Introducción
La contaminación del aire es considerada como un problema local y regional, ya que es en los centros urbanos o en sus alrededores donde frecuentemente se localiza la mayor actividad industrial y donde el parque vehicular y el consumo de combustibles son también más elevados (WB, 1998; Lacasaña-Navarro et al., 1999; PNUMA, 2003). La contaminación del aire afecta directamente la salud y la calidad de vida de la población. Los efectos sobre la salud son diversos, destacando por su importancia las enfermedades del aparato respiratorio, irritación de los ojos, disminución de la función respiratoria y el incremento en la mortalidad de niños menores de cinco años y personas susceptibles (Lacasaña-Navarro et al., 1999; Secretaría de Ecología et al., 2002; WB, 2002; PNUMA, 2003). La contaminación del aire también afecta a los ecosistemas naturales. Por ejemplo, la presencia de bióxido de azufre y óxidos de nitrógeno genera lluvia ácida que, además de dañar edificios, se filtra en el suelo haciéndolo más ácido, afectando con ello a las plantas y a otros seres vivos (EPA, 2004).
La disminución de la calidad del aire en México comenzó a hacerse más evidente hacia finales de los años ochenta, cuando empezaron a resentirse los efectos de la contaminación en la Ciudad de México (Secretaría de Ecología et al., 2002). Como respuesta se iniciaron los esfuerzos para contar tanto con información acerca de los factores que más afectan la calidad del aire, como del estado de la calidad del aire en las principales ciudades del país. Además de factores climáticos y geográficos, la calidad del aire depende de las emisiones de contaminantes a la atmósfera provenientes tanto de sectores relacionados con las actividades humanas (e. g., industrial, transporte y agrícola), como de fuentes naturales (e. g., terrenos desprovistos de vegetación e incendios forestales). Por ello, un componente indispensable para el diseño y la aplicación de cualquier programa encaminado a resolver el problema de la contaminación del aire, es la información sobre las principales fuentes de contaminantes atmosféricos y los volúmenes emitidos por cada uno de los sectores (WB, 1998). A mediados de los años noventa se elaboraron los inventarios de las principales zonas metropolitanas del país: Valle de México (ZMVM, 1996), Guadalajara (ZMG, 1995), Monterrey (ZMM, 1995) y Valle de Toluca (ZMVT, 1996), y de algunas ciudades como Mexicali (1996), Ciudad Juárez (1996) y Tijuana-Rosarito (1998). Posteriormente, se publicaron los inventarios de Salamanca-Corredor Industrial el Bajío (2000) y de la Zona Metropolitana del Valle de Puebla (ZMVP, 2004). Aunque se considera que la periodicidad adecuada para la evaluación y actualización de los inventarios de emisiones es de dos años, las dificultades asociadas a la coordinación entre autoridades locales y federales han impedido su actualización regular (Semarnat, 2003); excepto en la ZMVM, ZMVT y Ciudad Juárez para las cuales se han estimado las emisiones para años más recientes.
Actualmente se cuenta con el Inventario Nacional de Emisiones de México (INEM). Éste surgió, en 1995, como un programa para incrementar la capacidad de México en la elaboración de inventarios de emisiones; en 2001 se amplió, orientándose a la elaboración propiamente del INEM, el cual consta de tres fases. Las fases I (planeación), II (desarrollo del inventario para seis estados del norte) y III (inventario de los estados restantes). Los resultados de la segunda fase fueron publicados en 2005 con los datos del Inventario de Emisiones de los Estados de la Frontera Norte de México de 1999, que incluyó información sobre las emisiones en Baja California, Coahuila, Chihuahua, Nuevo León, Sonora y Tamaulipas (Semarnat, 2005; Semarnat, INE, 2005). Finalmente, en el año 2006 se publicó el Inventario Nacional de Emisiones de México que incluye información del año 1999, desagregada por fuente de emisión de contaminantes y para todos los estados y municipios del país (Semarnat, INE, 2006).
Por otro lado, también existe monitoreo en diferentes ciudades y zonas metropolitanas de algunos de los principales contaminantes identificados: bióxido de azufre (SO2), monóxido de carbono (CO), bióxido de nitrógeno (NO2), partículas (partículas suspendidas totales: PST; partículas menores de 10 micras PM10 y partículas menores a 2.5 micras PM2.5), ozono (O3) y plomo (Pb), conocidos como contaminantes criterio; el número de contaminantes registrados varía entre las diferentes ciudades, en función de los intereses y problemas particulares de cada una de ellas. Para cada contaminante se determinó, además, el estándar o norma de calidad que establece las concentraciones máximas que no debieran sobrepasarse en un tiempo definido, con la finalidad de proteger la salud de la población, inclusive la de los grupos más susceptibles (Semarnap-INE, 2000).
Además, con el propósito de atender de manera integral el problema, en 1990 se acordó la instrumentación del Programa Integral contra la Contaminación Atmosférica en el Valle de México (PICCA). Posteriormente, se desarrollaron programas para mejorar la calidad del aire (llamados Proaires) en las principales ciudades del país (ZMVM, zonas metropolitanas de Guadalajara, Monterrey y Valle de Toluca, Ciudad Juárez, Mexicali y Tijuana-Rosarito, entre otras). Los Proaires incorporan medidas para el abatimiento y control de las emisiones de contaminantes y se fundamentan en la relación existente entre la emisión de los contaminantes por las fuentes que los producen y el impacto que ocasionan en la calidad del aire y en la salud de la población (Semarnap-INE, 2000). De todos los Proaires publicados, tan sólo los de la ZMVM, ZMVT y Ciudad Juárez se ha actualizado para dar continuidad a las metas establecidas; en los otros casos, aunque formalmente no se han actualizado, se continúa con las acciones tendientes a mejorar la calidad del aire. No obstante, el interés por implantar estos programas sigue vigente y como ejemplo está la reciente publicación del Proaire de León, Guanajuato (GEG et al., 2008).

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