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Introducción

México es uno de los países con mayor riqueza biológica en el mundo, tanto a nivel de ecosistemas como de especies y genes. Su riqueza lo incluye dentro de la lista de los 12 países megadiversos, al lado de Brasil, Colombia, Indonesia, Perú, India y Australia, entre otros, con aproximadamente el 12 por ciento de la biodiversidad del planeta (Conabio, 2006). Actualmente se reconocen más de 100 mil especies en México, de las cuales cerca de 30 mil corresponden a plantas y hongos y las restantes a diversos grupos de animales (Conabio, 2006). Es uno de los cinco países más ricos en especies de plantas y anfibios, el segundo en reptiles y el tercero en mamíferos. Aunado a ello, debe destacarse otro de los rasgos que caracterizan a la biodiversidad mexicana: su elevado grado de endemismo, es decir, el gran número de especies que habitan exclusivamente en su territorio. Como ejemplo de ello, el 65 por ciento de los anfibios mexicanos son endémicos, al igual que el 57 por ciento de los reptiles y  el 83 por ciento de las cactáceas  (diversos autores en Conabio, 2006).

Toda esta diversidad de especies brinda múltiples bienes a la sociedad: sirven como alimentos, materias primas en la fabricación de múltiples productos, fuente de energía y principios activos de muchos productos farmacéuticos (Conabio 1998; UNDP, WB y WRI 2000; Groombridge y Jenkins, 2002). Cuando todas estas especies se integran en la enorme diversidad y complejidad de los ecosistemas también prestan una gran variedad de servicios ambientales, tales como la filtración y purificación de las aguas, la protección de las zonas costeras, la regulación del ciclo hidrológico y del clima, la generación y conservación de los suelos, la dispersión y degradación de los deshechos, la polinización de los cultivos y la absorción de contaminantes (Ehrlich et al., 1992; UNEP, 1995; CBD, 2002; UE, 2002).

Sin embargo, al igual que en muchos otros países del mundo, la biodiversidad mexicana encara serias amenazas que la ponen en grave riesgo. A la fecha, varias decenas de especies, entre plantas y animales, no habitan más en su territorio, mientras que muchas otras se incluyen dentro de listados de especies en riesgo. La transformación de los sistemas naturales a sistemas productivos (agrícolas, ganaderos o acuícolas), la sobreexplotación de las poblaciones silvestres, el aprovechamiento ilegal, la contaminación del ambiente y la introducción de especies exóticas son algunas de las actividades que producen los mayores impactos en la biodiversidad (Arriaga et al., 1998, 2000; Conabio, 1998).

Debe mencionarse que se han emprendido, desde muchos años atrás, diversas estrategias encaminadas a la protección y rescate de la biodiversidad mexicana. El Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas, los Proyectos de Conservación y Recuperación de Especies Prioritarias, las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA), además de numerosos esfuerzos en materia de normatividad, de inspección y de vigilancia, son sólo algunos ejemplos de ellas.

En esta sección se han integrado indicadores relacionados con los factores que amenazan a las especies de flora y fauna nacionales, su estado actual y las acciones encaminadas para detener y revertir algunos de los impactos sobre ellas. Aun cuando la sección se ha enfocado a la biodiversidad en su conjunto, se han añadido subsecciones especiales de especies que, por su importancia ecológica o su grado de amenaza, es conveniente tratarlas por separado. Este es el caso de las tortugas marinas y de algunos de los cetáceos que visitan o habitan las aguas marinas nacionales (la ballena gris y jorobada y la vaquita marina).