La esperanza de vida es una estimación del número de años que podría vivir un recién nacido si los patrones de mortalidad al momento de su nacimiento no cambiaran a lo largo de su vida. Refleja los avances conseguidos en materia de desarrollo social y económico de un país, principalmente como resultado de los avances médicos y tecnológicos, de la reducción de la mortalidad infantil, de un mayor acceso a servicios sanitarios y a la mejora en las condiciones materiales de vida de la población. Se le emplea como parte de los insumos para calcular el Índice de Desarrollo Humano (IDH), ampliamente utilizado a nivel internacional para mostrar avances en materia de desarrollo social.
El indicador debe considerarse como una estimación de la esperanza de vida real de un ciudadano, en virtud de que el supuesto de que los patrones de mortalidad existentes al momento de su nacimiento serán constantes a lo largo de su vida no se cumple en la realidad.
Este indicador también forma parte del Conjunto de Indicadores de Crecimiento Verde de la OCDE.
Un valor creciente del indicador denota la evolución favorable de las condiciones de vida y salud, entre otras condiciones, que les permiten a los ciudadanos alcanzar mayores edades. Esto repercute también de manera positiva en el bienestar social y económico de los países.