Introducción
La vida en la Tierra depende del flujo continuo de materiales a través del aire, agua, suelo y cadenas tróficas de la biosfera. Existe un fuerte nexo entre el flujo de energía y los ciclos de materiales en el ambiente. Cualquier proceso, natural o antropogénico que modifique el proceso de flujo de energía y el ciclo del agua, puede llegar a tener efectos importantes en las funciones de los ecosistemas (Ryszkowski, 2002). El movimiento del agua a través del ciclo hidrológico es el mayor de estos flujos. Procedente de la evaporación de los océanos, acarrea un volumen de agua estimado en 110 mil kilómetros cúbicos en forma de lluvia y nieve a los continentes (Jackson et al., 2001). La cantidad de agua disponible en cada lugar depende principalmente de la precipitación y temperatura. En el territorio nacional se reciben 772 milímetros de lluvia en promedio anualmente, lo que se considera abundante (OCDE, 1998). Sin embargo, la cantidad de agua que se recibe como precipitación es variable año con año y de una región a otra del país. Los estados localizados en el norte ocupan cerca del 50 por ciento de la superficie del país y contribuyen con apenas poco más del 25 por ciento del agua que ingresa al país por lluvia, mientras que los estados del sur, con sólo el 20.6 por ciento de la superficie nacional, reciben el 40.5 por ciento de la lluvia (Semarnat, 2003).
La precipitación se estima en mil 512 kilómetros cúbicos en promedio anual, de los cuales casi tres cuartas partes regresan a la atmósfera por evapotranspiración. Del volumen restante, 387 kilómetros cúbicos corresponden al escurrimiento natural promedio anual y 79 kilómetros cúbicos a recarga de acuíferos (CNA, 2007). Se presentan aproximadamente 24 ciclones tropicales al año, concentrados entre los meses de mayo a noviembre, cuya ocurrencia genera lluvias intensas en cortos periodos. El agua acarreada por estos meteoros, al escurrir rápidamente hacia el mar, puede ocasionar, con frecuencia, problemas de inundaciones y daños a las poblaciones asentadas cerca de las costas (CNA, 2001).
La disponibilidad de agua comúnmente se expresa en términos del volumen de líquido disponible por habitante, aunque ese volumen debería ser suficiente para satisfacer las necesidades de las actividades agropecuarias, industriales y la necesaria para el mantenimiento de los ecosistemas acuáticos dulceacuícolas, y no sólo las del consumo directo por la población.

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