia de incendios han cambiado. Ahora muchos de los incendios forestales ocurren en zonas que anteriormente no sufrían de fuegos, mientras que se han suprimido en zonas que presentaban regímenes periódicos. Este cambio puede ser particularmente nocivo para ciertos ecosistemas, como las selvas perennifolias y los bosques mesófilos de montaña.

Los efectos del fuego sobre los ecosistemas son diversos y dependen de su intensidad y frecuencia. Su mayor efecto es la eliminación de la biomasa vegetal que retrasa o interrumpe la regeneración natural, además de que propicia la invasión de plagas y enfermedades forestales. En el caso de la fauna, muchos individuos de algunas especies (sobre todo aquéllas con baja capacidad de movimiento) sucumben en los incendios, lo que puede causar la reducción de sus poblaciones e incluso, ocasionar su extinción local. En el periodo 2000-2008 se registró un promedio anual de 7 mil 965 incendios forestales, con una superficie afectada promedio de poco más de 211 mil hectáreas por año (Cuadros D3_RFORESTA05_01y D3_RFORESTA05_02; IB 7-3). Debe destacarse que 1998 fue un año particularmente destructivo en materia de incendios forestales en el país, registrándose 14 mil 445 conflagraciones y una superficie afectada cercana a las 849 mil 632 hectáreas. La mayor parte de la superficie afectada ese año correspondió a pastizales, arbustos y matorrales; cerca del 23% correspondió a zonas arboladas (Cuadro D3_RFORESTA05_03).

El aprovechamiento ilegal de especímenes de la vida silvestre es también una de las actividades que amenazan a la biodiversidad. Esta práctica incluye la cacería furtiva, captura, colecta, transporte y comercio no autorizado de ejemplares. Por los ingresos que genera, se considera como la tercera actividad ilícita más importante a nivel internacional, después del tráfico de drogas y armas (Conabio, 1998). En México, entre 1996 y 2006, el promedio de especímenes, productos y subproductos de la vida silvestre asegurados por operativo de inspección mantuvo un comportamiento irregular: alcanzó su máximo nivel en los años 2001 y 2002, con alrededor de 115 piezas, después de lo cual se redujo, en los últimos años del periodo citado, a valores de hasta 11 piezas por operativo en 2008 (Figura 4.8; IB 6.4-1). Es importante mencionar que estos datos tan sólo representan el tráfico mínimo detectable, debido a que se desconoce el volumen total de piezas que se trafican ilegalmente dentro y fuera del país.

 

 

Finalmente, el cambio climático global es ahora y será uno de los factores de presión más importantes para la persistencia de los ecosistemas y sus especies en México y el mundo. Se prevé que sus efectos provocarán el cambio en la distribución de muchas especies de plantas y animales, a una tasa que, en muchos casos superará su capacidad de adaptación, lo que las llevará irremediablemente a su extinción. En el capítulo de Atmósfera, en la sección de Cambio climático se presentan más detalles acerca de los efectos de este fenómeno global en la biodiversidad.

 

Especies en riesgo

La disminución de los tamaños poblacionales de muchas especies, producto de las actividades humanas (por alguno de los factores antes mencionados), puede comprometer su permanencia en los ecosistemas naturales y conducirlas a su extinción en el corto, mediano o largo plazos. Casos particularmente graves son los de las especies con áreas de distribución muy restringidas (en ocasiones sólo unas cuantas hectáreas, o en islas o cuerpos de agua), las que tienen tamaños poblacionales reducidos o aquéllas que poseen ciclos de vida particularmente sensibles a los cambios ambientales.

En México la NOM-059-SEMARNAT-2001 es el documento que enlista las especies y subespecies de flora y fauna en riesgo. De acuerdo a dicha norma, actualmente el grupo taxonómico con el mayor número de especies en riesgo es el de las plantas (tanto angiospermas como gimnospermas), con 981 especies. De entre ellas, las familias con mayor número de especies en riesgo son las cactáceas (285 especies, que equivalen al 43% del total de especies descritas para el país), orquídeas (181 especies, 16%), palmas (64 especies, 54%) y agaves (39 especies, 18%). De los animales, los grupos con más especies en riesgo son los reptiles (466 especies, es decir, 58% de las especies conocidas en el país), las aves (371, 30%), los mamíferos (295, 62%), los anfibios (197, 55%) y los peces (185, 9%). Según la norma oficial, el total de especies probablemente extintas en la vida silvestre suma 41 (19 de aves, 11 de peces, 7 de mamíferos y 4 especies de plantas).

Al respecto, en 2005 la Semarnat promovió los trabajos para actualizar los listados de especies en riesgo que componían la norma del año 2001. Como resultado, en el mes de diciembre de 2008, se publicó en el diario oficial de la federación el proyecto de modificación a la norma oficial mexicana NOM-059-SEMARNAT-2001, producto de la labor conjunta tanto de instancias gubernamentales como privadas. De acuerdo con dicho documento, el número de peces en riesgo aumentaría en 27 especies, las aves en 21 y los hongos en cinco especies. En contraste, 10 especies de plantas podrían salir del listado de riesgo. En términos generales el incremento es de 37 especies, pasando de 2 mil 583 a 2 mil 620 especies.

A nivel mundial, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de 2008 de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en ingles), 16 mil 928 especies podrían catalogarse dentro de alguna categoría de riesgo: 3 mil 141 se consideran en peligro crítico de extinción, 4 mil 603 en peligro y 8 mil 283 en condiciones de vulnerabilidad1. Si se analiza la lista por grupo taxonómico, se observa que las plantas son el grupo más vulnerable a nivel mundial, con cerca de 8 mil 457 especies en la lista. Le siguen los anfibios (mil 905 especies), los peces (mil 275), las aves (mil 222) y los mamíferos (mil 141). El porcentaje de las especies en las distintas categorías de riesgo, por grupo taxonómico, se muestra en la Figura 4.9.

 

 

La inclusión de especies en la lista de la IUCN ha crecido de manera significativa en los últimos años para algunos grupos taxonómicos (Figura 4.10). En el caso de las plantas, el número de especies creció de 5 mil 328 en el periodo 1996-1998 a 8 mil 457 especies en el 2008, es decir, cerca de 313 especies por año. Incrementos significativos también se han observado en los anfibios (con un crecimiento en el mismo periodo de 124 a mil 905 especies; ver el Recuadro Crisis global de los anfibios) y en los peces (que pasaron de 734 a mil 275 especies).

A pesar de que la extinción de especies es un proceso natural, durante los últimos años la tasa de extinción registrada en el mundo es más de mil veces mayor a la estimada a partir del registro fósil (MEA, 2005). En el mundo, según la IUCN, el número de especies extintas por causas antropogénicas hasta 2008 asciende a 924, entre las que se encuentran 134 especies de aves, 91 de peces, 87 de plantas y 76 de mamíferos (ver el Recuadro La extinción global).

 

 

Nota

1La suma de las especies en las distintas categorías de riesgo no coincide con el total en virtud de que la fuente tan sólo reporta la categoría de riesgo para los principales grupos taxonómicos.