Introducción
La vida en la Tierra depende del flujo continuo de materiales y energía a través del aire, agua, suelo y cadenas tróficas de la biosfera. Existe un fuerte nexo entre el flujo de energía y los ciclos de materiales en el ambiente. Cualquier proceso, natural o antropogénico, que modifique el flujo de energía y el ciclo del agua puede llegar a tener efectos importantes en las funciones de los ecosistemas (Ryszkowski, 2001). Por ejemplo, la evaporación de los océanos acarrea un volumen de agua estimado en 110,000 km3 en forma de lluvia y nieve hacia los continentes (Jackson et al., 2001) lo cual determina, en gran medida, la disponibilidad de agua tierra adentro y con ello la presencia y funcionamiento de los ecosistemas. La cantidad de agua disponible en cada lugar depende principalmente de la precipitación y temperatura. México recibe anualmente 760 milímetros de lluvia (promedio para los años 1971-2000), lo que se considera abundante (OECD, 1998) aunque existe una alta heterogeneidad espacial y temporal. Los estados localizados en el norte del país ocupan cerca del 45% de la superficie pero sólo reciben en promedio poco más del 26% del agua de lluvia que ingresa al territorio. En contraste, las entidades del sur, con sólo el 27.6% de la superficie total, reciben el 48.7% de la lluvia (Semarnat, 2009).
La precipitación total anual se estima en 1,488 km3 de agua en promedio, de la cual casi tres cuartas partes regresan a la atmósfera por evapotranspiración. Del volumen restante, 378.4 km3 corresponden al escurrimiento natural promedio anual y 79.6 km3 a recarga de acuíferos (Conagua, 2008a). En México se presentan todos los años fenómenos hidrometeorológicos con efectos importantes. Se presentan aproximadamente 24 ciclones tropicales al año, concentrados entre los meses de mayo a noviembre, cuya ocurrencia genera lluvias intensas en cortos periodos. El agua acarreada por estos meteoros, al escurrir rápidamente hacia el mar, puede ocasionar, con frecuencia, inundaciones y daños a las poblaciones asentadas cerca de las costas (CNA, 2001).
La disponibilidad de agua comúnmente se expresa en términos del volumen de líquido disponible total o por habitante, aunque es importante señalar que la disponibilidad no debe verse únicamente como la que necesita una persona en su vida diaria, sino que debe considerar que el agua debería ser suficiente para satisfacer también las necesidades de las actividades agropecuarias, industriales y la necesaria para el mantenimiento de los ecosistemas acuáticos dulceacuícolas, y no sólo las del consumo directo por la población. En menos de 60 años, la disponibilidad de agua en México pasó de 18,035 a 4,312 m3 por habitante por año en 2007 (Conagua, 2008a y 2008c).
Referencias
CNA. Programa Nacional Hidráulico 2001-2006. México. 2001.
Conagua. Estadísticas del Agua en México. 2008a.
Conagua. Programa Nacional Hídrico 2007-2012. México 2008b.
Jackson, R. B., S. R. Carpenter, C.N. Dahm, D. M. McKnight, R. J. Naiman, S. L. Postel y S. W. Running. 2001. Water in a Changing World. Issues in Ecology. No. 9.
OECD. Análisis del Desempeño Ambiental. México. France. 1998.
Ryszkowski, L. (Ed.) Landscape Ecology in Agroecosystems Management. CRC Press. Boca Ratón, Florida. 2001.
Semarnat. Informe de la situación del medio ambiente en México. Compendio de estadísticas ambientales. Edición 2008. México. 2009.
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