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Indicadores de presión

Cambio de uso del suelo

La presión que genera la producción de bienes y servicios ha intensificado la pérdida y deterioro de los ecosistemas terrestres por el cambio de uso del suelo. Éste es quizá el factor más importante que amenaza la integridad y permanencia de los ecosistemas terrestres y de su biodiversidad en México y el mundo (Vitousek et al., 1997; Walker y Steffen, 1997; Conabio, 1998; Semarnat, 2003). Las actividades que mayormente promueven el cambio en el uso del suelo son la agricultura y la ganadería; le siguen en importancia el crecimiento urbano y de la infraestructura de comunicaciones y otros servicios (Conabio, 1998). La actividad agropecuaria genera la reducción de bosques y selvas (deforestación) o de otros ecosistemas (matorrales, por ejemplo) por la apertura de terrenos para la cría de ganado (Conabio, 1998; FAO, 2001; OCDE, 2003; Semarnat, 2003) o bien por las prácticas agrícolas que demandan nuevos espacios (Conabio, 1998; PNUMA, 2003; Semarnat, 2003).

Las consecuencias del cambio de uso del suelo conllevan necesariamente a la pérdida de biodiversidad (Vitousek et al., 1997; Walker y Steffen, 1997; Groombridge y Jenkins, 2002), debido a que la reducción de las superficies de los ecosistemas tiene como resultado la disminución de tamaño de las poblaciones silvestres, lo cual las hace más susceptibles a procesos de extinción local y global de la flora y fauna. A nivel de paisaje, el proceso de eliminación de superficies cubiertas por ecosistemas naturales se refleja en patrones de fragmentación, que se ha demostrado tiene efectos negativos sobre la biodiversidad (Forman y Alexander, 1998). El cambio de uso del suelo también promueve la degradación del ambiente debido, principalmente, al deterioro de las propiedades y características del suelo, así como por la modificación de las condiciones de temperatura, humedad y luz, que en algunos casos pueden impedir la regeneración de la vegetación natural (Conabio, 1998; WRI, 2000). El indicador cambio de uso del suelo sirve entonces para denotar la presión que este fenómeno ejerce sobre algunos de los principales ecosistemas terrestres nacionales. Este indicador está considerado dentro de la lista de Indicadores de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas (ONU, 2004), en la iniciativa de integración ambiental de la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Ministerio de Medio Ambiente de España y la Unión Internacional de las Ciencias Geológicas (IUGS, 2000).

 

Crecimiento demográfico

En el año 2000, México era el undécimo país más poblado del planeta, el tercero del continente americano (después de Estados Unidos y Brasil) y el duodécimo por su contribución al crecimiento de la población del planeta (Semarnat, 2003). Su acelerado crecimiento demográfico, la distribución asimétrica de su población en el territorio, los fenómenos migratorios y el establecimiento de nuevas comunidades en zonas deshabitadas pueden repercutir de manera importante en el estado de los ecosistemas terrestres nacionales. El crecimiento demográfico, por ejemplo, daña indirectamente a los ecosistemas terrestres por la presión que ejercen las poblaciones humanas sobre los recursos naturales, por la construcción de infraestructura y por el incremento en la generación de residuos municipales e industriales (Groombridge y Jenkins, 2002; PNUMA, 2003). Esto puede traducirse en la sobreexplotación de las poblaciones locales de muchas especies comerciales, en la alteración y destrucción de los hábitats y en la contaminación de los suelos y las aguas superficiales; todo ello con importantes consecuencias en la estructura y función de muchos ecosistemas terrestres, y en su biodiversidad.

Debe señalarse que el impacto que ejerce la población difiere entre los sectores urbano y rural. Mientras que los impactos que produce la población rural son menores (en virtud de sus patrones de consumo, destino de sus desechos, etc.), en el caso de la población urbana los impactos pueden ser sustancialmente mayores (mayor consumo y demanda de servicios y producción de desechos). La población total, urbana y rural en el país refleja la magnitud de la presión que la población humana podría ejercer sobre los diversos ecosistemas terrestres. Este indicador se encuentra desarrollado dentro del capítulo de “Agua” en la sección de “Disponibilidad”. Las tasas de crecimiento poblacional están consideradas como indicadores de presión dentro de la lista de Indicadores de Desarrollo Sustentable de la ONU y la OCDE.

 

Crecimiento de la infraestructura carretera

Una de las necesidades básicas para el desarrollo social y económico de un país es la construcción de un sistema de caminos y carreteras que permita el tránsito de la población y el movimiento de productos dentro de su geografía. Sin embargo, el crecimiento de esta infraestructura puede repercutir en el estado de la biodiversidad, tanto local como regionalmente (Forman y Alexander, 1998). Algunos de los impactos directos son la pérdida y alteración del hábitat, la mortalidad de los animales en las carreteras (sobre todo mamíferos, aunque también afecta a otros grupos), el ruido intensificado (que en algunos casos puede afectar la vida silvestre a muchos metros en ambos lados de la carretera) y el derrame de contaminantes (Forman y Alexander, 1998; CE, 2001; PNUMA, 2003). Las carreteras también producen los llamados “efectos barrera”, que se observan en la dificultad de la fauna para cruzar las rutas de transporte, reduciendo o eliminando el flujo de genes dentro de las poblaciones (Forman y Alexander, 1998). Por otro lado, la fragmentación de los ecosistemas también es resultado del crecimiento de la infraestructura carretera. Los fragmentos remanentes se hacen más susceptibles a su degradación y se favorece, entre otros aspectos, la invasión de especies exóticas. Finalmente, otra de las consecuencias es el crecimiento urbano en forma desordenada a lo largo del territorio, principalmente por el establecimiento irregular de comunidades, las cuales afectan los recursos naturales y los ecosistemas por el desmonte, la sobreexplotación de recursos y la contaminación de los cuerpos de agua, entre otros (EPA, 1999). El indicador crecimiento de la red de carreteras señala la presión que su expansión puede generar en los ecosistemas naturales terrestres. Este indicador forma parte del sistema de indicadores ambientales de la OCDE, donde se incluye como indicador de presión indirecta. También se menciona como parte de la información del Análisis del Desempeño Ambiental de México ante la OCDE. Además, está contemplado dentro de la lista de Indicadores de Impactos Ambientales por el Transporte de la EPA.

 

Incendios forestales

Los incendios forestales ocurren de manera natural y constituyen un factor importante para la dinámica de muchos ecosistemas forestales del mundo, sobre todo en los bosques templados. Los incendios influyen en los procesos que determinan la disponibilidad de los nutrimentos en el suelo y promueven los procesos de sucesión ecológica que ayudan al mantenimiento de la biodiversidad (Matthews et al., 2000; SCBD, 2001). Sin embargo, en la actualidad y debido en gran parte a las actividades y control humanos, los patrones naturales de ocurrencia de incendios se han modificado. Ahora muchos de los incendios forestales ocurren en zonas que anteriormente no sufrían de fuegos, mientras que se han suprimido en zonas que presentaban regímenes periódicos de fuego (SCBD, 2001; Castillo et al., 2003).

Los factores que mayormente inciden en el incendio de las masas forestales a nivel mundial son la tala sostenida de bosques y el empleo del fuego para la habilitación de terrenos cultivables; sin embargo, también los incendios previos, la condición del arbolado, las fogatas y la quema de basura favorecen su ocurrencia (Conabio, 1998; SCBD, 2001; Cochrane, 2002; Castillo et al., 2003; PNUMA, 2003). Sus efectos sobre los ecosistemas son diversos y dependen de la intensidad y frecuencia de los incendios. El efecto más destacado es la remoción de la biomasa vegetal en pie, que, junto con la eliminación de los renuevos de las poblaciones de las especies arbóreas, retrasa o interrumpe la regeneración natural, además de que propicia la invasión de plagas y enfermedades forestales (Matthews et al., 2000; Castillo et al., 2003). El efecto directo del fuego sobre la fauna es la muerte, mientras que entre los efectos indirectos pueden mencionarse la pérdida del hábitat, de territorio y de zonas de alimentación, así como el desplazamiento de mamíferos y aves territoriales (SCBD, 2001; Castillo et al., 2003). Todo lo anterior ocasiona alteraciones en las cadenas tróficas y en el balance natural de los ecosistemas (SCBD, 2001; Castillo et al., 2003). El indicador incendios forestales y superficie afectada es útil para denotar la presión que estos eventos tienen sobre los ecosistemas terrestres nacionales. Este indicador se desarrolla en la presente publicación dentro del capítulo de “Recursos Forestales”. También es utilizado por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, 2003) y en el Report on Sustainable Development Indicators de Grecia (NCESD, 2003).

 

Especies invasoras

Si bien el movimiento de especies de una región a otra puede ser un fenómeno natural, la actividad humana ha incrementado enormemente la frecuencia con la que sucede, debido en gran parte al movimiento global de productos. Las especies invasoras son aquellas que pueden catalogarse como nuevas en una región y que pueden tener un impacto negativo, ya sea ecológico, social o económico (Mooney, 2000). Actualmente se reconoce que la introducción de especies invasoras, ya sea de manera accidental o intencional, es una de las principales causas de pérdida de la biodiversidad en el planeta (EPA-Australia, 2003). Las especies invasoras pueden competir directamente con las especies nativas por el uso del hábitat y recursos, lo que puede ocasionar la extinción local de especies nativas (Mooney, 2000). El indicador especies invasoras en los ecosistemas terrestres nacionales denota la presión que este problema puede ejercer en los ecosistemas terrestres del país.

 

Cambio climático global

El cambio climático global, resultado de la variabilidad interna del sistema climático y de factores externos (tanto naturales como producto de las actividades humanas), se ha manifestado en el medio terrestre por el calentamiento de la temperatura media superficial global en 0.6°C en los últimos cien años (IPCC, 2001). La precipitación también se incrementó entre 5 y 10 por ciento en las altitudes medias y altas del hemisferio norte, y se redujo en 3 por ciento en promedio en las zonas subtropicales. La cobertura de nieve y la extensión de los hielos disminuyeron en cerca del 10 por ciento en el hemisferio norte desde finales de los años sesenta. Asimismo, los fenómenos de El Niño se hicieron más frecuentes, persistentes e intensos desde la mitad de los años setenta en comparación con los cien años previos (IPCC, 2001).

Algunos de los efectos asociados al cambio climático que se han registrado en las especies de los ecosistemas terrestres son: alteraciones en los periodos de emergencia, crecimiento y reproducción de invertebrados, así como en las fechas de inicio de la reproducción y la puesta de los huevos en aves; cambios en la temporada de migración de insectos y aves, y en las áreas de distribución de mariposas; aumento en las explosiones de plagas y enfermedades; cambios en morfología, fisiología y comportamiento de algunas especies de animales, y el florecimiento temprano y alargamiento de la temporada de crecimiento de algunas especies de plantas, entre otros (IPCC, 2001). En la caso de la cubierta vegetal, los bosques de Alaska se han expandido hacia el norte, la composición vegetal de la tundra (especialmente de líquenes y otras herbáceas) se ha modificado en algunos lugares y el área incendiada en los bosques boreales se duplicó en las últimas décadas del siglo XX. En este sentido, las predicciones de los expertos señalan cambios importantes a nivel global en los patrones de distribución y de diversidad en los ecosistemas, tanto terrestres como marinos y dulceacuícolas. De igual manera se ha predicho la extinción de especies incapaces de adaptarse (por medio de migraciones u otros cambios) a las nuevas condiciones ambientales. Para el caso de México, aunque Townsend y colaboradores (2002) no predicen extinciones numerosas o cambios drásticos en las distribuciones de las especies de animales, sí señalan que se acentuará el recambio en la composición de especies en algunas comunidades (mayor al 40 por ciento de las especies), siendo los bosques templados de pino y encino los ecosistemas más amenazados del país (Magaña y Gay, 2002). La variación de la temperatura global sirve como indicador para denotar la presión que este fenómeno puede ejercer en los ecosistemas terrestres nacionales. Este indicador se encuentra desarrollado en la sección de “Cambio Climático”, dentro del capítulo de “Atmósfera”.