Biodiversidad - Ecosistemas costeros y oceánicos


Indicadores de presión


Pesca

El impacto más directo de la pesca sobre los ecosistemas marinos es la remoción de ejemplares de las especies objetivo. A nivel poblacional, se afecta su tamaño y estructura, los números relativos de hembras y machos, su potencial y características reproductivas y su composición genética (Heip et al. 2009; FAO, 2009). Cuando la extracción es excesiva, las poblaciones pueden recuperarse lentamente y empobrecerse genéticamente, e incluso, extinguirse local y globalmente. De manera indirecta, la pesca también afecta a las comunidades marinas por la modificación del hábitat, la alteración del flujo y la dinámica de la cadena trófica (García et al., 2003; The Royal Society, 2003). Ejemplos de cambios en abundancia y composición de especies por actividades pesqueras se han observado en todas las costas y océanos del mundo (ver ejemplos en García et al., 2003 y Sheffer et al., 2005). La tendencia en la captura pesquera nacional y el esfuerzo pesquero nacional indican la presión que se ejerce sobre las poblaciones naturales de las especies comerciales y las comunidades marinas de las que forman parte. El primer indicador es utilizado ampliamente por organismos internacionales (e. g., OECD, ONU y la EEA de la Comunidad Europea), y por los ministerios ambientales de los gobiernos de numerosos países, incluido México. Ambos indicadores se presentan en el capítulo de Recursos pesqueros.

La falta de selectividad de las artes de pesca tradicionales produce la captura de ejemplares de muchas especies que carecen de valor comercial. En la mayoría de los casos, la “fauna de acompañamiento” se regresa al mar muerta o severamente lastimada. Además de numerosas clases de peces e invertebrados, se capturan especies amenazadas, entre las que se encuentran cetáceos, tiburones y tortugas marinas (Lewison et al., 2004; Rodríguez Valencia y Cisneros Mata, 2006; FAO, 2009). Sus efectos en el ecosistema dependerán, además de la intensidad de la captura, de las características biológicas de cada especie y del estado de sus poblaciones. Algunos de los efectos de la pesca incidental observados son: cambios en las relaciones entre depredadores y presas, alteración de la función de las comunidades bentónicas, incremento de la competencia entre las especies que utilizan estos recursos, cambios en la abundancia y distribución de las especies carroñeras (Rodríguez Valencia y Cisneros Mata, 2006). La captura de fauna de acompañamiento aporta evidencia directa del daño a las poblaciones y comunidades de las que muchas especies comerciales forman parte. Sin embargo, no se poseen datos precisos a la fecha de los volúmenes de fauna de acompañamiento capturados por las principales pesquerías nacionales, por lo que el indicador no se presenta en la publicación.

Algunas artes de pesca también perturban el medio y destruyen el hábitat de muchas especies. Las redes de arrastre barren el lecho marino en busca de camarones y otras especies de peces del fondo, lo que causa que pastos marinos, esponjas, corales y erizos, entre otros organismos, sean capturados, lastimados o desprendidos del lecho oceánico (Freiwald et al., 2004; Rodríguez Valencia y Cisneros Mata, 2006; FAO, 2009). Las especies formadoras de arrecifes, tanto de aguas superficiales como profundas, son altamente vulnerables al daño por este tipo de pesca, al igual que las especies estabilizadoras de los sedimentos (e. g., pastos marinos y poliquetos; Goñi, 1998; Groombridge y Jenkins, 2002; Roberts y Hirshfield, 2004; Rogers, 2004). Con la pérdida de los microhábitats creados por esponjas y corales, se pierden los sitios de reclutamiento y alimentación para otras especies residentes, lo que afecta sus poblaciones y el flujo y dinámica de las cadenas tróficas. La superficie afectada por las redes de arrastre sirve entonces como indicador de la perturbación y daño que la pesca, principalmente del camarón, origina en las comunidades que se localizan dentro de las zonas de explotación. Si bien se ha estimado para un año la superficie nacional barrida por estas artes de pesca, no existen datos periódicos, lo que impide incluir este indicador en la publicación. Sin embargo, la producción nacional de camarón es útil como indicador indirecto del efecto que las redes de arrastre tienen sobre los ecosistemas marinos en sus zonas de explotación.

La acuicultura consiste en el crecimiento de especies de animales y plantas en aguas dulces, marinas o salobres con fines comerciales o de investigación. A pesar de los beneficios económicos y sociales que produce, cuando su manejo es inadecuado puede traer impactos negativos al ambiente. Éstos incluyen alteraciones en la calidad del agua y los sedimentos (ya sea por la eutrofización debida al incremento de nutrimentos orgánicos e inorgánicos, así como por la contaminación por antibióticos y antiparasitarios), introducción de especies exóticas, muerte de mamíferos y aves marinas en redes y jaulas y la contaminación genética de las poblaciones silvestres en caso de escape de los ejemplares cultivados (Arriaga et al., 1998; Groombridge y Jenkins, 2002; Barg, 2005). La producción acuícola nacional en entidades costeras supone que el volumen acuícola obtenido podría estar relacionado directamente con los impactos ambientales negativos y locales que genera esta actividad. Este indicador es utilizado por las agencias o ministerios ambientales de los gobiernos de numerosos países (e. g., EEA, 2008), incluido México.


Actividades petroleras

La explotación petrolera y del gas natural en yacimientos marinos afecta ecosistemas costeros y de mar abierto, siendo su principal y más común impacto el deterioro de la calidad del agua (Arriaga et al., 1998; EPA, 1999; IPIECA, 2005), aunque ocasionalmente se producen derrames con graves consecuencias ecológicas. Las descargas de petróleo al mar se dan principalmente por filtraciones naturales, descargas de las refinerías, distribución y venta al menudeo y por las actividades de los usuarios finales de los productos (IPIECA, 2005). Además de los hidrocarburos y el gas que escapan en la extracción, también se descargan al mar aguas con sales disueltas, compuestos orgánicos y metales pesados, entre otras sustancias tóxicas (E&P Forum-UNEP, 1997; Patin, 1999).

La mayoría de las comunidades biológicas costeras y las especies que las integran son muy susceptibles al contacto directo con los hidrocarburos y a sus compuestos derivados disueltos en agua (NOAA, 2001, 2002, 2003; García Cuellar et al., 2004; IPIECA, 2004). Las fugas y derrames de hidrocarburos, descarga de contaminantes y de agua congénita en zonas marinas revelan la magnitud de la presión ejercida por los desechos y productos de las actividades petroleras en zonas marinas. Este último indicador se encuentra dentro de la lista de Indicadores de Desarrollo Sustentable de la ONU.

La búsqueda de yacimientos en ambientes marinos también afecta la vida marina. Las prospecciones sismológicas y la perforación de pozos son las actividades más perjudiciales de la exploración petrolera. Las ondas sonoras que generan las prospecciones sismológicas afectan principalmente a peces, mamíferos marinos y tortugas marinas, mientras que los lodos y trozos de perforación, así como los residuos de hidrocarburos que escapan en el proceso, deterioran la calidad del agua y pueden afectar directamente a las comunidades coralinas de las profundidades (García Cuellar et al., 2004, Freiwald et al., 2004; Roberts y Hirshfield, 2004; UNEP, 2004). Los pozos exploratorios y en desarrollo perforados en zonas marinas señalan la presión que estas actividades pueden ejercer en los ecosistemas marinos del Golfo de México.


Desarrollo costero

Los bienes y servicios ambientales que ofrecen las zonas costeras y oceánicas las convierten en áreas social y económicamente importantes en el mundo. El crecimiento demográfico en estas zonas impacta a los ecosistemas marinos (por ejemplo, a manglares, estuarios, comunidades de pastos marinos y arrecifes de coral) principalmente por la sobreexplotación de sus recursos, la alteración y destrucción del hábitat marino, la construcción de infraestructura y el incremento en la generación de residuos municipales e industriales que contaminan suelos y las aguas (GESAMP, 2001; Groombridge y Jenkins, 2002; PNUMA, 2002; Marmulla, 2001). El crecimiento poblacional en la zona costera, la cual se ha definido para el indicador como la porción continental compuesta por los 263 municipios costeros, señala la presión que el crecimiento demográfico puede ejercer sobre los ecosistemas marinos nacionales. Las tasas de crecimiento poblacional están consideradas como indicadores de presión dentro de la lista de Indicadores de Desarrollo Sustentable de la ONU (2007), orientándose aquí hacia la zona costera del país.


Turismo

El turismo es uno de los sectores de más rápido crecimiento en la economía global y el de zonas costeras resulta estratégico para muchos países, incluido México. Ejerce tres impactos básicos en los ecosistemas marinos: presión por los recursos naturales, contaminación del agua e impactos físicos directos (Arriaga et al., 1998; Burke et al., 2000; GESAMP, 2001; UNEP, 2002; PNUMA, 2003). La presión por recursos naturales se concentra en los productos pesqueros, cuyos efectos se revisan en la sección de Recursos pesqueros. La contaminación del agua se debe a la descarga de aguas residuales sin tratamiento de establecimientos y embarcaciones turísticos; lo que produce su eutrofización y favorece la aparición de “mareas rojas” que ocasionan daños a corales por la proliferación de plancton y algas (GESAMP, 2001; NOAA, 2001; UNEP, 2002). Los impactos físicos directos proceden de la construcción y mantenimiento de infraestructura (e. g., marinas, diques, dragados y muelles) y de las actividades náuticas (e. g., anclaje y colisiones de embarcaciones), las cuales perturban y destruyen el hábitat marino (UNEP, 2002). El indicador turistas en destinos costeros supone que el volumen de visitantes está relacionado directamente con la magnitud de su impacto sobre los ecosistemas marinos adyacentes a las zonas turísticas. Este indicador es empleado por la Agencia Europea del Ambiente (EEA).


Transporte marítimo

Si bien el transporte marítimo es uno de los medios con menores impactos en el ambiente, cuando no se observan las reglamentaciones puede afectar a los ecosistemas marinos por la contaminación del agua o la introducción de especies exóticas (PNUMA, 2003). La contaminación proviene básicamente de la descarga de desechos de las embarcaciones, las cuales en zonas susceptibles pueden causar la eutrofización del agua y desencadenar algunas de las consecuencias negativas citadas en las secciones previas. La introducción de especies exóticas ocurre comúnmente por los organismos adheridos a los cascos o los atrapados en el agua de lastre de las embarcaciones que navegan grandes distancias y que pueden provocar cambios radicales en los ecosistemas marinos (Burke et al., 2000; GESAMP, 2001; PNUMA, 2003). La carga marítima transportada y pasajeros transportados reflejan de manera indirecta la intensidad con la que el transporte marítimo puede impactar los ecosistemas marinos nacionales.


Especies invasoras

No obstante que el movimiento de especies de una región a otra puede ser un fenómeno natural, la actividad humana ha incrementado enormemente la frecuencia con la que éste ocurre. Las especies invasoras en ecosistemas marinos provienen generalmente del tránsito de embarcaciones marinas (en cascos, cargamentos y el agua de lastre), de la introducción intencional y del escape de especies empleadas en la maricultura y de las no comerciales asociadas a ella, de las especies de acuario, así como de la migración a través de canales artificiales conocida como “migración Lessepsiana” (Groombridge y Jenkins, 2002; Golani et al., 2007; De Poorter, 2009). Con la presencia de estas especies, en las comunidades marinas cambian la composición de especies y las relaciones entre depredadores y presas, aparecen enfermedades y patógenos desconocidos y, finalmente, en el corto o largo plazos, pueden desplazarse o extinguirse local o globalmente muchas especies (Mack et al., 2000; Aguirre Muñoz y Mendoza Alfaro, 2009). Las especies invasoras se reconocen como una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad en el planeta (EPA, 2003; Brawn y Sax, 2004; Aguirre et al., 2009). Las especies invasoras en ecosistemas marinos y costeros nacionales son un indicador directo de la presión que este problema puede ejercer en tales ecosistemas.


Cambio climático global

El cambio climático global, resultado de la variabilidad interna del sistema climático y de factores externos (tanto naturales como producto de las actividades humanas), se ha manifestado en el entorno costero y marino por el aumento de la temperatura superficial (cerca de 0.3 °C en los últimos 50 años) y en el nivel medio del mar (que subió entre uno y dos milímetros por año a lo largo del siglo XX; IPCC, 2007a). Sus efectos sobre la biodiversidad se han registrado en diversas especies marinas y en algunos de los ecosistemas de los que forman parte. Algunos ejemplos son cambios en la distribución de las especies, blanqueamiento de corales, enfermedades, modificaciones en los tamaños poblacionales de peces y amplias fluctuaciones en la abundancia de aves y mamíferos marinos, principalmente en el Pacífico y el Ártico (CBD, 2007; IPCC, 2007b). El indicador variación en la temperatura del agua marina puede ser útil para denotar la presión que este fenómeno ejerce en los ecosistemas marinos y costeros. Sin embargo, no hay datos suficientes para documentar este indicador, por lo que no se muestra dentro de este conjunto de indicadores.