Indicadores de estado
Disponibilidad natural
La cantidad de agua disponible en una región depende de la precipitación total, su temporalidad, los patrones estacionales de temperatura y radiación solar, y la topografía regional. El agua renovable o disponible naturalmente incluye el escurrimiento superficial virgen medio y la recarga media de los acuíferos. Frecuentemente la disponibilidad natural de agua se expresa en términos del tamaño de la población que habita ese lugar. Las regiones donde la disponibilidad es menor a mil 700 metros cúbicos por habitante por año se considera que presentan “estrés hídrico”, donde puede haber escasez de agua con frecuencia. Cuando la disponibilidad es inferior a mil metros cúbicos por habitante por año, las consecuencias pueden ser más severas y conducir a problemas en la producción de alimentos y el desarrollo económico, a menos que la región pueda invertir en nuevas tecnologías para el uso, conservación y reuso del agua. El indicador disponibilidad natural media per cápita muestra la cantidad de agua renovable promedio anual por persona (UN, 2003b) y forma parte de los indicadores propuestos por el Banco Mundial (WB, 2009) y Naciones Unidas (UN, 2007).
Intensidad de uso
Un indicador de la intensidad de uso de los recursos hídricos utilizado frecuentemente es el grado de presión, que describe la relación entre la extracción total con respecto a los recursos hídricos renovables disponibles en la zona. Se utiliza como una medida de la vulnerabilidad del país frente a la escasez de agua (UN, 2007). Cuando el grado de presión es mayor a 40 por ciento, se considera que en la región puede haber un estrés hídrico severo, que podría conducir a una fuerte competencia por el agua. Indicadores equivalentes son empleados a nivel internacional por la ONU, OCDE y AEMA (UN, 2007; OECD, 2008; EEA, 2009a).
Es importante señalar que el indicador de grado de presión no toma en cuenta directamente los requerimientos ambientales del agua, definidos como la cantidad y calidad de líquido requeridos por los ecosistemas acuáticos para proteger y mantener su estructura y funcionamiento (Smakhtin et al., 2003). La extracción de agua excesiva, sin considerar los ecosistemas acuáticos, tiene como consecuencia: la disminución del caudal de ríos y volumen de lagos1, la alteración o desaparición de hábitats acuáticos; la disminución de la biodiversidad que depende de ellos; el colapso de pesquerías, y la extinción de especies (Hinrichsen, 2003).
Acuíferos sobreexplotados y con problemas de salinización
Al extraer una proporción importante de los recursos hídricos subterráneos, se puede producir una disminución regional de los niveles de agua subterránea, pozos secos, mayores costos de extracción al aumentar la distancia entre el nivel freático y la superficie, hundimientos del terreno, intrusión salina y disminución del flujo en los ecosistemas dulceacuícolas (Stromberg et al., 1996; Zektser y Everett, 2004; EEA, 2009b). Además, en las zonas áridas, cuencas cerradas y costas con suelos naturalmente salinos, un mal manejo del riego puede conducir a problemas en la calidad del agua subterránea. El indicador acuíferos sobreexplotados, con intrusión salina y/o bajo el fenómeno de salinización de suelos, o aguas subterráneas salobres pretende mostrar la magnitud del problema a través del número de casos en los que el mal manejo del acuífero ha dado como resultado su sobreexplotación; de manera indirecta da información sobre el riesgo de abasto futuro de este líquido.
1Esto reduce su capacidad para purificar el agua circulante.
|