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    Suelos
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Indicadores de presión

Cambio de uso del suelo

El incremento poblacional y sus requerimientos de alimento y espacio han propiciado una mayor demanda del suelo y, con ello, presiones más intensas para cambiar su vocación natural hacia otros usos. La eliminación de la cubierta vegetal para habilitar terrenos dedicados a las actividades agropecuarias quizá sea el ejemplo más evidente de lo anterior, aunque también ocurren cambios a usos urbanos, incluso de sitios que anteriormente estaban dedicados a las actividades agrícolas o pecuarias. La eliminación de la cubierta vegetal natural, acompañada por el mal uso de las superficies recién abiertas, promueve la degradación del suelo, afectando su uso actual y futuro. Entre sus efectos más importantes se encuentra la pérdida de la materia orgánica del suelo, lo que impide el desarrollo de las estructuras de los horizontes superficiales del mismo y los hace más susceptibles a la erosión y degradación (FAO, 2008). Cuando este proceso se mantiene, las plantas, los animales y los procesos ecológicos que producen los servicios ambientales (e. g., la recarga de los mantos acuíferos y la captura de carbono) también resultan afectados y enfrentan problemas para su permanencia y funcionamiento futuros (FAO, 2008). El indicador cambio de uso del suelo muestra la magnitud y las tendencias en el uso del suelo, así como las presiones potenciales de las actividades que propician su cambio. Este indicador está dentro de la lista de indicadores de desarrollo sostenible de la ONU (UN, 2007), de la Estrategia de Desarrollo Sustentable de la Unión Europea (UE, 2011), y también es empleado por el Sistema Chileno de Información Ambiental (Ministro del Medio Ambiente, Gobierno de Chile, 2012). El indicador de este factor de presión se encuentra desarrollado en el capítulo de Biodiversidad dentro de la sección de Ecosistemas terrestres en esta misma publicación.

 

Agricultura

En los países en desarrollo, la situación socioeconómica y la presión del mercado orillan a las comunidades a ampliar su frontera agrícola a costa de modificar la vocación natural de sus terrenos.  Esto provoca la degradación y erosión del suelo, además de afectar, paralelamente y a largo plazo, a los ecosistemas presentes y a los sectores económicos y sociales involucrados (OECD-FAO, 2009; PNUMA, 2012). El indicador superficie agrícola muestra la magnitud de la presión que la actividad agrícola genera sobre este recurso. El indicador también es considerado por la FAO (FAO, 2001) y se ha integrado en diversos sistemas de indicadores ambientales de los países de América Latina con problemáticas similares, destacando entre éstos el Sistema Chileno de Información Ambiental (Ministerio del Medio Ambiente, Gobierno de Chile, 2012) y el Sistema de Indicadores de Desarrollo Sostenible para Argentina (Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, 2012). La información sobre la actividad agrícola que genera presiones en el ambiente y en particular sobre el suelo se ha incluido dentro de las variables que la OCDE emplea para evaluar el desempeño de sus países miembros (OECD, 2013).

 

Consumo de agroquímicos

El empleo excesivo de agroquímicos también provoca el deterioro del suelo por la alteración de sus características fisicoquímicas y sus mecanismos naturales de recuperación (Mirsal, 2008). Los agroquímicos (principalmente fertilizantes y plaguicidas) han permitido a los productores agrícolas obtener mejores cosechas mediante el control de plagas y malezas y por el incremento de la disponibilidad de nutrimentos para sus cultivos (PNUMA, 2012). Sin embargo, estos químicos sintéticos contienen sustancias cuyas propiedades pueden ocasionar efectos nocivos al ambiente y la salud humana, sobre todo si son utilizados en exceso y sin las precauciones necesarias (FAO, 2006, PNUMA, 2012). Uno de los efectos negativos más importantes sobre el suelo es el daño a las poblaciones de microorganismos e invertebrados presentes en la rizósfera de las plantas, los cuales son muy importantes en las cadenas tróficas y en los ciclos de los nutrimentos (e. g., el del fósforo y el nitrógeno). En casos severos, el exceso en su uso provoca la esterilidad del suelo y puede tener efectos negativos sobre las aguas subterráneas y superficiales a través de los lixiviados y de los arrastres superficiales (Mirsal, 2008; ver el capítulo de “Agua” en esta misma publicación).

En México, al igual que en la mayoría de las economías emergentes, se continúan empleando agroquímicos tóxicos a pesar de sus efectos negativos (OECD, 2013). Los indicadores consumo aparente de plaguicidas y consumo aparente de fertilizantes muestran la presión potencial de afectación en el suelo que tiene el empleo de estas sustancias. Ambos indicadores se encuentran desarrollados en la sección de Calidad dentro del capítulo de Agua en esta publicación. Estos dos indicadores se han incluido dentro de los sistemas de otros países y organizaciones, tales como el de Argentina (Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, 2012), España (Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, 2013) y la CEPAL, 2007).

 

Sobrepastoreo

La ganadería extensiva también es causa del deterioro del suelo, principalmente por el efecto del sobrepastoreo, el cual provoca la pérdida o degradación de la cubierta vegetal y con ello la posibilidad de retener la materia orgánica y las partículas del suelo. Los sitios sobrepastoreados están más expuestos a la erosión hídrica y eólica. En la época de lluvias, puede presentarse la compactación acelerada de la superficie por el pisoteo continuo del ganado, lo que crea una estructura impermeable que favorece la formación de láminas de agua y la creación de encostramientos superficiales que impiden la infiltración y con ello el desarrollo vegetal (LEAD, FAO, 2006).

En nuestro país durante décadas se favoreció un modelo extensivo de ganadería, lo que aceleró el desmonte de grandes superficies con los consecuentes efectos negativos sobre los ecosistemas y el suelo (Gerritsen y Douwe van der Ploeg, 2006). El indicador superficie afectada por sobrepastoreo muestra la magnitud de la presión que la ganadería puede ejercer sobre el suelo. Este indicador está considerado en la Iniciativa para Ganadería, Medio Ambiente y Desarrollo (LEAD), cuya secretaría se encuentra en la FAO y es apoyada por otras agencias internacionales con el objeto de proteger y mejorar los recursos naturales afectados por la actividad ganadera (FAO, s/a). La Unión Europea considera como un indicador de la intensificación de las actividades agrícolas a la relación entre el número de cabezas de ganado por unidad de área con respecto al área agrícola utilizada (UE, 2011).

 

Tenencia de la tierra

La tenencia de la tierra es otro factor que puede ser considerado como indicador de la presión sobre el suelo, debido a que la indefinición jurídica en los derechos de propiedad trae como consecuencia el uso irracional y la destrucción de los recursos (FAO, 2009). Este factor en México, al igual que en Latinoamérica, tiene sus orígenes en la época colonial, cuando se realizó una apropiación y repartición del territorio de manera indiscriminada a ciertos grupos y que continuó por largo tiempo. Desafortunadamente, su estudio y análisis se ha enfocado más desde las ciencias sociales y económicas que desde el punto de vista ecológico y ambiental (Edouard, 2010). Las situaciones de indefinición de propiedad han provocado ocupaciones ilegales de terrenos, que traen consigo la promoción de prácticas de aprovechamiento de la tierra con efectos negativos sobre el suelo y los ecosistemas que sustenta (FAO, 2009). No obstante, en la actualidad no se cuenta con la suficiente información para desarrollar este indicador.