La situación geográfica de México, su variedad de climas, topografía e historia geológica han producido una de las riquezas biológicas más impresionantes del mundo. Además de la enorme variedad de especies de plantas y animales, y de la importante diversidad genética que alberga, otra de sus características es la gran diversidad de comunidades vegetales que se encuentran en su territorio continental e insular. Éstas van desde las afines a las zonas alpinas, hasta las de dunas costeras y humedales, pasando por matorrales xerófilos, bosques templados, selvas, bosques mesófilos de montaña y pastizales naturales.
Los ecosistemas en general, y los terrestres en particular, han sido el sustento de las poblaciones humanas desde sus albores: las han provisto de multitud de bienes, como alimentos (carnes, frutos, verduras y condimentos), madera y leña para la construcción y para la obtención de energía, papel y fibras, entre muchos otros usos. Además, los ecosistemas ofrecen otros servicios ambientales menos conspicuos como son la purificación del aire y agua, la generación y conservación de los suelos, la descomposición de los desechos, el reciclaje y movimiento de nutrimentos, la protección de las costas ante la erosión del oleaje, la estabilización parcial del clima y el amortiguamiento de los efectos de los eventos meteorológicos extremos, por citar sólo algunos de los más importantes.
El crecimiento poblacional global ocurrido durante el siglo XX, acompañado por el intenso desarrollo industrial y urbano, trajeron consigo la mayor transformación de los ecosistemas terrestres registrada por el hombre. De acuerdo con el Millenium Ecosystem Assessment (2005), para el año 2000, 42% de los bosques mundiales habían sido transformados, así como 18% de las zonas áridas y 17% de los ecosistemas insulares, principalmente a zonas de cultivos y potreros, o bien, abiertos para el establecimiento y desarrollo de poblados, ciudades y de infraestructura de caminos, eléctrica y de almacenamiento de agua.
México no ha sido la excepción en este proceso de degradación y pérdida de ecosistemas terrestres. Una importante proporción de su territorio se ha transformado en campos agrícolas, pastizales y zonas urbanas y de los ecosistemas que aún persisten muchos de ellos muestran en mayor o menor medida signos de alteraciones. En este capítulo se hace una descripción del estado actual de los ecosistemas terrestres nacionales, con particular énfasis en los procesos y factores que han promovido su transformación y alteración en las décadas recientes. Se ha incluido también una sección con los aspectos relativos a su uso, principalmente en lo que se refiere a la explotación de productos forestales maderables y no maderables. El capítulo finaliza con una sección que aborda las respuestas gubernamentales encaminadas hacia la conservación de la cubierta vegetal natural remanente, así como aquéllas dirigidas hacia la recuperación y el uso sustentable de los recursos naturales que alberga.
LA VEGETACIÓN NATURAL Y EL USO DEL SUELO EN MÉXICO
A la forma en la que se emplea un terreno y su cubierta vegetal se le conoce como “uso del suelo”. Su evaluación más reciente en nuestro país corresponde a la Carta de Uso del Suelo y Vegetación Serie IV (escala 1: 250 000), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y que describe la vegetación existente en el año 2007. Dado el alto número de tipos de vegetación y usos del suelo presentes en esta carta, su agregación con fines de análisis resulta indispensable. La agregación de los tipos de vegetación se puede realizar según distintos criterios, que van desde los que agrupan con base en su composición florística o su fisonomía, hasta los que emplean su utilidad desde el punto de vista forestal. Lo anterior repercute de manera importante en las estadísticas que se obtienen de su análisis y que inevitablemente impiden compararlas con las cifras obtenidas utilizando agrupaciones distintas. En la presente obra se clasificó a la vegetación siguiendo principalmente el criterio fisonómico, tal y como se muestra en la Tabla 2.1. Mayores detalles acerca de las características de los principales tipos de vegetación natural pueden consultarse en el Recuadro La vegetación de México.
De acuerdo con la Serie IV, en el 2007 el 71.8% del país (alrededor de 140 millones de ha) estaba cubierto por comunidades naturales; la superficie restante, poco más de 56 millones de hectáreas (alrededor del 28% del territorio), había sido convertida a terrenos agropecuarios, urbanos y otras cubiertas antrópicas. En ese mismo año, los matorrales fueron la formación predominante (36% de la superficie natural remanente, lo que equivale a cerca del 26% del territorio), mientras que los bosques (tanto templados como mesófilos de montaña) y las selvas (húmedas y subhúmedas) ocuparon, en conjunto, cerca del 34% del territorio (34 y 32 millones de ha, respectivamente; Figura 2.1).
Los estados con la mayor proporción de su superficie cubierta por vegetación natural (sin considerar su grado de conservación) fueron Baja California Sur (97%), Quintana Roo (93%), Coahuila (92%), Baja California (91%), Chihuahua (88%) y Sonora (87%; Mapa 2.1). En contraste, en Tlaxcala (19%), Veracruz (22%), Distrito Federal (28%), Tabasco (34%), México (36%) y Morelos (38%), la vegetación natural cubría menos del 40% de su superficie.
Sin embargo, en el año 2007 no toda la vegetación natural remanente se encontraba en buen estado de conservación, sólo el 69.5% (equivalente al 49.5% del territorio) conservaba el estado primario. Esta condición corresponde a la vegetación en la que permanecen la mayoría de las especies del ecosistema original, los procesos ecológicos no han sido alterados significativamente, no presenta perturbación considerable y es, en principio, la de mayor importancia por su biodiversidad y por su provisión de servicios ambientales.
En 2007, las selvas fueron la formación vegetal más afectada por la degradación, pues tan sólo alrededor del 36% de su superficie (11.5 millones de ha) correspondía a selva primaria (Figura 2.2, Mapas 2.2 y 2.3). En el caso de los bosques, en ese mismo año el 62% de su superficie (poco más de 21 millones de ha) permanecía como primaria; a manera de comparación, en el mundo en 2010, 36% de los bosques1 existentes eran primarios (FAO, 2010). La formación vegetal con menor superficie degradada en el país en 2007 correspondió a los matorrales xerófilos, la cual se calcula en alrededor del 8.5% de su superficie remanente (4.3 millones de ha), aunque podría ser mayor puesto que muchos matorrales están sujetos a la ganadería extensiva y resulta difícil identificar su grado de deterioro sin un muestreo de campo extensivo que lo documente.
En general, los estados que conservan una alta proporción de su cubierta natural lo hacen con un importante porcentaje de vegetación primaria. Por ejemplo, cerca del 99% de la vegetación natural remanente de Baja California Sur, que cubre alrededor del 97% del estado, es primaria (Figura 2.3). Sin embargo, se observan excepciones a esta tendencia: existen estados con grandes superficies de vegetación natural remanente en condición secundaria, por ejemplo, Quintana Roo (con solo 38% de su vegetación primaria), Campeche (32%) y Yucatán (5.4%). Por el contrario, Tlaxcala y Tabasco conservan altos porcentajes de vegetación primaria (64 y 81%, respectivamente) a pesar de su muy disminuida cubierta natural remanente (18 y 34% de sus superficies, respectivamente).
En lo que respecta a los sistemas productivos, según la Serie IV, las tierras agrícolas y los pastizales cultivados e inducidos (estos últimos empleados en la ganadería) cubrían en 2007 poco más de 51 millones de hectáreas, es decir, alrededor del 26% del territorio. De esa superficie, 63% correspondía a terrenos agrícolas y el restante 37% a pastizales inducidos y cultivados. Los estados que han transformado una mayor superficie de sus ecosistemas para dedicarlos a actividades agrícolas y pecuarias son los ubicados en la costa del Golfo de México y el centro del país: Tlaxcala (cerca del 80% de su superficie), Veracruz (77%) y Tabasco (65%; Mapa 2.4). Por el contrario, los estados con menores superficies agropecuarias eran Baja California Sur (poco menos del 3%), Quintana Roo (6%), Coahuila y Baja California (cada uno con cerca del 8%).
Nota:
1 Para la FAO, los bosques son las tierras que abarcan más de media hectárea de superficie con una cubierta de árboles cuya altura es superior a los 5 metros y con una cubierta de copas de al menos 10%, o con árboles capaces de alcanzar estos límites mínimos in situ (FAO, 2010). La definición no incluye la tierra sometida a usos predominantemente agrícolas o urbanos. Por lo anterior, las categorías de bosques y selvas del sistema de clasificación empleadas en este capítulo quedan incluidas en la definición de los bosques de la FAO.
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