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Introducción

La situación geográfica de México, su variedad de climas, topografía e historia geológica han producido una de las riquezas biológicas más importantes del planeta. Alrededor del 10 por ciento de la diversidad terrestre habita el territorio, lo que nos convierte en uno de los cinco países más ricos en especies de plantas y anfibios, el primero en reptiles y el segundo en mamíferos (Mittermeier y Goettsch, 1992). En diversidad de ecosistemas, México ocupa, junto con Brasil, el primer lugar en América Latina (Dinerstein et al., 1995), y a nivel mundial tan sólo India y Perú poseen una cubierta vegetal de diversidad semejante (Rzedowski, 1998). Además, es uno de los centros de domesticación de plantas más importantes en el mundo, con 118 especies, muchas de ellas con un valor alimenticio trascendental como el maíz y el frijol (Conabio, 1998). De esta manera, en los tres niveles en que se expresa la diversidad biológica (ecosistemas, especies y genes), México posee una riqueza invaluable.

Las especies y los ecosistemas brindan una gran cantidad de bienes y servicios ambientales; la variedad de alimentos, madera para muebles, papel, leña, fibras naturales, los principios activos de los productos farmacéuticos y naturistas, las resinas y los tintes son sólo algunos ejemplos (Arriaga et al., 1998, 2000; Burke et al., 2000; UNDP et al., 2000). Además, los ecosistemas realizan servicios fundamentales que mantienen la vida; estos servicios incluyen la purificación del agua y el aire, la descomposición y detoxificación de los residuos, la regulación del clima, la fertilidad del suelo y el mantenimiento de la biodiversidad, entre otros (Daily et al., 1997; UNDP et al., 2000; Schuyt y Brander, 2004). No obstante, el deterioro ambiental del país pone en riesgo la persistencia y continuidad de los bienes y servicios ambientales.

México ha perdido un porcentaje muy importante de la superficie original de sus ecosistemas primarios y, con ello, varias decenas de sus especies de plantas y animales, dejando otras tantas en condiciones de vulnerabilidad. Aunque las amenazas a la biodiversidad del país son múltiples, se reconoce que la transformación de los ecosistemas naturales, la sobreexplotación de las poblaciones silvestres, la degradación del ambiente y la introducción de especies exóticas son las que producen los mayores impactos (Conabio, 1998; Arriaga et al., 1998, 2000).

La falta de atención durante largo tiempo a los temas ambientales en las políticas de desarrollo, la implementación de políticas de corto alcance para la solución de problemas económicos y sociales y la insuficiencia de gasto federal en el sector, han contribuido directa o indirectamente al deterioro del medio ambiente nacional. Actualmente existen, sin embargo, numerosas iniciativas gubernamentales encaminadas a la salvaguarda y recuperación de la riqueza biológica del país. El Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas, los Proyectos de Conservación y Recuperación de Especies Prioritarias, las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA), además de múltiples esfuerzos en materia de normatividad y de inspección y vigilancia son sólo algunos ejemplos.

En el presente capítulo se proponen indicadores que intentan reflejar el estado de la biodiversidad mexicana y la magnitud de las presiones que la afectan. Asimismo, se incluyen indicadores de respuesta con las acciones gubernamentales orientadas a proteger y revertir, cuando ha sido posible, el deterioro de los ecosistemas y las poblaciones de muchas especies. Dada la naturaleza, amplitud y dinámica del tema, se abordaron sólo dos de los niveles de la biodiversidad: los ecosistemas y las especies. Aun cuando la diversidad genética de las especies mexicanas debe ser considerable, dada la heterogeneidad ambiental y la extensión del territorio, existe poca información publicada al respecto. En este sentido no ha sido posible conformar un sistema de indicadores dirigido a la evaluación de las presiones, el estado y la respuesta en ese otro importante nivel de la biodiversidad.

En este trabajo se han considerado en secciones distintas a los ecosistemas terrestres, marinos y acuáticos continentales, en gran parte debido a las diferencias y naturaleza de las presiones que los impactan; además, se han agregado apartados especiales para las comunidades biológicas o grupos de especies que, por su relevancia o problemática específica, merecen atención particular. Finalmente, puesto que algunos de los indicadores de las actividades económicas y sociales tratadas en capítulos previos y posteriores también tienen repercusiones sobre la biodiversidad, ha sido necesario incluirlos aquí, lo cual seguramente complementará y enriquecerá la visión general de tan relevante tema. Sin embargo, con objeto de no duplicar la información, será necesario que el lector interesado en consultarlos se remita a los capítulos en los que aparecen desarrollados en toda su extensión.