Introducción
La calidad del agua se refiere a la concentración de gases y sólidos disueltos, sólidos en suspensión, iones de hidrógeno, organismos patógenos y calor en una determinada cantidad de agua (Dingman, 2002). Los compuestos químicos constituyen un problema para la calidad del agua dependiendo de su toxicidad intrínseca, del tiempo de persistencia, de su bioacumulación en organismos acuáticos, de la interacción con otros compuestos químicos, de cómo se transportan del suelo y el aire hacia el agua y de su potencial de transformación en otras formas químicas más peligrosas (Walker et al., 2006). La valoración del agua como de buena o mala calidad no es absoluta, depende del uso que se le dé o el destino que tenga (Revenga et al., 2000; WRI, 2000), por ello, la calidad del agua puede también ser definida simplemente como la aptitud del líquido para sostener varios usos o procesos (Meybeck et al., 1996). El presente capítulo se limita al análisis de la calidad del agua desde el punto de vista de los usos humanos, ya que su relación con los ecosistemas acuáticos se trata en el capítulo de “Biodiversidad”.
Todas las actividades humanas que dependen del agua, tanto consuntivas (agropecuarias, domésticas e industriales) como no consuntivas (recreación, pesca, generación de energía eléctrica, transporte acuático), requieren que la concentración de algunos de los constituyentes que determinan su calidad se encuentren dentro de ciertos límites. Cuando la concentración de alguno de esos constituyentes sobrepasa el límite a partir del cual se afecta su aptitud para determinado uso, el constituyente se considera un contaminante (Meybeck et al., 1996; Dingman, 2002).
A mayores volúmenes extraídos para satisfacer las necesidades de los consumidores, se incrementan también los volúmenes de aguas residuales que vulneran y degradan la calidad de las mismas fuentes de abastecimiento, ya que la mayor parte de los usos afecta la calidad del agua (Jackson, 2001). Además, las aguas de desecho domésticas, industriales, agrícolas y pecuarias en general no reciben tratamiento y se vierten crudas directamente en los cuerpos de agua superficiales (CNA, 2001) que, además, funcionan como sumideros para otras fuentes de contaminación, puntuales o difusas. Las fuentes puntuales son aquellas que abarcan poca superficie, como son los desagües industriales, municipales o de granjas, los tiraderos de desechos, las fosas sépticas, los tanques de almacenamiento con fugas, los pozos y ductos petroleros con derrames y las chimeneas. Las fuentes difusas abarcan grandes superficies, como los terrenos agrícolas y pecuarios, las minas a cielo abierto, las superficies urbanas y la precipitación de contaminantes atmosféricos (Carpenter et al., 1998; Dingman, 2002). La lluvia, el escurrimiento y la infiltración lavan el aire y el suelo y arrastran consigo las sustancias contaminantes hacia los cuerpos de agua superficiales y subterráneos (Carpenter et al., 1998; Dingman, 2002). La contaminación de las aguas subterráneas puede generar un riesgo para el consumo humano. Se llama vulnerabilidad al riesgo de que las aguas se contaminen. Hay dos tipos de vulnerabilidad: intrínseca y específica. La primera corresponde a los contaminantes generados por actividades las humanas, mientras que la segunda se refiere a un contaminante particular o a un grupo de ellos y considera tanto a las propiedades de los contaminantes como su relación con la vulnerabilidad intrínseca (Pérez y Pacheco, 2004).
Las sustancias volátiles o que son arrastradas por el aire en forma de partículas, constituyen un componente importante de la contaminación de los cuerpos de agua. Los compuestos orgánicos persistentes, como son el mercurio, los plaguicidas y los bifenilos policlorinados (PCB), así como los nutrientes inorgánicos: el fósforo y el nitrógeno, por ejemplo, destacan entre los contaminantes atmosféricos que afectan la calidad del agua por su impacto en los ecosistemas acuáticos y la salud de todo tipo de organismos, desde las algas e invertebrados hasta el ser humano (Baselice et al., 2002, Swackhamer, 2004; MPCA, 2007). Por todo esto, la degradación química, eólica e hídrica del suelo y la calidad del aire son factores que, no obstante ser indirectos, afectan la calidad del agua, razón por la cual este capítulo se relaciona íntimamente con los correspondientes a “Suelos” y “Atmósfera”.
La disminución de la calidad del agua es un problema que se suma al de la creciente escasez por sobreexplotación y a la elevación de los costos para el abastecimiento, dada la necesidad de tratarla antes de que se pueda usar (Carpenter et al., 1998). En los últimos años se han implementando muchas medidas para reducir la contaminación del agua. Hay esfuerzos crecientes para incrementar el control y tratamiento del vertido de desechos industriales y domésticos a fin de frenar las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera y controlar la disposición de desechos sólidos y el uso de agroquímicos en el campo, así como para monitorear la calidad de los cuerpos de agua y restringir su aprovechamiento cuando no cumple con los estándares que demanda cada tipo de uso.
A continuación se presenta un conjunto de indicadores para dar cuenta de las principales presiones que están afectando la calidad del agua en nuestro país, del estado en el que se encuentran las fuentes de abastecimiento de este recurso y del desempeño de las medidas con las que se responde para tratar de solucionar este problema. Es importante señalar que para la correcta interpretación de algunos indicadores, particularmente de presión y estado, debe tomarse en cuenta que la calidad del agua varía continuamente en el tiempo a causa de factores naturales, como los cambios estacionales en la frecuencia e intensidad de las lluvias, así como por la variación temporal en las actividades socioeconómicas que influyen sobre ella. Esto es particularmente cierto en los cuerpos acuáticos en los que hay un aporte de agua, corrientes y recambio continuos (Conagua, 2008a). Algunos de los indicadores se presentan en términos de promedios anuales y nacionales o regionales, que pueden diferir significativamente de los valores locales en un momento determinado.
Referencias
Baselice, A., R. García, I. Saavedra, G. Giner. Análisis de la distribución y el transporte del mercurio en ríos bajo explotación minera con aplicación a la cuenca del Caroní. Revista de la Facultad de Ingeniería de la U.C.V. 17:83-95. 2002.
Carpenter, S., N. F. Chair, D. L. Caraco, Correll, R. W. Howarth, A.N. Sharpley y V.H. Smith. Nonpoint Pollution of Surface Waters with Phosphorus and Nitrogen. Issues in Ecology. 3:1-12. 1998.
Conagua. Estadísticas del Agua en México. 2008a.
Dingman, S.L. Phisical Hydrology. Prentice Hall. Nueva Jersey. 2002.
Jackson, R. B., S. R. Carpenter, C.N. Dahm, D. M. McKnight, R. J. Naiman, S. L. Postel y S. W. Running. 2001. Water in a Changing World. Issues in Ecology. No. 9.
Meybeck, M., E. Kuusisto, A. Mäkelä y E. Mälkki. Water Quality. En: UNEP/WHO. Monitoring - A Practical Guide to the Design and Implementation of Freshwater Quality Studies and Monitoring. Programmes. 1996. Disponible en: http://www.who.int/water_sanitation_health/resourcesquality/wqmonitor/en/ Fecha de consulta: 27-11-2009.
MPCA. Phosphorus rule: Report to the legislatura. As required by Minnesota session law 2006, chapter 251 section 16 (b). Minnesota Pollution Control Agency. USA. 2007.
Pérez C.,R. y J. Pacheco A. 2004. Vulnerabilidad del agua subterránea a la contaminación de nitratos en el estado de Yucatán. Ingeniería 8: 33-42.
Revenga, C., J. Brunner, N. Henninger, R. Payne, y K. Kassem. Pilot analysis of global ecosystems: Freshwater systems. WRI. Washington, D.C. 2000.
Swackhamer, D.L., H. W. Paerl, S. J. Eisenreich, J. Hurley, K. C. Hornbuckle, M. McLachlan, D. Mount, D. Muir y D. Schindler. Impacts of Atmospheric Pollution on Aquatic Ecosystems. Issues in Ecology12:1-24. 2004.
Walker, H.C., S.P., Hopkin; R. M., Sibly y D. B., Peakall. Principles of ecotoxicology. 3th edition. Taylor & Francis Inc. British. 2006.
WRI. Pilot analysis of global ecosystems: freshwater systems. USA. 2000.
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