FACTORES RELACIONADOS AL CAMBIO DE USO DEL SUELO
Se han propuesto diferentes hipótesis acerca de qué factores son los responsables del cambio de uso del suelo. La más común y simple sostiene que el crecimiento de la población ocasiona una demanda mayor de recursos, y que para satisfacerla se hace necesario que las superficies ocupadas por las comunidades naturales sean sustituidas por terrenos dedicados al cultivo, a la ganadería o a cualquier otra actividad productiva. A pesar de que se acepta que el incremento de la población y sus necesidades son importantes para explicar el cambio de uso del suelo, la relación no es tan simple. Las tasas de crecimiento poblacional y de expansión de la frontera agropecuaria no crecen a la misma velocidad: en las últimas décadas, en términos generales, la superficie agropecuaria ha crecido más lentamente que la población mundial debido, en parte, a que la producción se ha hecho más eficiente. Otros factores, asociados con la población, como el crecimiento de las ciudades también contribuyen a las modificaciones en el uso del suelo, aunque en mucha menor magnitud.
Población
En general, existe una relación positiva entre el tamaño poblacional y la superficie dedicada a las actividades agropecuarias. Esta relación es más intensa en la medida en que se tiene una mayor población rural dedicada a las actividades primarias. Para el caso de México, la relación es más estrecha cuando se considera la población existente años atrás. De hecho, la mayor relación se encuentra con la población existente en los años 50 (ver el Recuadro La inercia del pasado en la Edición 2002 del Informe). Este desfase histórico en el uso del suelo es, en parte, resultado de los cambios en la estructura de la ocupación de la población. En la medida en que una mayor proporción de la población deja de dedicarse a las actividades primarias, se va desvaneciendo la relación entre la densidad poblacional y la cantidad de suelo que se emplea para la agricultura y ganadería. En este sentido, los movimientos migratorios y el abandono del campo tendrán efectos en el uso del suelo en el futuro. Más aún, este comportamiento significa que los cambios que hoy se den en las características de la población local (particularmente la dedicada a las actividades primarias) se manifestarían posiblemente en el uso del suelo hasta varias décadas después.
Crecimiento de la frontera agropecuaria
La conversión de terrenos hacia usos agropecuarios es una de las causas más importantes de la deforestación en América Latina y el mundo (FAO, 2010). De acuerdo con información de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), la superficie agrícola sembrada en México se ha mantenido relativamente constante entre 1980 y 2010: osciló entre 18 y 23.3 millones de hectáreas, con un promedio de poco más de 21 millones de hectáreas (Cuadro D2_AGRIGAN03_01).
No obstante, las Cartas de Uso del Suelo y Vegetación del INEGI señalan que la superficie agrícola ha seguido creciendo en el país, incluso más rápidamente en los últimos años. Mientras que entre 1976 y 1993 se transformaban poco más de 179 mil hectáreas anualmente en promedio, esta cifra alcanzó las 272 mil entre 2002 y 2007 (Figura 2.20a). En este último periodo, de la vegetación natural transformada en tierras agrícolas, 31% provino de selvas subhúmedas, 23% de matorrales xerófilos, 15% de bosques templados, 13% de pastizales naturales y 6% de selvas húmedas. En contraste, el crecimiento de las áreas destinadas a la ganadería (los pastizales cultivados o inducidos) se ha reducido de manera notable: el promedio anual de transformación entre 2002 y 2007 fue poco más de siete veces menor que el observado entre 1976 y 1993 (Figura 2.20b).
La ganadería se practica en todos los estados del país, abarcando, según los datos de la Comisión Técnico Consultiva de Coeficientes de Agostadero (Cotecoca, 2004), alrededor de 109.8 millones de hectáreas5, es decir, cerca del 56% de la superficie total de la república. Considerando esta estimación y tomando en cuenta que para el año 2007 los pastizales inducidos y cultivados cubrían poco menos de 19 millones de hectáreas (cerca de 10% del país), entonces las restantes 90.8 millones de hectáreas de superficie ganadera debían encontrarse en vegetación natural, con lo cual sólo alrededor de 49 millones de hectáreas de vegetación natural (35% de la superficie remanente) podrían estar libres de actividades ganaderas (Figura 2.21).
A nivel estatal, según la Cotecoca, las mayores superficies ganaderas relativas se registran en Sonora (83% del estado), Coahuila (77%), San Luis Potosí (74%), Chihuahua y Zacatecas (cada una con 72%) y Nuevo León (71%). En contraste, los estados con menores coberturas ganaderas son Nayarit (14%), el Distrito Federal (11%) y Tlaxcala (6.5%; Mapa 2.12; Cuadro D2_AGRIGAN04_02).
En el ámbito pecuario se ha observado una reducción en el número de cabezas de ganado durante las últimas dos décadas. En 1980 se registraron 67.6 millones de cabezas (considerando al ganado bovino, caprino, ovino y porcino), mientras que en 2010 se registraron 4.8 millones de cabezas menos (62.8 millones). El descenso neto más marcado se observó en el ganado bovino, que disminuyó de 34.6 millones de cabezas a 30.3 millones (12.5%); por su parte, el número de ovejas aumentó 25% con respecto a 1980 y el de cabras se redujo 7% (Figura 2.22).
Considerando los coeficientes de agostadero, en 24 estados del país el número de cabezas de ganado supera la capacidad de sus ecosistemas para mantenerlas. La situación es particularmente grave en los estados de México, Sinaloa y Jalisco (Mapa 2.13). Cabe señalar que los estados con mayor sobrepastoreo no coinciden necesariamente con aquellos que tienen mayor densidad de cabezas de ganado.
Urbanización
Si bien es cierto que a escala nacional la superficie urbana es proporcionalmente muy pequeña, se trata del uso del suelo que más rápido está creciendo en algunas regiones del país. Para el año 2007, la superficie urbana era de poco más de 1.56 millones de hectáreas, es decir, el 0.82% de la superficie nacional. Por lo común se trata de tierras planas, aptas para la agricultura, que dejan de ser productivas. Mientras que el impacto directo de las ciudades puede ser pequeño a nivel local, indirectamente afectan los usos del suelo de grandes extensiones fuera del área urbana para satisfacer las necesidades de alimentos, madera, recreación y disposición de residuos de la población que ahí habita (ver el Recuadro La huella ecológica de México en el capítulo de Población).
Nota:
5 Aunque los datos citados corresponden a 1994, la información fue revisada en junio de 2009 por la Cotecoca, quien determinó que no era necesaria su actualización
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