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Indicadores de presión

Cambio de uso del suelo

La presión que genera la producción de bienes y servicios ha intensificado la pérdida y deterioro de los ecosistemas terrestres por el cambio de uso del suelo. Éste es quizá el factor más importante que amenaza la integridad y permanencia de los ecosistemas terrestres y de su biodiversidad en México y el mundo (Vitousek et al., 1997; Walker y Steffen, 1997; Semarnat, 2003; Sánchez Colón et al., 2009; Nellemann et al., 2009). Las actividades que promueven con mayor intensidad el cambio en el uso del suelo son la agricultura y la ganadería; le siguen en importancia el crecimiento urbano y de infraestructura de comunicaciones y otros servicios (Conabio, 2006). La actividad agropecuaria genera la reducción de bosques y selvas (deforestación) o de otros ecosistemas (matorrales, por ejemplo) por la apertura de terrenos para la cría de ganado (Conabio, 2006; FAO, 2006; OECD, 2008; Semarnat, 2008) o bien por las prácticas agrícolas que demandan nuevos espacios (PNUMA, 2003; Semarnat, 2008; Nellemann et al., 2009).

La pérdida de la diversidad biológica que ocurre por el cambio de uso del suelo se debe principalmente a la reducción y fragmentación de las superficies de los ecosistemas, las cuales causan la disminución del tamaño de las poblaciones de muchas especies silvestres y con ello pueden promover procesos de extinción local y global (Forman y Alexander, 1998).  El cambio de uso del suelo también favorece la degradación del ambiente debido, principalmente, al deterioro de las propiedades y características del suelo, así como por la modificación de las condiciones de temperatura, humedad y luz, que en algunos casos pueden impedir la regeneración de la vegetación natural (Wood et al., 2000). El indicador cambio de uso del suelo sirve para denotar la presión que este fenómeno ejerce sobre algunos de los principales ecosistemas terrestres nacionales. Este indicador está considerado dentro de la lista de Indicadores de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas (ONU, 2007), en la iniciativa de integración ambiental de la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat) y por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Ministerio de Medio Ambiente de España y la Unión Internacional de las Ciencias Geológicas (IUGS, 2000).

 

Crecimiento demográfico

De acuerdo al II Conteo de Población y Vivienda (INEGI, 2006), México pertenece a los once países más poblados del mundo, el tercero del continente americano (después de Estados Unidos y Brasil) y el duodécimo por su contribución al crecimiento de la población del planeta (Semarnat, 2003). El acelerado crecimiento demográfico, la distribución asimétrica de su población en el territorio, los fenómenos migratorios y el establecimiento de nuevas comunidades en zonas deshabitadas pueden repercutir de manera importante en el estado de los ecosistemas terrestres nacionales. El crecimiento demográfico, por ejemplo, daña indirectamente a los ecosistemas terrestres por la presión que ejercen las poblaciones humanas sobre los recursos naturales, por la construcción de infraestructura y por el incremento en la generación de residuos municipales e industriales (Groombridge y Jenkins, 2002; PNUMA, 2003). Esto puede traducirse en la sobreexplotación de las poblaciones locales de muchas especies comerciales, en la alteración y destrucción de los hábitats y en la contaminación de los suelos y las aguas superficiales; todo ello con importantes consecuencias en la estructura y función de muchos ecosistemas terrestres y en su biodiversidad.

El impacto que ejerce la población difiere entre los sectores urbano y rural. Mientras que los impactos que produce la población rural son menores (en virtud de sus patrones de consumo, destino de sus desechos, etc.), en el caso de la urbana los impactos pueden ser sustancialmente mayores (más consumo y demanda de servicios y producción de desechos). La población total en el país refleja la magnitud de la presión que la población humana podría ejercer sobre los diversos ecosistemas terrestres. Este indicador se encuentra desarrollado dentro del capítulo de Agua en la sección de Disponibilidad. Las tasas de crecimiento poblacional están consideradas como indicadores de presión dentro de la lista de Indicadores de Desarrollo Sustentable de la ONU (2007) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD, 2008).

 

Crecimiento de la infraestructura carretera

Una de las necesidades básicas para el desarrollo social y económico de un país es la construcción de un sistema de caminos y carreteras que permita el tránsito de la población y el movimiento de bienes y productos dentro de su geografía. Sin embargo, el crecimiento de esta infraestructura puede repercutir en el estado de la biodiversidad, tanto local como regionalmente (Forman y Alexander, 1998). Algunos de los impactos directos son la pérdida y alteración del hábitat, la fragmentación de los ecosistemas y sus poblaciones, la mortalidad de animales por atropellamiento (principalmente mamíferos y reptiles), el ruido intensificado (que en algunos casos puede afectar la vida silvestre a ambos lados de la carretera) y el derrame de contaminantes y la contaminación de los suelos (Forman y Alexander, 1998; CE, DFID y UICN, 2001; PNUMA, 2003). Indirectamente, repercute también por la promoción del desarrollo urbano desordenado, principalmente por el establecimiento irregular de comunidades a lo largo de las rutas, las cuales afectan los recursos naturales y los ecosistemas por el desmonte, la sobreexplotación de recursos y la contaminación de los cuerpos de agua, entre otros (EPA, 1999). El indicador crecimiento de la red de carreteras señala la presión que su expansión puede generar en los ecosistemas naturales terrestres. Este indicador forma parte del sistema de indicadores ambientales de la OECD (2008), donde se incluye como indicador de presión indirecta.

 

Incendios forestales

Los incendios forestales ocurren de manera natural y constituyen un factor importante para la dinámica de muchos ecosistemas del mundo, sobre todo en los bosques templados. Los incendios influyen en los procesos que determinan la disponibilidad de los nutrimentos en el suelo y promueven los procesos de sucesión ecológica que ayudan al mantenimiento de la biodiversidad (Matthews et al., 2000; SCBD, 2001; Manson et al., 2009). Sin embargo, en la actualidad y debido en gran parte a las actividades y control humanos, los patrones naturales de ocurrencia de incendios se han modificado. Ahora muchos de los incendios forestales ocurren en zonas que anteriormente no sufrían de fuegos, mientras que se han suprimido en zonas  en las que se presentaban periódicamente (SCBD, 2001; Castillo et al., 2003).
Los factores que mayormente inciden en el incendio de las masas forestales a nivel mundial son la tala sostenida de bosques y el empleo del fuego para la habilitación de terrenos cultivables; sin embargo, también los incendios previos, la condición del arbolado, las fogatas y la quema de basura favorecen su ocurrencia (SCBD, 2001; Cochrane, 2002; Castillo et al., 2003; PNUMA, 2003; Manson et al., 2009). Sus efectos sobre los ecosistemas son diversos y dependen de la intensidad y frecuencia de los incendios. El efecto más importante es la remoción de la biomasa vegetal en pie, la cual junto con la eliminación de los renuevos de las poblaciones de las especies arbóreas, retrasa o interrumpe la regeneración natural, además de que propicia la invasión de plagas y enfermedades forestales (Matthews et al., 2000; Castillo et al., 2003). El efecto directo del fuego sobre la fauna puede ser la muerte, mientras que entre los efectos indirectos pueden mencionarse la pérdida del hábitat, de territorio y de zonas de alimentación, así como el desplazamiento de mamíferos y aves territoriales (SCBD, 2001; Castillo et al., 2003). Todo lo anterior ocasiona alteraciones en las cadenas tróficas y en el balance natural de los ecosistemas (SCBD, 2001; Castillo et al., 2003). El indicador incendios forestales y superficie afectada es útil para denotar la presión que estos eventos tienen sobre los ecosistemas terrestres nacionales. Este indicador se desarrolla en la presente publicación dentro del capítulo de Recursos Forestales. También es utilizado por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, 2003) y en el Report on Sustainable Development Indicators de Grecia (NCESD, 2003).

 

Especies invasoras

Si bien el movimiento de especies de una región a otra puede ser un fenómeno natural, la actividad humana ha incrementado la frecuencia con la que sucede, debido en gran parte al movimiento global de medios de transporte y productos. Las especies invasoras son aquellas que pueden catalogarse como nuevas en una región y que pueden tener un impacto negativo, ya sea ecológico, social o económico (Mooney, 2000). Actualmente se reconoce que la introducción de especies invasoras, ya sea de manera accidental o intencional, es una de las principales causas de pérdida de la biodiversidad en el planeta (EPA-Australia, 2003; Aguirre Muñoz, 2009). Las especies invasoras pueden competir directamente con las especies nativas por el uso del hábitat y recursos o incluso actuar como nuevos depredadores en el ecosistema, lo que puede ocasionar la extinción local de especies nativas (Mooney, 2000; Aguirre Muñoz, 2009). El indicador especies invasoras en los ecosistemas terrestres nacionales denota la presión que este problema puede ejercer en los ecosistemas terrestres del país.

 

Cambio climático global

El cambio climático global, resultado de la variabilidad interna del sistema climático y de factores externos (tanto naturales como producto de las actividades humanas) puede observarse en el medio terrestre por el incremento de la temperatura superficial (0.74°C en los últimos cien años, 1906-2005), así como por cambios en los patrones de precipitación (por ejemplo, aumentó entre 5 y 10% en las altitudes medias y altas del hemisferio norte y se redujo en 3% en promedio en las zonas subtropicales; IPCC, 2007). Paralelamente, la cobertura de nieve y la extensión de los hielos disminuyeron cerca del 10 por ciento en el hemisferio norte desde finales de los años sesenta. El fenómeno de El Niño se hizo más frecuente, persistente e intenso desde la mitad de los años setenta en comparación con los cien años previos (IPCC, 2002).

Algunos efectos asociados al cambio climático que se han registrado en las especies de los ecosistemas terrestres son: alteraciones en los periodos de emergencia, crecimiento y reproducción de invertebrados, así como en las fechas de inicio de la reproducción y la puesta de los huevos en aves; cambios en la temporada de migración de insectos y aves y en las áreas de distribución de mariposas; aumento en las explosiones de plagas y enfermedades; cambios en morfología, fisiología y comportamiento de algunas especies de animales; y el florecimiento temprano y alargamiento de la temporada de crecimiento de algunas especies de plantas, entre otros (IPCC, 2002; Manson, 2009). En el caso de la cubierta vegetal, los bosques de Alaska han expandido sus áreas de distribución hacia el norte, la composición vegetal de la tundra (especialmente de líquenes y otras herbáceas) se ha modificado en algunos lugares y el área incendiada en los bosques boreales se duplicó en las últimas décadas del siglo XX.

Las predicciones de los expertos señalan que el cambio climático global podría ocasionar cambios importantes a nivel global en los patrones de distribución y de diversidad en los ecosistemas, tanto terrestres como marinos y dulceacuícolas. Se ha predicho la extinción de especies incapaces de adaptarse (por medio de migraciones u otros cambios) a las nuevas condiciones ambientales. Para el caso de México, aunque Townsend y colaboradores (2002) no predicen extinciones numerosas o cambios drásticos en las distribuciones de las especies de animales, sí señalan que se acentuará el recambio en la composición de especies en algunas comunidades, siendo los bosques templados de pino y encino los ecosistemas más amenazados del país (Magaña y Gay, 2002). La variación de la temperatura global sirve como indicador para denotar la presión que este fenómeno puede ejercer en los ecosistemas terrestres nacionales. Este indicador se encuentra en la sección de Cambio Climático dentro del capítulo de Atmósfera.