Recuadro | La huella humana en las áreas naturales protegidas federales
Las áreas naturales protegidas son espacios dedicados a la conservación de ecosistemas relevantes por su biodiversidad, por los servicios ambientales que brindan a la sociedad o por la presencia de especies de importancia ecológica, económica y/o cultural. No obstante, muchas de ellas muestran signos de degradación ambiental, ya sea porque ésta ocurrió con anterioridad a su declaratoria como área protegida, o bien porque continúa por la presencia de grupos y actividades humanas. La degradación ambiental de los ecosistemas de las ANP también puede ser el resultado de eventos naturales como los incendios forestales, deslizamientos de tierra o fenómenos meteorológicos extremos como sequías, huracanes, tornados o inundaciones, entre otros; incluso la sinergia de estos eventos con las actividades humanas puede agravar la situación de los ecosistemas en muchas de ellas.
Conocer el estado de conservación de los ecosistemas dentro de las áreas naturales protegidas es relevante para la conservación de su biodiversidad. La Conanp ha realizado, a la fecha, diversos estudios de este tipo en algunas de las ANP federales del país, las cuales pueden consultarse en su portal electrónico. Esta información permite conocer áreas afectadas o vulnerables y con ello diseñar mejores planes y estrategias para la protección, recuperación y posible uso sustentable de sus ecosistemas y especies. Estimar el estado de conservación de un área protegida puede realizarse a través de distintos indicadores; una aproximación reciente es la “huella humana”, una medida de la transformación que los seres humanos han hecho de los ambientes físicos y los ecosistemas naturales que albergan (Sanderson et al., 2002). Su intensidad sobre el ambiente es el resultado del tipo de actividad realizada, de la superficie que ocupa y de la acumulación de actividades a través de áreas extensas y a lo largo del tiempo (González-Abraham et al., 2015; Sanderson et al., 2002). Su cálculo considera los impactos por las actividades productivas (por ejemplo, agricultura, ganadería, acuicultura, plantaciones forestales o minería a cielo abierto), por la presencia de zonas urbanas (incluyendo zonas industriales e instalaciones de generación de energía) y de infraestructura (vías de comunicación, presas, aeropuertos, canales, líneas de transmisión eléctrica, sitios de disposición de residuos sólidos y las plantas de tratamiento, entre otras).
En México, el 84% de la superficie total protegida federal tenía en 2011, un nivel extremadamente bajo de alteración por las actividades humanas1 (Figura a). Superficies relativamente pequeñas, del 3 y 1% respectivamente, correspondían a áreas con altos y muy altos niveles de alteración. En el Mapa a se muestra la huella humana dentro de las ANP federales del país. Puede observarse que algunas de las áreas que muestran altos porcentajes de su superficie con valores elevados de huella humana son aquellas incluidas en zonas urbanas, como en el caso de El Histórico Coyoacán, el Cerro de la Estrella, El Tepeyac o Fuentes Brotantes de Tlalpan (incluidas dentro de la Ciudad de México), las cuales tienen hasta el 99% de su superficie clasificada en las categorías de alta y muy alta huella humana.
Referencia:
Bonham-Carter, G.F. Geographic information systems for geoscientists: modeling with GIS. Pergamon, Oxford. 1994.
Conanp. Áreas protegidas decretadas. 2015a. Disponible en: www.conanp.gob.mx/que_hacemos/. Fecha de consulta: agosto de 2015.
González-Abraham, C., E. Ezcurra, P.P. Garcillán, A. Ortega-Rubio, M. Kolb y J.E. Bezaury Creel. The human footprint in Mexico: physical geography and historical legacies. PLoS ONE 10: (3). 2015.
Sanderson, E.W., M. Jaiteh, M.A. Levy, K.H. Redford, A.V. Wannebo y G. Woolmer. The human footprint and the last of the wild. BioScience 52: 891. 2002.
Theobald, D.M. A general model to quantify ecological integrity for landscape assessments and US application. Landscape Ecology 28: 1859 – 1874. 2013.
Nota:
1 La Intensidad de la huella humana se determinó a través del cálculo de un índice que asigna valores a las fuentes humanas que han modificado el ambiente natural en un área particular (ver metodología de González-Abraham et al., 2015). Los valores del índice están entre -1 y 10, donde -1 representa un área con nula modificación del ambiente por actividad antrópica y 10 representa áreas donde la acumulación de la transformación humana ha sido máxima.