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El suelo constituye uno de los elementos más importantes del medio ambiente. Mantiene complejas interacciones con la atmósfera y el subsuelo, permitiendo el mantenimiento de los servicios ambientales de los ecosistemas e influyendo en el clima y el ciclo hidrológico. No obstante, el desarrollo de las sociedades y su demanda de bienes y servicios han degradado grandes extensiones de suelos alrededor del mundo. La degradación del suelo se refiere a los procesos inducidos por las actividades humanas que provocan la disminución de su productividad biológica o de su biodiversidad, así como de la capacidad actual y/o futura para sostener la vida humana. Sus consecuencias tienen impactos negativos en los ecosistemas naturales al afectar sus procesos y ciclos, así como sociales por la pérdida de productividad de las actividades agrícolas. El indicador refleja el estado de afectación actual de los suelos en el territorio nacional.
Las superficies degradadas están calculadas considerando tan sólo a la degradación dominante en una superficie dada, lo que implica que una misma superficie pueda presentar más de un proceso de degradación simultáneamente.
Dentro del Sistema Nacional de Indicadores Ambientales (SNIA), pertenece también al Conjunto de Indicadores Básicos del Desempeño Ambiental de México, al Conjunto Clave y a los de la Iniciativa Latinoamericana y Caribeña para el Desarrollo Sostenible (ILAC).
Un valor creciente del indicador significa una mayor afectación de la superficie nacional por procesos de degradación edáfica, lo cual puede traducirse en múltiples efectos económicos, sociales y ambientales adversos.