La información más reciente sobre vegetación y cambio de uso del suelo en México, se encuentra en los Indicadores Básicos y Clave.

 

  CAPÍTULO 2. ECOSISTEMAS TERRESTRES
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CAMBIOS EN EL USO DEL SUELO

En los últimos 50 años, los seres humanos hemos transformado los ecosistemas del mundo más rápida y extensamente que en ningún otro periodo de la historia (ver los Recuadros La transformación y pérdida de los ecosistemas terrestres mundiales en la Edición 2008 del Informe y La vegetación natural y el crecimiento carretero). Baste decir que también han sido la causa de la liberación a la atmósfera de una gran cantidad de gases de efecto invernadero, lo cual exacerba el problema del cambio climático (ver Recuadro Deforestación y emisiones de GEI).

Estas rápidas y profundas transformaciones, con efectos en ciertos casos aún desconocidos, han impactado procesos ambientales locales, regionales y globales, acelerando la pérdida de la biodiversidad y provocando la pérdida o el deterioro de muchos servicios ambientales como la disponibilidad del agua, la regulación del clima y la regulación de los ciclos biogeoquímicos, entre otros. 

En México se han elaborado inventarios de los diferentes usos del suelo desde hace aproximadamente 40 años. Sin embargo, no son comparables debido a que han utilizado diferentes fuentes de información (p. e., mapas en papel, fotografías aéreas, imágenes satelitales, etc.), herramientas tecnológicas (p.  e., cartas digitales, sistemas de información geográfica, etc.) y/o clasificaciones de los usos del suelo. No obstante, aunque las estimaciones cuantitativas no son tan precisas como sería deseable y deben tomarse con cautela, la información disponible permite identificar tendencias.

De los inventarios de uso del suelo disponibles, los más directamente comparables son las Cartas de Uso del Suelo y Vegetación Series I, II, III y IV, a escala 1: 250 000, elaboradas por el INEGI. La Serie I se basa en la interpretación de fotografías aéreas en su mayoría de los años 70, mientras que las Series II, III y IV se crearon a partir de imágenes de satélite registradas en 1993, 2002 y 2007, respectivamente. Por otro lado, el INEGI también elaboró la Carta de Vegetación Primaria Potencial, a escala 1: 1 000 000, que describe la vegetación que probablemente cubría el territorio nacional antes de ser transformado por las actividades humanas.

De acuerdo a la Carta de Vegetación Primaria Potencial (Mapa 2.5), los matorrales ocuparon 29% del territorio, seguidos por las selvas (28%) y los bosques (24%; Figura 2.4). Para los años setenta (según la Serie I) se mantenía tan solo el 75% de la superficie original de bosques y, en el caso de las selvas, la cifra era del 69% (Figura 2.2). Cerca de treinta años después, en 2007, se conservaba el 73% de la superficie original de bosques, 58% de las selvas, 90% de los matorrales y el 61% de los pastizales, lo que representa una pérdida neta de poco más de 23 millones de hectáreas de selvas, casi 13 millones de bosques, 5.5 millones de matorrales y cerca de 6.4 millones de pastizales. Aun cuando la mayor parte de estas transformaciones ocurrieron antes de los años setenta, en las últimas décadas se registran aún pérdidas importantes (mayores a las 100 mil ha anuales), particularmente en el caso de selvas y matorrales (Tabla 2.2).

En el periodo comprendido entre la década de los años setenta y 19932, se perdieron alrededor de 8.3 millones de hectáreas de vegetación natural (equivalente al 5.5% de la superficie remanente), todo ello a un ritmo promedio de 490 mil hectáreas por año. Del total de la superficie transformada, 3.5 millones de hectáreas correspondieron a selvas (que cambiaron de uso a una velocidad promedio de 206 mil ha anuales), 537 mil de bosques (32 mil por año) y 2.3 millones de matorrales (135 mil anuales; Figura 2.5a). De estos ecosistemas, las selvas fueron las que se perdieron más aceleradamente (al 0.57% anual), seguidas por los matorrales (0.26%) y los bosques (0.09%; Figura 2.5b e IB 6.1-1).



Entre 1993 y 2002, la vegetación natural transformada a otros usos del suelo sumó poco más de 3 millones de hectáreas, lo que equivale a una pérdida cercana a las 336 mil hectáreas anuales en promedio, cifra menor a la registrada entre los años setenta y 1993. La formación que perdió mayor superficie entre estos años fueron las selvas, con alrededor de 1.3 millones de hectáreas (al 0.4% anual), seguidas por los matorrales (cerca de 796 mil al 0.17% anual), los bosques (359 mil al 0.12%, tasa mayor a la registrada en el periodo anterior) y los pastizales naturales (que perdieron cerca de 114 mil ha al 0.12% anual; Figura 2.5).

Recientemente, aunque la transformación de la vegetación disminuyó en algunos casos, las pérdidas siguieron siendo importantes. Entre 2002 y 2007, se eliminaron 1.9 millones de hectáreas de vegetación natural, a un ritmo de poco más de 382 mil hectáreas anuales (cifra mayor a la observada entre los años 1993 y 2002). De la superficie total transformada, poco más de 835 mil hectáreas correspondieron a selvas, 419 mil a pastizales y 338 mil a matorrales. Destaca el caso de los bosques, que sólo perdieron 24 mil hectáreas en este periodo, es decir, cerca de 5 mil hectáreas por año, esto es cerca de ocho veces menos que la superficie perdida anualmente entre 1993 y 2002 (Figura 2.5). Es importante mencionar que estas cifras no deben confundirse con los datos de deforestación reportados por México a la FAO, pues corresponden a pérdidas netas de vegetación en periodos diferentes. Las cifras de deforestación se describen más adelante en este capítulo.

Entre 2002 y 2007, los estados que perdieron más rápidamente su vegetación natural fueron Jalisco (1.1% anual), Chiapas (0.82%), Aguascalientes (0.78%) y Yucatán (0.77%; Mapa 2.6). En contraste, algunos estados han recuperado su cubierta natural, como son los casos de Hidalgo (0.2% anual), Puebla (0.37%), Nayarit (0.47%) y Morelos (1.68%).

Es importante señalar que, paralelamente a la pérdida de superficie, también se degradan grandes extensiones de la cubierta primaria remanente; éstas incluso exceden, para algunos periodos, la superficie transformada de ciertas formaciones vegetales. Por ejemplo, entre 1976 y 1993 se degradaron alrededor de 16 millones de hectáreas de vegetación natural, esto es, cerca del doble de la superficie natural que fue transformada a otros usos del suelo en el mismo periodo. Tan solo las selvas, bosques y matorrales perdieron en conjunto entre esos años cerca de 13 millones de hectáreas de vegetación primaria, lo que equivalió al 16, 31 y 5%, respectivamente, de su superficie a inicios del periodo (Figura 2.6a). No obstante, debe mencionarse que la pérdida de la vegetación primaria (tanto en términos netos como relativos) ha disminuido entre la década de los años setenta y fechas recientes. Mientras que entre 1976 y 1993 se perdían 940 mil hectáreas de vegetación natural primaria por año (al 0.8% anual), entre 1993 y 2002 fueron 525 mil (0.51%) y en el periodo 2002-2007 sumaron 496 mil hectáreas anuales (0.5%).

Entre 2002 y 2007, los estados en los que se degradó más rápidamente la cubierta natural primaria fueron Guerrero (al 4.4% anual), Colima (3.7%), Aguascalientes (2.9%), Morelos y el estado de México (cada uno al 2.2%; Mapa 2.7). En contraste, la cubierta primaria se recuperó ligeramente en los estados de Tlaxcala (al 0.03% anual), Nuevo León (0.1%), Veracruz (0.2%), Baja California (0.6%) y Nayarit (0.8%).

En general, las selvas han sido los ecosistemas terrestres del país que han sufrido las mayores transformaciones y afectaciones por las actividades humanas, tanto por la extensión eliminada (poco más de 23 millones de hectáreas hasta 2007; permanece cerca del 58% de su extensión original) como por la superficie degradada (sólo el 36% de las selvas actualmente existentes son primarias). Caso particularmente preocupante es el de las selvas subhúmedas del país, de las cuales las cartas de uso del suelo muestran una tendencia creciente en la superficie transformada anualmente: poco más de 43 mil hectáreas entre 1976 y 1993, 98 mil entre 1993 y 2002 y 104 mil entre 2002 y 2007.

Considerando la superficie neta perdida, a las selvas les siguen los bosques, que se han reducido en cerca de 13 millones de hectáreas y cuya extensión alcanza ahora tan sólo el 73% de su extensión original. Por su parte, los matorrales desérticos redujeron su extensión de aproximadamente 56 millones de hectáreas (su probable extensión original) a 50.4 millones. Estas pérdidas son particularmente importantes si se considera que las selvas y los matorrales desérticos son dos ecosistemas ricos en biodiversidad y, en particular, que los matorrales concentran una gran cantidad de especies endémicas (ver el capítulo de Biodiversidad).

Contrariamente, los terrenos agropecuarios se han expandido continuamente. En los años setenta, los pastizales dedicados a la ganadería ocupaban una superficie de más de 14.3 millones de hectáreas, en tanto que los terrenos agrícolas ocupaban unos 26 millones. De la década de los 70 a 1993, este tipo de coberturas antrópicas aumentaron conjuntamente su extensión en 6.3 millones de hectáreas, hasta cubrir una superficie total de 46.6 millones de hectáreas (crecieron cerca de 368 mil ha por año). De 2002 a 2007, los pastizales cultivados o inducidos aumentaron su superficie poco más de 132 mil hectáreas y, en conjunto, las áreas dedicadas a la agricultura y a  pastizales destinados al ganado se incrementaron en casi 1.5 millones de hectáreas hasta alcanzar una extensión total de 51.1 millones de hectáreas.

La transformación de la vegetación hacia actividades agropecuarias es siempre más intensa si se trata de vegetación secundaria que de primaria. Este fenómeno de una primera degradación o alteración de la vegetación seguida por la eventual transformación a otros usos del suelo es, sin duda, responsable en gran medida de la elevada tasa de pérdida de la vegetación natural que se experimenta en México. La dinámica de cambios entre diferentes usos puede visualizarse como un flujo de terrenos que pasan de una forma de uso a otra distinta, tal y como se ilustra esquemáticamente en la Figura 2.7.

 

Nota:

2 Las estimaciones de las tasas de cambio entre las Series I y II de  las Cartas de Uso del Suelo y Vegetación que se mencionan a lo largo del texto deben tomarse con cautela en virtud de que se ha considerado como fecha para la primera de ellas al año de 1976, siendo que en realidad esa es la fecha que se les adjudica a un conjunto de fotografías satelitales tomadas en su mayoría a lo largo de la década de los años setenta.