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Las sociedades actuales consumen grandes cantidades de energía. Su disponibilidad es fundamental no sólo para satisfacer las necesidades básicas de la población, sino también para permitir la continuidad y el crecimiento de las actividades productivas que son la base del desarrollo económico de los países. Sin embargo, la generación de energía, sobre todo cuando proviene de fuentes no renovables, puede tener impactos ambientales muy importantes, que van desde la degradación ambiental y el agotamiento de los recursos naturales necesarios para producirla, hasta la emisión de grandes volúmenes de contaminantes y de gases de efecto invernadero que agravan el cambio climático. El indicador mide el consumo total de energía primaria, antes de la transformación en otros combustibles finales, expresado por habitante.
Se recomienda consultar paralelamente la información relativa a la contribución de cada tipo de fuente de energía a la oferta interna bruta, así como el indicador relativo a la participación de energías renovables en la oferta de energía nacional para tener una idea más acertada respecto a sus posibles impactos ambientales.
La reducción del consumo per cápita resulta positivo en la medida que puede denotar un uso más eficiente de la energía en un país. Sin embargo, es importante mencionar que debido a que la medición del consumo que se emplea en el cálculo del indicador no permite distinguir la contribución que cada fuente de energía realiza a la energía consumida, no debe asumirse que una reducción en el consumo per cápita conlleva necesariamente a menores impactos ambientales por su generación.