La información más reciente sobre vegetación y cambio de uso del suelo en México, se encuentra en los Indicadores Básicos y Clave.

 

  CAPÍTULO 2. ECOSISTEMAS TERRESTRES
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USO DE LOS RECURSOS NATURALES DE LOS ECOSISTEMAS TERRESTRES

La enorme superficie que cubre la vegetación natural en el país brinda, además de una variada gama de servicios ambientales, un gran potencial para el aprovechamiento de sus recursos naturales. Actualmente, aunque la mayor parte de los alimentos que consume la humanidad proviene de plantas y animales domesticados, esto no significa que su dependencia de la vida silvestre sea mínima o nula. Una proporción importante de la población, sobre todo la que se encuentra en situación de pobreza y habita zonas rurales, utiliza leña como fuente de energía, y millones de personas obtienen casi toda la proteína de su dieta a partir de la pesca o la caza. Si bien muchos de los productos que se extraían de poblaciones silvestres ahora son cultivados (p. e., en granjas piscícolas), es aún muy común en los países en desarrollo que el hombre no intervenga en la producción o crianza de los organismos que consume, sino que simplemente los obtenga del medio silvestre.

Si bien la variedad de productos que se extraen de los ecosistemas terrestres nacionales es muy variada, esta sección se enfocará en la explotación de los recursos naturales de las zonas forestales y preferentemente forestales, es decir, de los recursos maderables y no maderables de bosques y selvas. Esto responde básicamente a la existencia, calidad y disponibilidad de la información. En el caso del uso de la vida silvestre, se analiza en otra sección de este capítulo y en el dedicado a la Biodiversidad.

Las selvas y bosques, como ya se ha mencionado, brindan diversos servicios ambientales a la sociedad. Sin embargo, el aporte más tangible a la sociedad es la diversidad de bienes que se explotan en ellos: por un lado, los productos maderables, que básicamente consideran la madera para la producción de escuadría (tablas, tablones, vigas y materiales de empaque), papel, chapa, triplay y para la generación de energía a través de la quema de leña; y por otro los productos no maderables, un conjunto vasto que incluye a la tierra de monte, resinas, fibras, ceras, frutos y plantas vivas, entre muchos otros (SCBD, 2001b).

Recursos forestales maderables

Entre 1990 y 2005, la producción mundial de madera se mantuvo relativamente constante, con volúmenes ligeramente mayores a los 3 mil millones de metros cúbicos de madera anuales, que incluían tanto la madera en rollo para uso industrial como la que se emplea como leña (Figura 2.23). Las regiones más productivas en madera en el 2005 fueron Norteamérica (con el 23% de la producción mundial), Europa y Asia (cada una con 22%) y África (21%); en contraste, las regiones con menores volúmenes fueron Centroamérica (0.6% del total) y El Caribe (0.2%). A pesar de la estabilidad en los valores de la producción mundial en ese periodo, entre 2000 y 2005 algunas regiones mostraron tasas de crecimiento negativas en su producción maderable, como son los casos de los países de El Caribe (-0.15%) y Norteamérica (-0.39%).

A nivel de país, los mayores productores de madera en rollo en 2005 fueron Estados Unidos (27% de la producción global), Canadá (12%), la Federación de Rusia (8%), Brasil (7%), Suecia y China (cada una con 4%; Figura 2.24). Los países mencionados, en conjunto, contabilizaron el 62% de la producción mundial de madera de ese año, mientras que México contribuyó con tan sólo el 0.3% de la producción mundial.

Las existencias maderables de un país dependen principalmente de la extensión de sus bosques y selvas. Sin embargo, también es determinante la cantidad de madera que tienen por unidad de superficie, que depende en última instancia tanto del clima (p. e., los bosques tropicales en general tienen más recursos por unidad de área) como de la forma en que se ha manejado la vegetación. Los países con las mayores existencias de madera son la Federación de Rusia, Brasil, Canadá y Estados Unidos. En el caso particular de los bosques de México, se considera que se encuentran entre los que tienen menores existencias por hectárea tanto de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) como en América Latina (Figura 2.25).

Existencias maderables nacionales

A la fecha se han realizado cuatro inventarios forestales nacionales, aunque por los métodos empleados sus resultados no son comparables entre sí. El primer inventario se realizó en el periodo 1961-1985, utilizando fotografías aéreas y efectuando muestreos de campo intensivos. El segundo, el Inventario Nacional Forestal de Gran Visión de 1991, fue el primero en contener información a escala nacional. El tercer inventario, conocido como el Inventario Nacional Forestal Periódico, publicado en 1994, usó imágenes de satélite de moderada resolución para elaborar mapas de todo el territorio nacional en escala 1: 250 000; el levantamiento de su información de campo se realizó mediante parcelas de muestreo distribuidas sistemáticamente y se obtuvieron mapas en los cuales se zonificaron los terrenos forestales según su aptitud y funciones. Finalmente, el Inventario Nacional Forestal y de Suelos 2004-2009 (INFyS; Conafor, 2011) es la versión más reciente. Para este inventario se realizaron muestreos de campo directos, entre octubre de 2004 y noviembre de 2007, en más de 20 mil conglomerados (es decir, en parcelas con cuatro sitios de muestreo cada una), lo que equivaldría a más de 80 mil sitios distribuidos en todos los tipos de vegetación del país, de los cuales el 98% fue muestreado para la toma de datos forestales relevantes sobre el arbolado y el estrato arbustivo, así como distintos aspectos del suelo y del ambiente.

Uno de los aspectos más destacables de este inventario es la riqueza de la información que contiene. Su diseño muestral hizo posible obtener información estadística confiable de una gran diversidad de variables (se midieron un total de 112 variables en campo), entre las que destacaron la densidad y altura del arbolado, datos para el cálculo del volumen de madera en rollo y el incremento medio anual del volumen, entre otros, todo a nivel de ecosistema y por tipo de formación.

Según los datos preliminares obtenidos a partir del inventario, entre 2004 y 2007 había en el país alrededor de 3 887.4 millones de metros cúbicos de madera en rollo en pie en las selvas y bosques de país, todo en una superficie forestal de alrededor de 63.4 millones de hectáreas. Del total de madera, el mayor porcentaje está en los bosques6 (62% del total, es decir, alrededor de 2 424 millones de m3) y el restante en las selvas (38%, que equivale a cerca de 1 463 millones de m3; Figura 2.26).

Los depósitos más importantes de madera en rollo en el país se encuentran en los bosques mixtos de coníferas y latifoliadas, con cerca del 32% del volumen total nacional, es decir, cerca de 1 240 millones de metros cúbicos (Figura 2.26). Les siguen las selvas altas y medianas (28%, poco más de mil millones de m3), los bosques de coníferas (18%, alrededor de 707 millones de m3) y los bosques de latifoliadas (12%, 477 millones de m3).

Geográficamente, las áreas boscosas con los mayores volúmenes de madera se encuentran en las serranías del estado de Durango, con valores por arriba de los 100 metros cúbicos por hectárea (Mapa 2.14), aunque también pueden encontrarse áreas con grandes volúmenes en los bosques de Oaxaca, Chiapas y Guerrero. Por su parte, las selvas con los mayores volúmenes maderables se localizan en el sureste en los estados de Chiapas, Quintana Roo y Campeche. Como puede observarse en el Mapa 2.14, la mayor parte de la superficie forestal nacional corresponde a zonas con volúmenes reducidos de madera almacenada, es decir, a bosques y selvas con productividades alrededor de los 60 metros cúbicos o menos por hectárea.

La condición de la vegetación marca también diferencias importantes en los volúmenes de madera que guardan los bosques y selvas: la mayor proporción de las existencias maderables del país se encuentra en la vegetación primaria: cerca del 60% del volumen total nacional, es decir, cerca de 2 417 millones de metros cúbicos. La formación con mayor productividad media son las selvas altas y medianas primarias (alrededor de 112 m3/ha, valor 36% mayor que su contraparte secundaria), seguidas por los bosques de coníferas (108 versus 74 m3/ha en su condición secundaria) y los de coníferas y latifoliadas (104 versus 86 m3/ha; Figura 2.27).

Anualmente, por el crecimiento de los árboles y de sus renuevos, se incrementa el volumen de madera que existe en las masas forestales. Dicho crecimiento resulta fundamental para calcular los volúmenes que pueden aprovecharse de manera sostenible en una zona en un periodo particular. Según los datos del INFyS, el volumen de madera que se acumula en los bosques de coníferas del país asciende a 2.29 metros cúbicos por hectárea por año, el cual supera los 1.88 metros cúbicos por hectárea estimados para los bosques mixtos de coníferas y latifoliadas. Considerando la productividad de todos los tipos de bosques del país se puede estimar que cada año los bosques nacionales aumentarían sus existencias en 15.5 millones de metros cúbicos. En el caso de las selvas, es imposible estimar el aumento de las existencias nacionales puesto que el INFyS 2004-2009 tan sólo midió el incremento medio anual en volumen en coníferas y no en las especies propias de las selvas.

Por otro lado, la salud de las masas forestales es relevante no sólo porque permite una adecuada explotación de sus recursos, sino también porque mantiene los demás servicios ambientales que brindan a la sociedad los bosques y selvas. El INFyS también evaluó la salud de los bosques y selvas nacionales a través de los impactos ambientales y de los agentes de perturbación que las deterioran. De acuerdo a sus resultados, de la totalidad del arbolado muestreado, el 96% correspondió a árboles vivos y el restante 4% se encuentra muerto en pie (Figura 2.28). Aunque resultó imposible conocer las causas de  mortalidad de la totalidad de los árboles, se reconoció a los insectos, los incendios, el viento y las enfermedades como los principales agentes.

Sin embargo, no todo el arbolado vivo muestreado se encontró sano. Aunque el 76% de los árboles examinados no evidenció daño aparente, el restante 24% mostraba signos de algún agente causal: insectos (9%), incendios (5%), viento (3%), enfermedades (2%) y plantas parásitas (1%), entre otros agentes (Figura 2.28).

Producción forestal maderable

La producción maderable anual entre 1986 y 2010 promedió una cifra cercana a los 7.5 millones de metros cúbicos en rollo; sin embargo, aunque la producción ha mostrado un comportamiento variable, puede observarse una tendencia a su reducción (Figura 2.29; Cuadro D3_RFORESTA04_01). Prueba de ello es que el promedio de la producción durante la primera década del siglo XXI fue cerca de 13% menor al promedio registrado entre 1986 y el año 1999.

La producción nacional está basada sobre todo en la madera de los bosques templados: las coníferas (que comprenden pinos y oyameles, entre otras) y las latifoliadas (encinos y otras especies) contabilizaron en el periodo 1990-2010 cerca del 95% de la producción nacional, seguidas por las maderas tropicales comunes (4.7%) y las maderas preciosas, que aportaron poco al volumen de madera producido (tan sólo el 0.5%) en el mismo periodo (Figura 2.30; Cuadro D3_RFORESTA04_02). Las principales especies aprovechadas entre esos años fueron el pino (120.3 millones de m3 en rollo, esto es, 80.4% de la producción del periodo) y el encino (13 millones de m3, 8.7%; Figura 2.30).

Los estados que más contribuyeron a la producción forestal maderable en el periodo 1990-2011 fueron Durango (1.95 millones de m3 anuales en promedio, 27% de la producción total del periodo), Chihuahua (1.41 millones, 20%) y Michoacán (971 mil, 14%; Mapa 2.15; Cuadro D3_RFORESTA04_01). En contraste, Baja California, Morelos y Colima fueron los que contribuyeron en menor proporción al volumen total nacional (0.03, 0.04 y 0.06%, respectivamente).

A diferencia de lo que ocurre en otros países, donde la creciente demanda de celulosa para la fabricación de papel es el motor más importante detrás del aumento en la explotación maderera, en México el principal uso de la madera ha sido para la escuadría, es decir, para la producción de tablas, tablones, vigas y material de empaque. El 69.5% del volumen total de madera extraída entre 1997 y 2011 se destinó a este fin (Figura 2.31; Cuadro D3_RFORESTA04_03); le siguen la extracción para la fabricación de celulosa (12.3% del total del volumen del mismo periodo) y para chapa y triplay y carbón (cada una con 4.9%).

La caída de la extracción maderera nacional se refleja en la disminución de la producción de escuadría y celulosa durante el periodo 1997-2011 (Figura 2.32). En el caso de la escuadría, el volumen de la producción de los últimos nueve años no ha excedido el 70% de la producción máxima en el periodo (cerca de 6.5 millones de m3 en rollo en el año 2000). El caso de la celulosa es también significativo: el valor de 2011 fue de tan sólo el 28% de la producción del año 2000 (alrededor de 1.72 millones de m3 en rollo).

De acuerdo con estos datos, el uso de la madera como energético es mínimo en México, pues entre 1997-2011 se empleó en promedio sólo el 3.8% de la producción como leña y 4.9% como carbón (Figura 2.31). Estas cifras contrastan fuertemente con la estimación que realizó la FAO de alrededor de 38 millones de metros cúbicos anuales en promedio entre 1997 y 2010 y que corresponderían al 85% de la producción nacional maderable de ese periodo (Figura 2.33).

Es importante señalar que los datos de producción maderable no incluyen la “cosecha de leña” en gran parte de las zonas rurales, las zonas áridas o en las orillas de los caminos, la cual es empleada principalmente por la población rural como combustible. Es muy probable que el factor que incide de manera más fuerte sobre la discrepancia entre los datos nacionales y los de la FAO sea que el corte de leña ocurre sin informar a las autoridades federales. Esta actividad tiene lugar en zonas rurales y es administrada, en el mejor de los casos, por órganos de decisión locales.

Para lograr un aprovechamiento de madera sostenible, el volumen de madera que se extrae debe ser menor a la renovación natural de los bosques. Si la explotación se encuentra por arriba de la renovación, entonces la base de recursos naturales se  degrada y se compromete la disponibilidad futura de los mismos. El INFyS 2004-2009 calculó estimaciones sobre la tasa de renovación (denominada “aumento anual”) para las coníferas, el grupo más utilizado industrialmente con fines maderables. De acuerdo con estos datos, el aumento anual de coníferas en México es de aproximadamente 15.5 millones de metros cúbicos de madera en rollo, el cual está por arriba (poco más de tres veces) de la producción registrada para este grupo de especies en 2011. Si bien esto sugeriría que no se ha sobrepasado la capacidad de producción de los bosques de coníferas del país, debemos recordar que la heterogeneidad en la disponibilidad, el aprovechamiento y el cambio de uso del suelo en el país podrían mostrar a nivel local panoramas distintos.

Recursos forestales no maderables

Los productos forestales no maderables (PFNM) reciben, por lo general, una menor atención en comparación con los recursos maderables. Sin embargo, comprenden una importante variedad de productos medicinales, alimenticios, materiales para la construcción, resinas, gomas, tintes, ceras, tierra de monte, esencias y aceites, entre otros. En general carecen de un mercado amplio y consolidado (a diferencia de los productos maderables) y en su mayoría son explotados localmente por personas de escasos recursos económicos. En virtud de ello, es probable que una parte importante del aprovechamiento de estos recursos no esté cuantificado con precisión en muchas regiones -particularmente las rurales-, en donde los usuarios no tienen la obligación de reportar su extracción. Por ello, los valores reportados aquí son seguramente subestimaciones de su aprovechamiento real en nuestro país y quizá por ello persiste la noción equivocada de que los PFNM constituyen un recurso de escaso valor económico.

La producción nacional de PFNM mostró fuertes oscilaciones en el periodo 1997-2010, promediando poco más de 209 mil toneladas por año. La producción está influenciada mayormente por la extracción de tierra de monte, la cual osciló entre poco menos de 35 mil y 350 mil toneladas anuales y acumuló el 68.8% del volumen total de PFNM entre esos años (alrededor de 2 millones de toneladas, Figura 2.34a). Le siguen en importancia por su volumen de producción en el periodo, las resinas (11.8% del volumen total de PFNM, cerca de 347 mil toneladas) y las fibras (1%, poco más de 29 mil toneladas; Figuras 2.34b y 2.35; Cuadro D3_ RFORESTA04_05).

Si bien las fibras y las ceras no son los productos más importantes en cuanto al volumen de producción (en conjunto sumaron tan sólo 1.6% del volumen de PFNM del periodo; Figura 2.35), representan el sustento para muchas familias de bajos ingresos en el país. Generalmente se producen en las zonas áridas y semiáridas a partir de plantas de las familias de las agaváceas, bromeliáceas y euforbiáceas. Los estados que registraron la mayor producción no maderable entre 1997 y 2010 fueron el estado de México (728 273 toneladas; 21.9% del total para el periodo), Distrito Federal (591 288 t; 17.8%) y Sonora (587 987 t; 17.7%); en contraste, algunos de los que menos produjeron fueron: Quintana Roo (682 toneladas; 0.02% del total), Aguascalientes (753 t; 0.023%) y Baja California Sur (968 t; 0.03%; Mapa 2.16; Cuadro D3_RFORESTA04_04).

Una característica de la explotación de los PFNM es la escasa variedad de productos y especies silvestres en las cuales se concentra. Si consideramos que la riqueza florística del país alcanza poco más de 25 mil especies tan sólo para el caso de las plantas superiores, el número de ellas que se utiliza es muy reducido, ya que no llegan a 100 especies las que se explotan comercialmente y menos de un millar las que tienen aprovechamiento regional (Figura 2.36;  Cuadro D3_RFORESTA04_06).

Un efecto colateral de esta concentración en unos pocos productos es que la economía de las personas y comunidades que dependen de ellas se torna vulnerable a las fluctuaciones del mercado, lo que ocasiona que si los precios de estos productos se desplomaran, podrían dejar a los productores en una situación muy comprometida; este caso ya ha ocurrido en el pasado, por ejemplo, a los productores de cera de candelilla, de chicle y de barbasco. Además de su potencial económico, se ha sugerido que incentivar el uso de algunos de los PFNM puede ser una excelente alternativa para la conservación de la vegetación natural donde se encuentran, ya que para su permanencia requieren de ecosistemas naturales con cierto grado de conservación.

Nota:

6 El Inventario clasifica dentro de la categoría de bosques a los de coníferas, coníferas y latifoliadas y latifoliadas. Su agrupación considera a todos los tipos de vegetación que esta publicación clasifica como “bosques templados”, además del bosque de galería (ver Tabla 2.1). En el caso de las selvas (que el Inventario clasifica como altas y medianas y bajas) no incluye al matorral subtropical que esta obra sí clasifica dentro de la categoría de “selvas”.