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Introducción

El clima de la Tierra no se ha mantenido constante, sino que ha sufrido variaciones naturales en el transcurso del tiempo. Sin embargo, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) señala que las actividades humanas han contribuido de manera importante al cambio observado en las últimas décadas. La superficie del planeta absorbe parte de la radiación solar, que posteriormente es convertida en calor; mientras el resto es irradiada nuevamente al espacio en longitudes de onda más largas (infrarrojas; IPCC, 2001; Government of Canada, 1999). En la atmósfera existen compuestos que se producen naturalmente, conocidos como gases de efecto invernadero o GEI: vapor de agua (H2O); bióxido de carbono (CO2); ozono (O3); metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), los cuales captan una gran parte de la energía irradiada por la Tierra y la regresan produciendo un calentamiento de la atmósfera y de la superficie terrestre (IPCC, 2001). A este fenómeno se le conoce como efecto invernadero; sin este efecto la Tierra sería en promedio 33°C más fría (Government of Canada, 1999; IPCC, 2007).

El IPCC ha definido el cambio climático como "… todo cambio en el clima a través del tiempo, ya sea debido a la variabilidad natural o como resultado de actividades humanas". Esta definición difiere de la que plantea la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés): "… un cambio en el clima atribuido directa o indirectamente a actividades humanas que alteran la composición de la atmósfera mundial y que se suman a la variabilidad natural del clima observada durante periodos comparables" (IPCC, 2007). El cambio climático es acelerado por el incremento de GEI en la atmósfera (IPCC, 2007; NAS, 2001). Aunque los GEI son emitidos por procesos naturales (e. g., en las reacciones microbianas, erupciones volcánicas y la evaporación del mar, entre otras; NAS, 2001), las actividades humanas (quema de combustibles fósiles, producción de refrigerantes, deforestación, cambio de uso de suelo, quema de biomasa, etc.) emiten cantidades adicionales de GEI, que se suman a otros que no ocurren naturalmente, como son los clorofluorocarbonos (CFC); hidroclorofluorocarbonos (HCFC) y halones comúnmente usados en la refrigeración, aire acondicionado y, los últimos, como agentes extintores de fuego (IPCC, 2007). El CO2 es considerado el GEI más importante debido a su larga vida en la atmósfera (entre 5 y 200 años); a su forzamiento radiactivo (1.3-1.5 Wm-2), que es un índice de la importancia del factor como mecanismo potencial de cambio climático; y al significativo incremento de su concentración atmosférica (35 por ciento respecto a la época preindustrial); su potencial de calentamiento es de 1.0 y es usado como referencia para establecer el potencial del resto de los GEI (IPCC, 2001, 2007; NAS, 2001).

México contribuye con alrededor del 1.5% de las emisiones de GEI a nivel mundial, muy lejos del primer lugar en emisiones, que son los Estados Unidos con más del 20 por ciento (EIA, 2008). Es importante resaltar, sin embargo, que aunque existen diferencias importantes en la magnitud de las emisiones por país, los GEI se dispersan en la atmósfera y el cambio climático ocurre a nivel global, afectando a todo el planeta (IPCC, 2007). Los principales cambios en el clima se observan en el incremento del nivel del mar y de la temperatura (atmosférica y marina superficial), cambios en los patrones de precipitación, en la reducción de la extensión y grosor de la capa de hielo terrestre (glaciares) y de los casquetes polares, así como cambios en las pautas de circulación atmosférica y oceánica (mayor frecuencia, persistencia e intensidad de los fenómenos de El Niño-Oscilación del Sur) (Magaña, 1999; IPCC, 2007; NAS, 2001).

Existen diversos estudios sobre la vulnerabilidad de México ante el cambio climático. Entre ellos destacan las evaluaciones sobre los efectos que tendría en la agricultura de temporal y el sector pesquero. También son notorios los efectos de El Niño en 1998, por ejemplo, con la reducción de la producción de erizo, langosta, abulón y camarón, así como en el incremento de los incendios forestales. En función de los cambios de temperatura y precipitación, se ha estimado que en México los tipos de vegetación más afectados serán los bosques templados, los bosques tropicales y los bosques mesófilos de montaña (Conabio, 2002). Los efectos sobre la población humana también son importantes. En el país existen cerca de 20 millones de habitantes asentados en lugares de alto riesgo de inundación, lo que los hace vulnerables ante las variaciones climáticas (inundaciones y huracanes; Magaña y Gay, 2002).

A escala global, las proyecciones indican que la concentración de CO2 en el año 2100 podría ser de entre 540 y 970 partes por millón y que el aumento de la temperatura media de la superficie del planeta sea de 1.8 a 4°C para fines de este siglo. Se ha proyectado que el nivel medio mundial del mar se elevará entre 18 y 59 centímetros, aunque con importantes variaciones regionales. También es probable que los ciclones tropicales sean más intensos, con mayor cantidad de lluvia y velocidad del viento y que las ondas de calor sean más frecuentes. Las precipitaciones se incrementarán muy probablemente en latitudes altas, mientras que es probable que en regiones subtropicales disminuyan hasta en un 20% hacia el año 2100 (IPCC, 2007).

Ante este escenario se requieren medidas a nivel internacional que fomenten la participación de todos los países. En este contexto, México firmó y ratificó (en 1992 y 1993, respectivamente) la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es lograr la estabilización de las concentraciones de GEI en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático (Semarnap-INE, 1999; UNEP, 2002). Como instrumento de la UNFCCC surgió el Protocolo de Kioto, el cual plantea la reducción cuantificada de emisiones y mecanismos de flexibilidad para lograrla. México firmó este protocolo en 1998 y lo ratificó en el 2000 como país "no Anexo I" (es decir, como país en desarrollo; Semarnap-INE, 1999). Actualmente, los países están trabajando en el cumplimiento de sus compromisos ante la UNFCCC y el Protocolo de Kyoto, que entró en vigor en febrero de 2005 (UNFCCC, 2003, 2004).

México ha cumplido con sus compromisos internacionales e incluso ha tomado la iniciativa en el desarrollo de programas y estudios en materia de cambio climático. Ha publicado tres comunicaciones nacionales con inventarios de emisiones de GEI y trabaja en la evaluación de la vulnerabilidad del país. También cuenta con estudios y programas sobre tecnologías para la mitigación del cambio climático en las áreas energética y forestal a través de una larga lista de programas e iniciativas. Destacan entre ellos el Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE), el uso de combustibles más limpios, la promoción de las energías renovables y programas orientados a conservar y manejar los ecosistemas forestales para fomentar la conservación y restauración de superficies forestales que capturen carbono. Aunado a ello, en enero de 2004 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la creación del Comité Mexicano para Proyectos de Reducción y Captura de Emisiones de Gases de Efecto de Invernadero (DOF, 2004) y en agosto de 2004 se creó el Programa GEI México (programa piloto mexicano para el cálculo y reporte de los GEI). Este último consiste en un acuerdo conjunto de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) y el Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD, por sus siglas en inglés). México es, además, el primer país en adoptar estándares internacionalmente aceptados para calcular y notificar las emisiones de gases con efecto de invernadero de las empresas como parte de un programa nacional voluntario (WRI, 2004). Con el fin de fin formular políticas públicas y estrategias transversales de mitigación y adaptación, en el año 2005 se creó la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático. En mayo de 2007 se publicó la Estrategia Nacional de Cambio Climático y en 2008 se está preparando el Programa Especial de Cambio Climático 2008-2012.