Recuadro | Los servicios ambientales del suelo
Los servicios ambientales son los beneficios que la población obtiene de manera directa o indirecta de los ecosistemas. Comúnmente se clasifican en servicios de soporte, regulación, provisión y culturales. El suelo, al formar parte de los ecosistemas, contribuye de manera sustancial a cada una de estas categorías, siendo particularmente importante su participación en las tres primeras.
El suelo provee una gran variedad de microambientes para las bacterias, protozoarios, artrópodos y nemátodos, cuya participación es fundamental en los ciclos biogeoquímicos. En el caso particular del ciclo del carbono, y debido a la importancia de este elemento en el contexto del cambio climático, la capacidad del suelo para almacenarlo lo convierte en un elemento clave en el ciclo global de este elemento. Se ha estimado que los suelos contienen mucho más carbono que el que se encuentra en la vegetación y cerca de dos veces más que el que se encuentra en la atmósfera. Algunos cálculos ubican el reservorio de carbono en el suelo en el orden de 2 300 gigatoneladas1 en los primeros tres metros de profundidad, y con capacidad para permanecer retenido por cientos o miles de años, hasta que la propia actividad biológica o geológica lo libera en forma de CO2. Sin embargo, las actividades humanas, principalmente las agrícolas, han roto este balance natural. Se estima que durante las primeras décadas en que el suelo es cultivado, más del 50% del almacén de carbono se pierde como CO2. Esto ha provocado que, a lo largo de la historia humana, se hayan liberado ya entre 50 y 70 gigatoneladas de carbono a la atmósfera (Amudson et al., 2015).
El suelo tiene también un papel muy importante en el ciclo hidrológico. El agua almacenada en el suelo, llamada agua verde, representa cerca del 90% del agua consumida por los cultivos alrededor del mundo. Se estima que el flujo global de agua verde cerca del 65% del flujo global de agua dulce. Este servicio, junto con la capacidad del suelo para absorber y posteriormente emitir calor, lo convierten también en un importante regulador climático.
Otros servicios de regulación que se obtienen del suelo son la retención de compuestos tóxicos y el reciclaje y disponibilidad de nutrientes. En el primer caso, las cargas eléctricas de las partículas que lo componen, junto con su reducido tamaño y su amplia superficie de contacto, proveen las condiciones para que se realicen una amplia gama de reacciones químicas. Estas reacciones pueden desactivar o reducir la toxicidad de los contaminantes que llegan al suelo, y con ello evitar que pasen a las aguas subterráneas o que afecten las redes tróficas de los ecosistemas terrestres y acuáticos. En el tema de los nutrientes, su ciclo en el suelo, retención y disponibilidad, permiten llevar a cabo una gran cantidad de actividades productivas y mantener la biodiversidad de los ecosistemas en general (Wagg et al., 2013; Palma et al., 2014; Adhikari y Hartemink, 2016).
El servicio ambiental más conocido que provee el suelo es el de provisión, ya
que es el sustrato en el que se desarrollan los cultivos que nos proporcionan alimentos, forrajes, fibras y combustibles. Se estima que 95% de los alimentos
se producen directa o indirectamente en los suelos. También es la veta de
materiales utilizados en la construcción (arenas, gravas y arcillas) y para objetos diversos (piedras y metales preciosos). El suelo es el hábitat de organismos
que son fuente de genes utilizados en el desarrollo biotecnológico, en el control
de los patógenos o para promover el crecimiento vegetal.
Atendiendo a la importancia del suelo como recurso fundamental en la lucha contra el hambre y la inseguridad alimentaria, y como proveedor de otros servicios ambientales, la FAO, junto a sus Estados miembros, implementaron la Alianza Mundial por el Suelo como estrategia para promover su manejo sostenible e incluirlo en las diversas agendas de desarrollo. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible también consideran el suelo como un sujeto de primera importancia para el bienestar humano. Las metas del objetivo 2 hacen referencia a asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción, de tal manera que se mejore progresivamente la calidad del suelo, mientras que en el objetivo 15 se hace especial hincapié en la lucha contra la desertificación y la rehabilitación de los suelos, con la finalidad de lograr una degradación neutra del mismo (ONU, 2018).
Referencia:
Amudson, R., A.A. Berche, J.W. Hopmans et al. Soil and human security in the 21st century. Science 348(6235): 1261071-1 - 1261071-6. 2015.
FAO. Carbon sequestration in dryland soils. World Soils Resources Reports. No. 102. FAO. Rome. 2004. Disponible en: ftp://ftp.fao.org/agl/agll/docs/wsrr102.pdf. Fecha de consulta: enero de 2016.
Millennium Ecosystem Assessment. Ecosystems and Human Well-being: Current State and Trends. MEA. Island Press. Washington, D.C. 2005.
ONU. Resolución aprobada por la Asamblea General del 20 de diciembre de 2013. 68/232. Día Mundial del Suelo y Año Internacional de los Suelos. 7 de febrero de 2014.
ONU. Objetivos de Desarrollo Sostenible. ONU. 2018. Disponible en: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/hunger/.
Sposito, G. Green water and global food security. Vadose Zone Journal 12(4). 2013.
Nota:
1Una gigatonelada equivale a mil millones de toneladas.