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Introducción

Los arrecifes coralinos son las comunidades más diversas, productivas y vulnerables de los mares. A pesar de que ocupan tan sólo el 0.2 por ciento del área marina del planeta, se estima que en ellos coexisten entre uno y nueve millones de especies (Bryant et al., 1998). En México se reconocen claramente tres zonas con arrecifes coralinos: la costa del Pacífico (incluye Baja California y las Islas Revillagigedo), ciertas zonas de las costas de Veracruz y Campeche en el Golfo de México y la costa este de la Península de Yucatán (desde Isla Contoy hasta Xcalak, incluyendo al atolón de Banco Chinchorro) (Spalding et al., 2001). Al igual que en otras partes del mundo, en México los arrecifes proveen de numerosos bienes y servicios a la población, los cuales van desde alimentos y materiales de construcción que abastecen a las zonas costeras hasta la protección de las costas ante tormentas y huracanes, además de su función como sitios de cría y reproducción de multitud de especies de importancia comercial (Bryant et al., 1998; Burke et al., 2000; NOOA, 2001). Sin embargo, la actividad humana deteriora severamente estos ecosistemas. El crecimiento demográfico en las zonas costeras, el turismo, la sobreexplotación de las pesquerías y el cambio climático global son algunas de sus mayores amenazas. La pérdida o deterioro de los arrecifes de coral podría afectar la vida humana en el futuro: se reducirían la producción pesquera y la protección de las costas, se perdería una gran diversidad de especies y, seguramente, disminuirían de manera importante los ingresos producto del turismo en las zonas costeras.