CAPÍTULO 6. AGUA
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SERVICIOS AMBIENTALES DE LOS ECOSISTEMAS ACUÁTICOS

Aunque tradicionalmente los temas relativos a la disponibilidad y calidad del agua y los ecosistemas acuáticos (tanto continentales como oceánicos) se tratan separadamente, están íntimamente relacionados. Los ecosistemas acuáticos, tanto los dulceacuícolas como los costeros y oceánicos, participan de manera importante en el ciclo hidrológico, actuando como los reservorios más importantes del agua y como las fuentes primarias del vapor que alcanza la atmósfera y posteriormente regresa a ellos en forma de precipitación y escurrimientos. En este sentido, actúan directa e indirectamente sobre los balances hídricos locales y regionales, es decir, sobre la disponibilidad del agua. Paralelamente, funcionan como receptores y filtros de los contaminantes que traen consigo las aguas que escurren y llegan a ellos, purificándolas y contribuyendo a mejorar su calidad.

En el territorio mexicano se encuentran representados una amplia variedad de ecosistemas dulceacuícolas: desde los que se desarrollan en ríos, lagos, presas y estanques, hasta aquellos que se hallan en las zonas terrestres y tienen una gran influencia hídrica, como los tulares, popales y petenes. A todos ellos se suman los ecosistemas acuáticos de aguas salobres, como los manglares, además de los netamente marinos, como los arrecifes de coral, las praderas de pastos marinos y los ecosistemas pelágicos, por mencionar sólo algunos de ellos. Una descripción completa de estos ecosistemas, de su importancia biológica y de su situación actual puede encontrarse en el Capital Natural de México20, publicado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio, 2009).

Los ecosistemas naturales, tanto acuáticos como terrestres, proveen multitud de bienes y servicios ambientales indispensables para la vida diaria y el desarrollo de las sociedades. Estos bienes y servicios son resultado, finalmente, de la biodiversidad y de los procesos ecológicos que se llevan a cabo de manera natural y que mantienen en funcionamiento a los ecosistemas. Aunque el agua dulce para el consumo humano es uno de los servicios ambientales más importantes que los ecosistemas acuáticos continentales proveen, existen otros no menos importantes (Daily et al., 1997; Wilson y Carpenter, 1999; MEA, 2005; Tablas 6.4 y 6.5). Por ejemplo, los ríos y lagos sirven como medio de transporte humano y de mercancías, para la generación de energía eléctrica, el abasto de alimentos (peces, moluscos y crustáceos, entre otros) y la irrigación de las tierras agrícolas. En el caso de los servicios no cotizados en el mercado, debemos destacar el papel que tienen, por ejemplo, los humedales como reguladores del control de las avenidas que resultan de los eventos de precipitación intensa (lo que evita o reduce las pérdidas humanas y económicas derivadas de las inundaciones), el mantenimiento de su biodiversidad (que incluye no sólo las especies que se emplean como alimento o como fuentes de materiales, sino también a las que sostienen a los ecosistemas), el reciclaje de nutrimentos (por medio de los ciclos biogeoquímicos), la purificación del agua de los desechos domésticos e industriales y la regulación del clima a nivel local y regional.

 

Aun cuando las estimaciones del valor económico de los servicios ambientales son escasas, debido principalmente a la dificultad que implica su cálculo, se han hecho algunas estimaciones (Tabla 6.6). En el caso de México, por ejemplo, se ha encontrado que la producción en las pesquerías de peces y cangrejos en el Golfo de California está relacionada directamente con la abundancia local de manglares (Aburto-Oropeza et al., 2008).

 

Pesca

Por su valor económico y volumen de producción, los productos pesqueros son algunos de los bienes más importantes obtenidos de los ecosistemas de las aguas continentales y los océanos a escala global. El pescado aporta alrededor del 20% de la ingesta anual de proteínas animales a cerca de 3 000 millones de personas en el mundo (FAO, 2012). Las estimaciones preliminares de la pesca mundial para 2011, basadas en los informes de algunos de los principales países pesqueros, indican que la producción (que incluyó tanto a la captura continental y marina como a la acuacultura) alcanzó poco más de 154 millones de toneladas.

En el caso particular de México, en el periodo 1990-2011 la producción pesquera anual (considerando tanto la captura como la acuacultura) fue de 1.47 millones de toneladas en promedio (Figura 6.19), lo que lo colocaba como uno de los veinte mayores productores en el mundo, con cerca del 1.1% de la captura total para 2009 (FAO, 2010). Considerando la acuacultura, México se ubica en el lugar 26 en la lista de los mayores productores a nivel mundial (Conapesca, Sagarpa, 2010).

La producción pesquera nacional se basa actualmente en la captura marina, aun a pesar del rápido crecimiento que la acuacultura ha registrado en los últimos años. En 2011, el 84.2% de la producción correspondió a captura (marina y continental) y el restante 15.8% a la acuacultura (IB 8-1). Si se revisa la producción por litoral, entre 1990 y 2011 los estados del Pacífico aportaron cerca del 76.5% de la producción nacional, con alrededor de 1.1 millones de toneladas anuales en promedio; los estados del litoral del Golfo y el Caribe produjeron 21.5% del total, equivalente a 316.4 mil toneladas anuales. Los estados sin litoral apenas alcanzaron el 2.6% del total de la producción pesquera nacional, con poco más de 41 mil toneladas anuales en promedio. En 2011 la mayor producción pesquera fue en el Litoral Pacífico con 1.38 millones de toneladas (83.1%), seguida por e Golfo y Mar Caribe con 239 mil toneladas (14.4%; Figura 6.20; Sagarpa, 2005-2011; Cuadro D2_PESCA01_01).

A nivel estatal las entidades que aportaron los mayores volúmenes de la producción pesquera en 2011 fueron Sonora con 610 706 toneladas (36.8% del total nacional), Sinaloa con 337 863 toneladas (20.4%), Baja California Sur con 151 186 toneladas (9.1%), Baja California con 135 619 toneladas (8.2%) y Veracruz con 79 268 toneladas (4.8%); lo que representa poco más del 79% de la producción nacional (Mapa 6.24; Cuadro D2_PESCA01_01).

Si se examina la contribución de las pesquerías a la producción nacional (incluyendo la captura y la acuacultura), en 2011 cerca de la mitad (48%) de la producción (794 566 toneladas) fue aportada por tres pesquerías: sardina, túnidos y camarón. Entre éstas, la producción de sardina fue la más importante, contabilizando más de 684.1 mil toneladas, lo que equivale al 86% del total aportado por estas tres pesquerías.

La flota pesquera nacional creció 10.1% entre 1990 y 2011, pasando de 74 572 a 82 069 embarcaciones. En este último año, la mayor parte de la flota la integraban las embarcaciones de pesca ribereña (96.1%), mientras que las de altura representaban apenas el 3.9% (IB 8-2). De la flota pesquera nacional, la camaronera es muy superior a las demás: representa 59.6% del total de la flota de altura, mientras que las embarcaciones de pesca atunera y la de captura de anchoveta y sardina apenas alcanzan poco más del 7.7%. En 2011 había 1 896 embarcaciones camaroneras, 70% en el Pacífico y el resto en el litoral del Golfo y El Caribe (1 326 y 570 barcos, respectivamente). Como parte de la flota, en el litoral Pacífico había también 234 embarcaciones para la pesca de escama21, 107 para la del atún y 108 para la sardina. En el Golfo y Mar Caribe se tenían 805 para escama y 31 para atún en ese mismo año.

Por entidad federativa, en 2011 la mayor flota de pesca de altura correspondía a los estados con mayor producción pesquera: Sinaloa (759 embarcaciones), Sonora (516) y Baja California (256) en el Pacífico; en el litoral del Golfo y Mar Caribe,  Yucatán (664), Tamaulipas (267) y Campeche (257) fueron las entidades con las flotas de altura más importantes (Mapa 6.25). Con respecto a la edad de las embarcaciones, la mayoría de ellas (poco más del 86%) tienen una antigüedad mayor a 20 años (60% de las cuales incluso tienen más de 30 años) y solamente menos del 2% tienen 10 años o menos.

 

Estado de las pesquerías

La captura pesquera puede convertirse en una actividad altamente perjudicial para los recursos pesqueros cuando se realiza de manera inadecuada (FAO, 2009). Algunas de las consecuencias más importantes de la sobreexplotación pesquera son la pérdida de la productividad y su extinción comercial (Jackson et al., 2001). Ello resulta del efecto que la captura tiene en las poblaciones de las especies objetivo: disminución de su tamaño poblacional y alteraciones de su estructura de tamaños y condición reproductiva (García et al., 2003; Godø et al., 2003). Los efectos anteriores afectan el potencial de recuperación y la viabilidad a largo plazo de las poblaciones de las especies pesqueras.

En México, a partir de la Carta Nacional Pesquera (DOF, 2004), la cual está basada en las generalidades de las pesquerías (zonas de captura, equipos y artes de pesca utilizados), así como diversos indicadores (p. e., de captura y esfuerzo de captura), se determinó el estatus que guardaban las diversas pesquerías del país. Así, en el Golfo de México y en el Pacífico, 19 y 27% de las pesquerías, respectivamente, se encontraban en condiciones de deterioro, 67 y 51% en condiciones de aprovechamiento máximo sostenible, y sólo alrededor del 15 y 16% tenían potencial de desarrollo (Figura 6.21). Respecto a los cuerpos de agua continentales, en 84% no estaba determinado su estado, 8% tenían potencial de desarrollo, 3% aprovechamiento máximo sostenible y 5% estaban en deterioro (DOF, 2004; IB 8-5).

Otro método indirecto para evaluar el estado de las pesquerías es por medio del cálculo de sus  rendimientos. El rendimiento pesquero relativo se define como la captura que se obtiene en un periodo particular por unidad de esfuerzo de captura, estandarizado con respecto a un año base (FAO, 2000). Si se expresa como porcentaje, un valor del indicador superior al 100% sugiere que el recurso puede continuar desarrollándose, mientras que un valor inferior puede significar el deterioro de la pesquería. En general, en México las pesquerías de escama y de atún muestran para el periodo comprendido entre 1990 y 2008 valores decrecientes de rendimiento, lo que sugiere un deterioro de dichas pesquerías, pese a que en los dos años posteriores su rendimiento se incrementó 45% (pasó de 42 a 67); por el contrario, la de camarón muestra, a pesar de las oscilaciones, valores de rendimientos crecientes que apuntan a que aún tienen potencial de explotación; mientras que la de sardina-anchoveta que también con fluctuaciones tuvo un importante incremento hasta 2009 y en 2010 disminuyó 28% y se recuperó 5% en el último año (Figura 6.22; IB 8-4).

 

Otros impactos de la pesca

Además del deterioro de las propias pesquerías, la pesca puede ejercer un impacto muy severo sobre la biodiversidad costera y oceánica. Uno de los problemas más graves que ocasiona es la captura incidental de organismos sin interés comercial, la llamada fauna de acompañamiento (integrada principalmente por mamíferos, peces, reptiles e invertebrados), debido básicamente a la falta de selectividad de las artes tradicionales.

En el caso de la pesca del camarón en México, por ejemplo, la fauna de acompañamiento la integran alrededor de 600 especies de peces, moluscos, equinodermos y  crustáceos (DOF, 2010). Aunque resulta difícil estimar con precisión el daño que la pesca incidental ha ocasionado en los ecosistemas marinos, tan sólo en el año 2000 el descarte de fauna de acompañamiento alcanzó 6 400 toneladas en el Pacífico, mientras que en el Golfo de México y Mar Caribe fue de 1 846 toneladas. Para el 2010, el volumen total de fauna de acompañamiento reportado fue de 5 601 toneladas; 4 344 en el Pacífico y 1 257 en el Golfo y El Caribe (DOF, 2010).

Algunas artes de pesca también perturban el medio marino y destruyen el hábitat de muchas especies. Las redes de arrastre barren el lecho marino en busca de camarones y otras especies del fondo, lo que causa que pastos marinos, esponjas, corales y erizos, entre otros organismos, sean capturados, lastimados o desprendidos del lecho oceánico. Con la pérdida de los microhábitats creados por esponjas y corales se pierden, además, sitios de reclutamiento y alimentación para otras especies, lo que afecta tanto a sus poblaciones como al flujo y la dinámica de las cadenas tróficas. Aun cuando no se tienen datos periódicos del área que anualmente se barre en la búsqueda del camarón y otras especies del fondo, en el año 2000 se estimó que tan sólo en el Pacífico mexicano la superficie arrastrada fue de casi 550 000 kilómetros cuadrados (cerca de dos veces el estado de Chihuahua), mientras que en el Golfo de México y Mar Caribe pudo sumar los 187 000 kilómetros cuadrados (Sagarpa, 2007).

Otras pesquerías, como la del atún, pueden capturar especies de vertebrados amenazadas, entre las que se encuentran cetáceos, tiburones y tortugas marinas (Cuadro D2_PESCA04_02). De ahí que esta pesquería esté bajo una supervisión meticulosa por parte de técnicos observadores que garanticen el cumplimiento normativo nacional e internacional y permitan reducir la captura incidental, principalmente de los delfines asociados. Los esfuerzos realizados para la protección de estos mamíferos se iniciaron a mediados de los años setenta, y actualmente están en marcha dos programas (uno nacional y otro internacional) de reducción sucesiva de la mortalidad incidental de estos animales. Ambos se basan en el monitoreo de la mortalidad incidental de delfines por medio de observadores desde 1991. La Norma Oficial Mexicana de Emergencia NOM-EM-002-PESC-1999 actualiza la legislación anterior en materia de protección de delfines en el marco del Acuerdo sobre el Programa Internacional para la Conservación de Delfines (AIDCP, por sus siglas en inglés) y de la Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT) e incorpora el “límite de mortalidad incidental de delfines” (LMD) por barco como instrumento básico de control.

En México, durante las últimas dos décadas, la muerte incidental de delfines por la actividad de la flota atunera ha disminuido 92.7%, pasando de poco más de 9 560 delfines en 1992 a 701 en 2011 (Figura 6.23; IB 6.4.1-6). Dado el avance que se ha realizado en el país en la reducción de la mortalidad de los delfines, en mayo de 2012 la Organización Mundial de Comercio (OMC) publicó el fallo final sobre el etiquetado “dolphin safe” que Estados Unidos mantiene sobre el atún mexicano, con el fin de levantar el embargo atunero a nuestro país.


Notas:

20 Disponible en versión PDF en la dirección electrónica: www.biodiversidad.gob.mx/pais/capitalNatMex.html

21 Se refiere a una pesquería muy diversa, la cual abarca recursos asociados tanto a la línea de costa y ambientes estuarinos, como a las aguas continentales (ríos, lagos y presas).