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México contribuye con alrededor del 0.2% de la producción maderable mundial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De acuerdo con los resultados preliminares del Inventario Nacional Forestal y de Suelos 2004-2009, entre 2004 y 2007 había en el país alrededor de 2 mil 236 millones de metros cúbicos de madera en rollo en pie en las selvas y bosques de país.

 

 

 

 

 

 

La producción nacional maderable entre 1986 y 2005 promedió una cifra cercana a los 7.8 millones de metros cúbicos en rollo anuales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Según la FAO, la producción de leña en México podría alcanzar el 86.2% de la producción maderable nacional, con un valor de 38.4 millones de metros cúbicos por año.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aun cuando el aumento anual de coníferas en los bosques mexicanos es muy superior al volumen de producción, la extracción no reportada por deforestación y consumo de leña puede cambiar significativamente el panorama.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los PFNM que se aprovechan en mayor cantidad en México son la tierra de monte y las resinas.

 

 

  CAPÍTULO 2. ECOSISTEMAS TERRESTRES
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USO DE LOS RECURSOS NATURALES DE LOS ECOSISTEMAS TERRESTRES

La enorme superficie que cubre la vegetación natural en el país brinda, además de una variada gama de servicios ambientales, un gran potencial para el aprovechamiento de sus recursos naturales. Actualmente, aunque la mayor parte de los alimentos que consume la humanidad proviene de plantas y animales domesticados, esto no significa que haya dejado de depender de la vida silvestre. Una porción importante de la población, sobre todo la que se encuentra en situación de pobreza y que habita zonas rurales, utiliza leña como fuente de energía, y millones de personas obtienen casi toda la proteína de su dieta a partir de la pesca o la caza. Si bien muchos de los productos que se extraían de poblaciones silvestres ahora son cultivados (p. e. plantaciones forestales o granjas piscícolas), sigue siendo muy común en los países en desarrollo que la mano del hombre no intervenga en la producción o crianza de estos organismos, sino que simplemente los obtenga del medio silvestre.

Si bien la variedad de productos que se extraen de los ecosistemas terrestres nacionales es muy variada, esta sección se enfocará en la explotación de los recursos naturales de las zonas forestales del país, es decir, de los recursos forestales maderables y no maderables de los bosques y las selvas. Esto responde básicamente a la existencia, calidad y disponibilidad de información.

Las selvas y bosques, como ya se ha mencionado, brindan muy diversos servicios ambientales a la sociedad, tales como la protección del suelo contra la erosión, el mantenimiento de su fertilidad, el abasto continuo en volumen y calidad del agua, la preservación de la biodiversidad y la estabilidad climática a niveles regional y global (Conabio, 1998; Matthews et al., 2000; SCBD, 2001c; Groombridge y Jenkins, 2002). Las zonas forestales también sirven como espacios para la recreación y el turismo, la educación y el conocimiento científico, además del enorme valor cultural y espiritual que tienen para muchos grupos humanos en el mundo. Sin embargo, el aporte más tangible a la sociedad es la diversidad de bienes que se explotan en ellos: por un lado, los productos maderables, que básicamente consideran la madera para la producción de escuadría (tablas, tablones, vigas y materiales de empaque), papel, chapa, triplay y para la generación de energía, a través de la quema de leña (Semarnat, 2003). Por otro lado, se encuentran los productos no maderables, un conjunto vasto que incluye la tierra de monte, resinas, fibras, ceras, frutos y plantas vivas, entre muchos otros (SCBD, 2001b; Semarnat, 2003).

 

Recursos forestales maderables

A escala mundial, la producción de madera se ha mantenido relativamente constante entre los años 1990 y 2005 con volúmenes alrededor de los 3 mil millones de metros cúbicos de madera (Figura 2.22). De este volumen, una fracción importante corresponde a leña: la FAO estimó en 2005 que el 67.5% de la producción global correspondía a este combustible. Las regiones más productivas en el 2005 fueron Norteamérica (con el 26% de la producción mundial), Europa (23%) y África (22%); en contraste, las regiones con menores volúmenes fueron Centroamérica (1.5% del total) y el Caribe (0.6%). A pesar de la estabilidad en los valores de la producción mundial en ese periodo, todas las regiones mostraron tasas de producción anual negativas, a excepción de Oceanía, África y Centroamérica, que crecieron al 3.1, 2.3 y 2.6% anual, respectivamente.

 

 

A nivel de país, los mayores productores de madera en 2005 fueron Estados Unidos (18% de la producción global), Brasil (10%), Canadá (7%), la Federación Rusa (6%) y China (4%; Figura 2.23). Los países mencionados, en conjunto, contabilizaron el 45.5% de la producción mundial de madera de ese año. México contribuye con tan sólo el 0.2% de la producción mundial.

 

 

Las existencias maderables de un país dependen en gran medida de la extensión de sus bosques y selvas, aunque también de la cantidad de madera que hay por unidad de superficie. Los países que tienen las mayores existencias de madera son la Federación Rusa, Brasil, Canadá y Estados Unidos. La cantidad de madera por hectárea varía dependiendo tanto del clima (p. e. los bosques tropicales en general tienen más recursos por unidad de área) como de la forma en que se ha manejado la vegetación. En el caso particular de los bosques de México, se considera que se encuentran entre los más pobres tanto de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) como de América Latina (Figura 2.24).

 

 

Las tendencias mundiales señalan que los países en vías de desarrollo tienden a reducir sus existencias de madera debido a las elevadas tasas de deforestación, mientras que en los países industrializados crece cada vez más no sólo la extensión arbolada sino también la cantidad de madera a una tasa de un metro cúbico por hectárea al año. Se estima que la explotación maderera consume anualmente 0.86% de la existencia mundial de árboles en pie, cuyo volumen es de aproximadamente 386 mil millones de metros cúbicos.

En México se han realizado diversos trabajos para determinar las existencias de madera. A la fecha se han realizado cuatro inventarios nacionales, el último de los cuales, con resultados preliminares, se ha dado a conocer durante el 2008. Desafortunadamente, los resultados de los inventarios no son comparables entre sí, básicamente debido a las diferencias en la información base (algunos emplearon fotografías aéreas o imágenes satelitales), las escalas de trabajo (que van desde 1:250 000 hasta 1:1 000 000) y la clasificación empleada para la vegetación.

El primer inventario se realizó en el periodo 1961-1985, utilizando fotografías aéreas y efectuando muestreos de campo intensivos. Este inventario se concibió a través de inventarios estatales, y aunque existen memorias con sus resultados, no se elaboró una publicación formal que las integre. El Inventario Nacional Forestal de Gran Visión de 1991 fue el primero en contener información a escala nacional. Se produjo en 1991 con la información de campo del primer inventario y con otras fuentes sumamente detalladas que se formularon para estudios dasonómicos y planes de manejo integral. El tercer inventario, conocido como el Inventario Nacional Forestal Periódico, publicado en 1994, usó imágenes de satélite de moderada resolución para elaborar mapas de todo el territorio nacional en escala 1: 250 000; el levantamiento de la información de campo se realizó mediante parcelas de muestreo distribuidas sistemáticamente y se obtuvieron mapas en los cuales se zonificaron los terrenos forestales según su aptitud y funciones. Por primera vez, la información obtenida en este inventario pudo emplearse en Sistemas de Información Geográfica.

El Inventario Nacional Forestal y de Suelos 2004-2009 es la versión más reciente de los inventarios nacionales. Para este inventario se realizaron muestreos de campo directos, entre octubre de 2004 y noviembre de 2007, en más de 20 mil conglomerados (es decir, en parcelas de muestreo con cuatro sitios cada una), lo que equivaldría a más de 80 mil sitios distribuidos en todos los tipos de vegetación del país, en los cuales se tomaron datos forestales relevantes sobre el arbolado y el estrato arbustivo, así como distintos aspectos del suelo y del medio ambiente de cada uno de ellos.

Dos de los aspectos más destacables de este inventario son la calidad y la riqueza de la información que contiene. El adecuado diseño muestral del inventario ha hecho posible obtener información estadística confiable respecto a los recursos forestales nacionales. Esta información abarca una gran diversidad de variables, entre las que destacan desde la densidad y altura del arbolado, hasta el volumen de madera en rollo y el incremento anual del volumen, todo ello a nivel de ecosistema y por tipo de formación. Algunos datos preliminares obtenidos del inventario pueden observarse en la Tabla 2.3.

 

 

Según los datos preliminares obtenidos a partir del inventario, entre 2004 y 2007 había en el país alrededor de 2 mil 236 millones de metros cúbicos de madera en rollo en pie en las selvas y bosques de país, todo ello en una superficie forestal de alrededor de 64.2 millones de hectáreas. Del total de madera, según el inventario, el mayor porcentaje está en los bosques templados (55.2% del total, es decir, alrededor de mil 234 millones de metros cúbicos) y el restante, en las selvas (44.8%, que equivale a cerca de mil millones de metros cúbicos).

A nivel de formación, los depósitos más importantes de madera en rollo en el país -tanto en volumen total como por hectárea- son las selvas altas y medianas, con cerca del 31% del volumen total nacional (cerca de 699 millones de metros cúbicos), seguidas por los bosques de coníferas y latifoliadas (26.7%, 598 millones de metros cúbicos) y los bosques de coníferas (14.8%, alrededor de 332 millones de metros cúbicos). Con respecto al incremento promedio en el volumen de madera anual, es mayor en los bosques de coníferas, equivalente a 1.19 metros cúbicos en rollo en pie por hectárea, que en los bosques de latifoliadas, donde alcanza tan sólo un incremento promedio de 0.88 metros cúbicos en rollo en pie por hectárea.

La producción maderable anual entre 1986 y 2005 promedió una cifra cercana a los 7.8 millones de metros cúbicos en rollo; sin embargo, aunque la producción ha mostrado un comportamiento variable, puede observarse una tendencia a la reducción en la producción maderable (Figura 2.25; Cuadro D3_RFORESTA04_01). Los estados de Durango, Chihuahua y Michoacán son los que más contribuyen a la industria nacional (Mapa 2.11; Cuadro D3_RFORESTA04_01), la cual está basada sobre todo en madera de pinos y encinos; las maderas preciosas aportan poco al volumen de madera producido en el país. Las principales especies aprovechadas durante el periodo 1990-2003 fueron: el pino con 94.5 millones de metros cúbicos en rollo (81.5% de la producción del periodo) y el encino con 9.4 millones de metros cúbicos (8.1%; Figura 2.26; Cuadro D3_RFORESTA04_02).

 

 

 

 

A diferencia de lo que ocurre en otros países, donde la creciente demanda de celulosa para la fabricación de papel es el motor más importante detrás del aumento en la explotación maderera, en México las formas de uso que están creciendo más rápidamente son los durmientes (28% anual entre 1997 y 2005), el carbón (16.2%), la leña (2.1%) y la chapa y el triplay (1.6%), mientras que los celulósicos y los postes, pilotes y morillos decrecieron en el mismo periodo (-8.1 y -10.7%, respectivo; Figura 2.27; Cuadro D3_RFORESTA04_03).

 

 

La mayor parte de la madera industrial en rollo se destina a la “escuadría” (esto es tablas, tablones y vigas), que consumió el 65% de la producción nacional entre 1997 y 2005, seguida del papel con 12.9% y la chapa y el triplay (4.3%; Figura 2.28; Cuadro D3_RFORESTA04_03). De acuerdo con estos datos, el uso de la madera como energético es mínimo en México, pues durante este periodo se empleó en promedio sólo 2.9% de la producción como leña y 3.9% como carbón. Estas cifras contrastan fuertemente con la estimación que realizó la FAO de alrededor de 38.4 millones de metros cúbicos (FAO, 2005), y que corresponderían a 86.2% de la producción nacional maderable, que habría sido de 44.6 millones de metros cúbicos en 2005 (Figura 2.29).

 

 

 

Es importante señalar que los datos de producción maderable no incluyen la cosecha en zonas áridas o en las orillas de los caminos, que es empleada fundamentalmente como combustible. Es muy probable que el factor que incide de manera más fuerte sobre la discrepancia entre los datos nacionales y los de la FAO sea que el corte de leña ocurre sin informar a las autoridades federales. Esta actividad tiene lugar en zonas rurales (principalmente de uso común) y es administrada por órganos de decisión locales.

Para lograr un aprovechamiento de madera sostenible, el volumen de madera que se extrae debe ser menor a la renovación natural de los bosques. Si la explotación se encuentra por arriba de la renovación, entonces se está degradando la base de recursos naturales y la disponibilidad futura de los mismos. El Inventario Nacional Forestal y de Suelos 2004-2009 calculó estimaciones sobre la tasa de renovación (denominada “aumento anual”) para las coníferas, el grupo más utilizado industrialmente con fines maderables. De acuerdo con la información más reciente, el aumento anual de coníferas en México es de aproximadamente 9.26 millones de metros cúbicos de madera en rollo, el cual es cerca de dos veces mayor a la producción registrada para estas especies en 2005. Si bien esto sugeriría que no se ha sobrepasado la capacidad de producción de nuestros bosques de coníferas, debemos recordar que la extracción no reportada por deforestación y consumo de leña es muy grande, lo que puede cambiar significativamente el panorama.

Independientemente de los efectos que tiene la extracción de leña y madera sobre la vegetación, la superficie forestal está disminuyendo y, de acuerdo con las tendencias actuales, se espera que los bosques primarios –los que más madera contienen– se reduzcan de manera considerable en las próximas décadas como se ha visto en secciones previas. Por sí mismo, esto revela el uso insostenible que se hace de los bosques nacionales.

El caso de las selvas es similar. En ellas la extracción se concentra en las especies de maderas preciosas. No existe información sobre el aumento anual de madera de este grupo, pero algunos datos nos pueden dar indicios sobre la insostenibilidad de su aprovechamiento. El sureste del país constituye la región de la cual proceden casi exclusivamente estas maderas. Para que una parcela recupere su cantidad de maderas preciosas, debe descansar por cerca de 50 años. Por lo tanto, la explotación sostenible de estos recursos requiere de grandes extensiones de selva que permitan aprovechar una parcela mientras se dejan en “descanso” o recuperación las otras 49.

Cuando vastas regiones de selva permanecieron despobladas, fue posible que se explotara la caoba de la región sureste con un esquema de ciclos de descanso de varias décadas. En la actualidad, la minifundización de las tierras que acompañó a los programas de colonización de los trópicos de las décadas de los sesenta y setenta, impidió mantener estos ciclos de descanso, ocasionando que las plantas de caoba o cedro remanentes sean escasas y de talla reducida (Challenger, 1998; Cemda-Cespedes, 2002). Hoy, las maderas preciosas apenas representan medio punto porcentual de la producción maderable de México.

 

Recursos forestales no maderables

Los productos forestales no maderables (PFNM) reciben muy poca atención en comparación con los recursos maderables. Sin embargo, comprenden una importante variedad de productos medicinales, alimenticios, materiales para la construcción, resinas, gomas, tintes, ceras, esencias y aceites, entre otros. En general, estos productos carecen de un mercado amplio y consolidado (a diferencia de los productos maderables) y en su mayoría son explotados localmente por personas de escasos recursos económicos. En virtud de ello, es probable que una parte importante del aprovechamiento de estos recursos no esté cuantificado con precisión en muchas regiones -particularmente las rurales-, en donde los usuarios no tienen obligación de reportar su extracción. Por ello, los valores reportados para estos productos son seguramente subestimaciones de su aprovechamiento real en nuestro país y quizá por ello persiste la noción equivocada de que los PFNM constituyen un recurso de escaso valor económico.

Los PFNM que se aprovechan en mayor cantidad en México, y que generalmente se extraen de los bosques de coníferas, son la tierra de monte y las resinas; muestra de ello es que del volumen total de PFNM obtenido entre 1990 y 2005, cerca del 50% correspondió a la tierra de monte y 15.2% a las resinas (Figura 2.30; Cuadro D3_ RFORESTA04_05). Si bien las fibras y las ceras no son los productos más importantes en cuanto a volumen de producción (en conjunto sumaron tan sólo 2.3% del volumen de PFNM del periodo), representan el sustento de cientos de las familias más pobres del país. Generalmente se producen en zonas áridas y semiáridas a partir de plantas de la familia de las agaváceas, bromeliáceas y euforbiáceas. Esta distribución geográfica diferencial de los productos no maderables se refleja en que los estados de las zonas serranas (productores de resinas, como Michoacán) y de las zonas áridas (como Baja California, Zacatecas y Tamaulipas) se encuentren entre los primeros lugares en producción (Mapa 2.12; Cuadro D3_RFORESTA04_04).

 

 

 

Si consideramos como referencia las más de 25 mil especies de plantas superiores que se encuentran en nuestro país, el número de ellas que se utilizan es muy reducido, ya que no llegan a 100 las que se explotan comercialmente y menos de un millar tienen aprovechamiento regional (Figura 2.31; Cuadro D3_RFORESTA04_06).

 

 

A pesar de que la extracción de PFNM parece ir en aumento, la razón no es una mayor diversificación de productos -los mismos rubros siguen contribuyendo al total en proporciones relativamente semejantes-, sino a una mayor intensidad de explotación de los productos ya utilizados, lo que puede conducir a su sobreexplotación y escasez en el futuro (Figura 2.32; Cuadro D3_RFORESTA04_04). Un efecto colateral de esta concentración en unos pocos productos es el que la economía de las personas y comunidades que dependen de ellas se torne más vulnerable a las fluctuaciones del mercado, lo que ocasionaría que los precios de estos productos se desplomen, dejando a los productores en una situación muy comprometida; situación que ya les ha ocurrido en el pasado, por ejemplo, a los productores de cera de candelilla, chicle y barbasco.

 

 

Además de su potencial económico, se ha sugerido que incentivar el uso de los PFNM puede ser una excelente alternativa para la conservación de la vegetación natural donde se encuentran, ya que para su permanencia requieren de cierto grado de conservación de los ecosistemas. En algunos países de América Latina, incluido México, ya se han establecido “reservas extractivas”, que son porciones de selva protegidas por las comunidades rurales, de las que se extraen bienes comerciales, tales como mariposas que se venden a coleccionistas de todo el mundo. Si bien en lo inmediato las reservas extractivas han frenado la deforestación, en varios casos se ha observado que la constante perturbación que causan las actividades humanas ha perjudicado la vida silvestre, por lo que es necesario mejorar este modelo productivo para que sea realmente sostenible.