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Los recursos energéticos fósiles son estratégicos para el desarrollo de los países, sin embargo, al ser no renovables están sujetos al agotamiento. Su extracción depende de la demanda y de las condiciones técnicas de aprovechamiento, aunque también está fuertemente vinculada a los objetivos de la política económica de muchos países. La tasa de extracción y el consumo de hidrocarburos no sólo tienen consecuencias económicas, sino también ambientales muy importantes: la mayor parte de las emisiones de bióxido de carbono que ocasionan el cambio climático global provienen de la quema de este tipo de recursos. El indicador de agotamiento de las reservas de hidrocarburos, conocido técnicamente como el "coeficiente de reservas totales-producción", mide el número de años que podrían rendir las reservas de hidrocarburos estimadas de un país de acuerdo al nivel de explotación de un año dado.
El indicador no considera los descubrimientos de nuevos yacimientos, las revisiones a las reservas y los nuevos desarrollos. También supone que los rendimientos permanecen constantes en el tiempo, lo cual no ocurre en la realidad puesto que la extracción de estos recursos resulta cada vez más compleja. Se recomienda complementarlo con información dinámica que permita estimar con mayor precisión los ritmos de agotamiento, como por ejemplo, el incremento programado de la demanda, el ritmo de los descubrimientos y las tasas de cambio de la extracción anual, entre otras.
Este indicador también forma parte del Conjunto de Indicadores de Crecimiento Verde de la OCDE.
El indicador muestra el número de años en que podrían agotarse las reservas de estos recursos de mantenerse las condiciones actuales de extracción: un valor descendente puede interpretarse como el agotamiento cercano de las reservas de hidrocarburos, marcando la pauta para el necesario tránsito hacia fuentes alternativas de energía.