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A partir del siglo XVIII, la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) se ha incrementado notablemente en la atmósfera como resultado de las actividades humanas, las cuales según las conclusiones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) han contribuido al cambio del clima. En particular, la emisión derivada de la quema de combustibles fósiles se considera la principal responsable del incremento de la concentración atmosférica de bióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero más importante. El indicador de productividad del bióxido de carbono mide las emisiones de este gas derivadas del consumo de combustibles fósiles por cada peso de producto interno bruto (PIB) obtenido, y es utilizado como medida de la eficiencia con la cual se desarrolla la economía de un país visto desde el punto de vista de la producción.
El indicador no incluye las emisiones derivadas del cambio de uso del suelo y silvicultura y de las derivadas de los desechos.
Se recomienda consultar el indicador paralelamente con otros relacionados a la tasa de extracción y al volumen de las reservas de hidrocarburos, a la producción y consumo de carbón y a los vinculados a la oferta de energías renovables.
El incremento del valor del indicador puede llevar al desacoplamiento del crecimiento económico de las emisiones de bióxido de carbono que se generan por la quema de combustibles fósiles, lo que se denomina "descarbonización" de la economía y que figura como uno de los principales objetivos de la política ambiental de muchos países alrededor del mundo en la actualidad, incluido México.