Recuadro | El carbono negro y la salud


El carbono negro (CN) forma parte de los llamados contaminantes climáticos de vida corta (CCVC), entre los que se encuentran el metano (CH4), los hidrofluorocarbonos (HFC) y los hidroclorofluorocarbonos (HCFC). Está constituido por esferas de carbón de pocas micras a las que por lo general se adhieren compuestos orgánicos y pequeñas cantidades de nitratos y sulfatos (Tollefson, 2009; Bond et al. 2013). El CN se produce por la combustión incompleta de combustibles fósiles como el diésel y el combustóleo, así como por la quema de leña y otros tipos de biomasa (Molina et al., 2009; Tollefson, 2009; Bond et al., 2013). Tiene un tiempo de vida en la atmósfera de apenas unos días o semanas, es decir, menor al del bióxido de carbono (CO2; Tollefson, 2009).

Aun cuando el mayor interés sobre el CN se ha centrado en su efecto en el aumento de la temperatura global (ver el recuadro La importancia del carbono negro en el calentamiento global en la sección de Cambio climático en este capítulo), sus consecuencias negativas sobre la salud también causan preocupación. La asociación del CN con ciertos padecimientos se centra principalmente en las partículas suspendidas con diámetros iguales o menores a 2.5 μm (PM2.5). Estas partículas, además de producirse por la combustión de combustibles fósiles, también se generan en los hogares por la quema de biocombustibles (por ejemplo, leña) empleados para cocinar o para calefacción. A diferencia de las partículas PM10 , el reducido tamaño de las PM2.5 les permite alcanzar zonas más profundas del sistema respiratorio, como la región bronquial, aumentando la incidencia de diversas afecciones, entre las que son más frecuentes los accidentes cerebrovasculares, diversas enfermedades del corazón y cáncer de pulmón (Janssen et al., 2012; WHO, 2015). Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2016) alrededor de 4.2 millones de muertes prematuras ocurren cada año por la exposición a partículas PM2.5 (OMS, 2018, Figura a).

Se considera que la población mayormente afectada por la exposición a las partículas más pequeñas del CN a nivel global son las mujeres (con una exposición promedio anual de 337 μg/m3) y los niños (285 μg/m3), mientras que los hombres se ven expuestos a concentraciones relativamente menores (204 μg/m3). Estos niveles son más de 20 veces mayores que los recomendados por la OMS como promedio anual (10 μg/m3; WHO, 2015). Se ha identificado que, por lo general, los sectores de la población con ingresos bajos y medios son los más vulnerables a la exposición de CN debido a su dependencia de los biocombustibles para cocinar o calentar la vivienda. En el caso de México, en el año 2014, aproximadamente el 18.6% de la población utilizaba carbón o leña para cocinar y, por consiguiente, se encontraba en riesgo de padecer enfermedades derivadas de la exposición al CN.

Como parte de las acciones encaminadas a reducir los problemas de salud derivados del deterioro de la calidad del aire (en particular por efecto del CN) y también con la finalidad de reducir la emisión de compuestos de efecto invernadero que exacerban en calentamiento global, México se ha comprometido, de manera no condicionada, a reducir para el año 2030 en 51% sus emisiones de CN. Esta reducción se podría incrementar, de manera condicionada, hasta alcanzar un 70% (Semarnat, 2015). Para cumplir esta última meta es necesario adoptar mecanismos de mercado y acuerdos a nivel global que comprendan acciones tales como asignar precio al carbono internacional, ajustes a aranceles por contenido de carbono, cooperación técnica, acceso a recursos financieros de bajo costo y a transferencia de tecnología (Semarnat, 2015).

 

 

Referencias:

Bond, T.C., S.J. Doherty y D.W. Fahey et al. Bounding the role of black carbon in the climate system: A scientific assessment. Journal of Geophysical Research: Atmospheres (118):5380-5552. 2013. Disponible en: doi:10.1002/jgrd.50171.
Janssen, N.A.H., M.E. Gerlofs-Nijland, T. Lanki et al. Health effects of black carbon. WHO. Dinamarca. 2012.
Molina, M., D. Zaelkeb, K.M. Sarmac et al. Reducing abrupt climate change risk using the Montreal Protocol and other regulatory actions to complement cuts in CO2 emissions. Proceedings of the National Academy of Sciences (106)49:20616-20621. 2009.
OMS. Calidad del aire y salud. OMS. 2018. Disponible en: http://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/ambient-(outdoor)-air-quality-and-health. Fecha de consulta: septiembre de 2018.
Semarnat. Intended Nationally Determined Contribution. iNDC. Semarnat. México. 2015. Disponible en: www4.unfcccint/submissions/IND C/Published%20Documents/Mexico/1/MEXICO%20INDC%2003.30.2015.pdf. Fecha de consulta: julio de 2016.
Tollefson, J. Atmospheric Sciences: Climate´s smoky spectre. Nature 460: 29-32. 2009.
WHO. Reducing Global Health Risks Through Mitigation of Short-Lived Climate Pollutants. Scoping. Report For Policy-makers. WHO. Suiza. 2015.